El Gobierno disuelve viejas antinomias, recesión mediante: alpargatas no, libros tampoco. La industria editorial se derrumba como tantas otras ramas de actividad. La indumentaria pica en punta jamás en soledad… hasta la compra de medicamentos se retrae. 

Los médicos brujos del relato macrista se relamen con la quietud del dólar sin hacerse cargo de que el modelo es un sistema muy primitivo, con las Leliq como pilar. Las tasas de interés estratosféricas provocan daño letal al mercado interno. 

Las entidades financieras se forran de dinero mientras los especuladores esperan su momento. Volarán los capitales golondrina porque está inscripto en su naturaleza conforme anticipó el economista neoclásico Gustavo Adolfo Bécquer.El Banco Central (BCRA) adoptó leves regulaciones para condicionar, un poco, a la bicicleta. Un reconocimiento tácito, tardío e imperfecto sobre el despropósito de las políticas que llevó a cabo el anterior titular del BCRA, el fundamentalista Federico Sturzenegger.

La frágil estantería se vendrá abajo, es solo cuestión de tiempo. En el ínterin, el oficialismo recobra la iniciativa política. El Estado es el mayor recurso de la política y el mejor émbolo de las campañas. Se equivocaban feo ciertos kirchneristas que en 2014 preconizaban (y hasta operaban para conseguir) cuatro años sabáticos para volver con todo: gestionar tiene sus bemoles pero el aparato estatal reditúa más que el erial del llano.

La estanflación se prolonga y el oficialismo, tímidamente, copia unas líneas del libreto del adversario. Dinamizar un cachito la demanda, poner plata fresca en el bolsillo de trabajadores, una minoría, unos manguitos, un ersatz. Algo.

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Festival de Bono: Dos pagos adicionales al salario que sumen cinco mil pesos (le diremos “bono”), la mitad pagadera en noviembre, la otra en el lejano febrero de 2019 para los laburantes del sector privado en relación de dependencia.

Hasta acá es una promesa imprecisa que se plasmará en un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), un propósito plagado de excepciones. ¿Cuántas excepciones tolera una regla sin dejar de serlo? El Tratado de Lógica macrista está inédito, en parte por la mencionada crisis de la industria, en parte porque el Gobierno lo reescribe todos los días. 

Los empleados públicos no percibirán el plus, el Estado lo resuelve. Expresado en criollo: el Fisco nacional no pone un peso para reactivar el mercado interno.

Contra lo pregonado por sofistas con surtidas pelambres los laburantes “en negro” recontra tienen derecho al bono que solo le sustrae la mala fe de las patronales. Incumplir las normas no es una potestad empresaria sino un abuso que a veces puede derivar en delito, como piso en una ilegalidad.

Popes de la Unión Industrial Argentina (UIA) como el incombustible y perenne Daniel Funes de Rioja enarbolan la bandera de las Pymes. De modo intermitente, cuando les conviene. No podrán pagar el bono, defiende Funes. Y aclara que las pequeñas y medianas no despiden a sus empleados porque son como familias. Dan ganas de preguntarle qué hacen las que caen como moscas en quiebras, concursos preventivos o cierres de establecimientos: ¿Acogerán a los empleados en las casas de los dueños? La libertad de expresión es un derecho amplísimo que comprende la de emitir pavadas. Replicarlas es un deber, a menudo fatigante.

El macrismo es genial para cambiar las reglas de juego, reducir los beneficios reconocidos a la contraparte, incumplir lo convenido, retocar los borradores (a la baja), reglamentar distorsionando a la norma principal. Lo saben los conductores de la Confederación General de Trabajo (CGT). Deberían mantener la guardia alta: no tienen un pelo de zonzos aunque sí una carrada de otros defectos.

En mayo de 2016 se amañó una tregua anti despidos en la Casa Rosada. Era tan mezquina que la CGT se encabritó negándose a firmarlo. Hubo otra oferta meses después: sin garantías, una nube gaseosa. Los milagros son escasos, nada impidió el aumento del desempleo y la degradación de la calidad del trabajo.

En uno de sus contados raptos de rebeldía la CGT promovió la ley antidespidos aprobada en ambas Cámaras y vetada por el presidente Mauricio Macri. 

Con tan deprimente historial fresco en la memoria, hoy la cúpula cegetista abre la mano para recibir lo que venga, en el envoltorio legal que disponga el Gobierno. Apenas bromeando: casi firma de conformidad un acuerdo no escrito. Sin ironía: renuncia de volea a un paro que nunca declaró… En fin.

Se desconoce el ropaje legal del aumento. A qué empresas se dispensará o reducirá la obligación y, en su caso, contra qué recaudos.

Según cómo se imputen los pagos pueden funcionar con un plus o como un adelanto a cuenta que se descontará de futuros haberes. Falta precisar la apodada “letra chica”, mote piadoso para designar la mala fe oficial.

La conducción cegetista se aviene a lo que fueracomo compelida a cerrar trato a ciegas.Podría reclamar, así fuera retóricamente, que los informales recibieran su paga. Y señalar algunos sectores, el campo en particular, que negrean a lo pavote. Pero la solidaridad de clase es recuerdo del pasado.

