Desde Londres

En un nuevo día de locos, osciló la libra y abundaron los vaticinios apocalípticos sobre la desintegración del Reino Unido, el derrumbe de su economía y concesiones que convertirían al ex imperio “en el que nunca se pone el sol” en un vasallo feudal de la Unión Europea. La reunión de la primer ministro Theresa May con su gabinete para lograr su apoyo al borrador de Acuerdo de Retirada alcanzado con la Unión Europea (UE) duró cinco horas, dos más de lo anticipado, e incluyó la cancelación de una conferencia de prensa que enloqueció aún más a los medios.

Cuando finalmente May salió a la puerta de 10 Downing Street hubo un poco de anticlímax en su anuncio de que el gabinete la apoyaba en pleno. May reconoció que el debate sobre el borrador del acuerdo de retirada y la declaración sobre la relación futura con la Unión Europea había sido “largo, detallado y apasionado”, adjetivo este último que se usa para aludir a posiciones entre muy encontradas y antagónicas. “Las opciones sobre la mesa no eran fáciles, pero la decisión colectiva del gabinete fue que estaba de acuerdo con ambos documentos”, dijo May. 

Otra palabra en clave: cuando May dice decisión “colectiva” significa que no hubo unanimidad. Según Laura Kuenssberg, editora política de la BBC, nueve de los 29 ministros estaban en contra. El diario pro-Brexit Daily Telegraph subía el número a 11. May comparecerá hoy en la Cámara de los Comunes para explicar el acuerdo. El debate promete ser tormentoso: los parlamentarios habrán tenido tiempo para encontrar la letra chica de un borrador de casi 600 páginas.   

Los tres grandes temas de este borrador o preacuerdo de Retirada británica de la UE son la deuda pendiente, los derechos de ciudadanos británicos y europeos, y la frontera entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte. Como en todo divorcio, hay una cuenta pendiente por compromisos de todo tipo que previamente se estimó en unas 39 mil millones de libras que el Reino Unido deberá abonar a la UE. En cuanto a los derechos de los ciudadanos europeos en el Reino Unido y los británicos en la UE,  el preacuerdo establece que se respetarán los derechos de los ciudadanos de ambas partes. El hueso duro de roer es Irlanda. La “recuperación” de la soberanía británica fue un tema clave de la campaña del referendo de junio de 2016. El Reino Unido estaba asfixiado económicamente, invadido por extranjeros, sin control de sus fronteras, con una justicia que dependía cada vez más de las cortes europeas. Para muchos votantes, el no a la UE era una afirmación de la independencia británica, solución mágica de todos los problemas, entre ellos muchos que tenían poco que ver con la UE como la des-industrialización thatcherista o el deterioro de los servicios sociales por la falta de inversión. 

En un intento de apaciguar a los sectores más duros que venían agitando el fantasma de la traición, May puso especial énfasis ayer en asegurar que el borrador “nos devuelve el control de nuestro dinero, de nuestras leyes y fronteras, termina con la libertad de movimiento y protege el empleo, la seguridad y la unidad del Reino”. Pero en las 585 páginas que solo un puñado de personas leyó, hay  margen para ambigüedades de todo tipo. 

El borrador, por ejemplo, establece un período de transición de 21 meses después de marzo de 2019 durante el cual el Reino Unido seguirá siendo parte del mercado unificado europeo y la Unión Aduanera, pero no tendrá voz ni voto en las decisiones de la UE. El gran temor de los Pro-Brexit es que este período de transición no termine nunca. El final debería ser diciembre de 2020, pero ¿qué pasa si no se ha llegado a un acuerdo para esa fecha? 

La experiencia diplomática europea señala que se tarda hasta siete años en negociar un acuerdo de este tipo. ¿Se extenderá entonces el período en el que el Reino Unido siga en el mercado unificado y la unión aduanera sin voz ni voto y contribuyendo al presupuesto europeo? ¿Y si no se extiende porque se cae la negociación, qué pasa con la única frontera terrestre entre el Reino Unido y la Unión Europea, la que separa a Irlanda del Norte y la República de Irlanda? La respuesta del preacuerdo es el “backstop”. Las interpretaciones sobre el “backstop” abundaban anoche según el color del cristal con que se leía el texto, pero los Pro-Brexit aseguraban que rompería el Reino Unido - Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte - porque si no hay una solución alternativa, Irlanda del Norte pasaría a regirse por las reglas económicas de la UE. 

El líder de los Pro-Brexit  es el diputado Ress Mogg y su European Research Group. Mogg dejó en claro que rechaza el acuerdo y escribió a diputados afines para explicarle sus razones, entre ellas, que el Reino Unido se convertiría de hecho en un “estado vasallo”. En términos similares se pronunció Arlene Foster, líder del  principal partido de Irlanda del Norte, el unionista DUP. “Si Theresa May dio marcha atrás en los compromisos que contrajo con nosotros, habrá consecuencias”, dijo. El tono amenazante de Ress Mogg y Foster no es un caso de perro que ladra no muerde. Todo lo contrario. May tiene mayoría parlamentaria gracias a los 10 votos del DUP que consiguió a cambio de una inversión de mil millones de libras en Irlanda del Norte acordada tras las elecciones del año pasado. El patricio y caricaturesco Ress Mogg comanda una fuerza de unos 40 parlamentarios conservadores. Pero hay a muchos otros descontentos, entre ellos el ex ministro por el Brexit David Davis, el ex canciller Boris Johnson y su hermano Jo Johnson, que renunció el viernes pasado como ministro de transporte, aunque por motivos exactamente opuestos a Boris (es un ferviente pro-europeo). 

El pre-acuerdo necesita la aprobación de la Cámara de los Comunes. La aritmética parlamentaria no termina de cerrarle a May, pero este miércoles la suerte le sonrió. Lo que hasta hace unos días y durante muchísimos meses parecía imposible, se dio: pipa de la paz con la UE. Se espera que la Unión Europea convoque a una reunión este 25 de noviembre para aprobar el borrador. El parlamento debería debatir y votar antes de las navidades. 

Anoche May se reunió por separado con la líder irlandesa del DUP, Arlene Foster, con la líder de los Escoceses Nicola Sturgeon y más sorprendente aún, con el líder de los laboristas, Jeremy Corbyn. May necesita sus votos para que el preacuerdo llegue a buen puerto. Necesita también que Ress Mogg no junte las 48 firmas de diputados conservadores que dispararía una elección interna en el Partido Conservador que podría terminar con