El pago es un convite indigesto al menos en su estadio actual. Los compromisos para prevenir los despidos valen todavía menos. 

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Un cero al costado: El Secretario de Trabajo, Jorge Triaca (hijo), quedó más devaluado que el peso. La expresión “cero a la izquierda” lo describiría bien si no contuviera la inaplicable palabra “izquierda”. 

Entre las vagarosas propuestas oficiales está anoticiar los despidos a Trabajo con unos días de antelación. No hay Derecho sin sanción, explican los juristas. ¿Qué pasa si el patrón no cumple? ¿Paga multa, se anula la cesantía, se le abren sumarios eficaces? No se ría quien está leyendo: distamos de bromear. Tampoco llore: trate de disfrutar el domingo.

Trabajo cuenta con herramientas legales o económicas para paliar las oleadas de despidos. Los programas REPRO para dar un resuello financiero y pagar salarios durante la malaria. Los procedimientos de crisis, la conciliación obligatoria y varios etcéteras. Triaca desactivó los REPRO, un típico ahorro “de gasto social” macrista: el déficit se reduce infinitesimalmente, la desprotección laboral crece a lo pampa. 

En cuanto a la capacidad mediadora de la Secretaría ex ministerio, ejercitada a full en la etapa kirchnerista…te la debo. Ni hablar de la orientación protectoria de la repartición o del derecho del trabajo. Hastiado de lo sucedido en los últimos 70 años, el macrismo desbarata derechos retrotrayéndose a la década del 30 del siglo pasado.

Las paritarias reabiertas corroboraron la eficaz combatividad de Bancarios y Camioneros. La fragmentación del movimiento obrero tiende a acentuarse, la renuncia de Juan Carlos Schmid a su cargo de Secretario General dejó prueba de las diferencias.  La historia continuará.

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Distintos modos de pobreza: El Presupuesto 2019 se tratará en el Senado a gusto y placer del macrismo. El tratamiento (y eventual rechazo) del DNU que derogó el Fondo Federal Solidario (“sojero”) quedó pospuesto sin fecha ni destino.

La “Ley de leyes” se votará a librocerrado;una garantía para empobrecer el debate. El ajuste, a su vez, ahondará el empobrecimiento de la mayoría de los argentinos.

El senador peronista servicial Miguel Pichetto acusó a sus compañeros de bancada de querer quemar la pradera y haberse puesto el uniforme castrista por haber osado regatear unos pesos para las provincias. Dichas tratativas constituyen (salvo en el ideario macrista) el abecé de la democracia representativa, un ejercicio básico del federalismo. 

El Presupuesto hermético, intocable, “que no puede volver a Diputados” implementa una exigencia desmedida, la enésima libra de carne exigida por el Fondo Monetario Internacional (FMI). 

Si Pichetto buscaba ironizar falló: nadie se rió. Si hablaba en serio, atrasa 60 años o adelanta uno, especulando con ser el Bolsonaro argento sin votos ni carisma.

Los gobernadores no supieron o no quisieron conformar un frente común, los ciudadanos de las provincias pagarán el pato. La recesión es un hecho, la destrucción del aparato productivo una tendencia.

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El mundo es ancho y ajeno: “El mundo”, da la impresión, ya no bate palmas por el desempeño de Macri. El presidente electo de Brasil Jair Bolsonaro desaira a la Argentina eligiendo a Chile como su primer destino cuando esté en funciones. 

Las calificadoras de riesgo gringas explicitan dudas sobre la sustentabilidad del modelo M. Los consultores locales sanatean a lo pavote, a regañadientes reconocen lo obvio.

Las personas normales descubren la falsedad del teorema del ex ministro Alfonso Prat Gay. Puesto de otra forma: una brecha brutal entre el precio de tres pizzas y las tarifas de electricidad o gas. 

La crónica cotidiana da cuenta de una parva de fábricas que cierran, de cooperativas que pactan financiaciones impagables de deudas por servicios. 

Las personas en situación de calle son más visibles, sencillamente porque su número se acrecienta.

Los gobernadores deberán vérselas ahora con los aumentos del transporte público. Numerosas ciudades de la provincia de Buenos Aires recibían sustanciosos subsidios nacionales que aliviaban el bolsillo de la población. Mar del Plata y La Plata, entre ellas: sus intendentes llevan la camiseta amarilla de Cambiemos. El recorte es, en gran dosis, transversal a las banderías políticas.

Socialmente se verifica algo similar: los sectores medios y los jubilados, firme base electoral del oficialismo, engruesan el listado de sus víctimas. 

No está escrito qué harán al votar el año que viene, la crisis no decanta linealmente en derrota. El desafío para la oposición es capitalizar las condiciones que posibilitan vencer a Macri en elecciones libres. Posibilitan pero no garantizan, se resalta.

Así están las cosas, por ahora. Muchas empeorarán: el neoconservadorismo repite performances anteriores, con ropaje novedoso. La herencia económico social del macrismo tiene pinta de irreversible aunque no tocó fondo todavía.

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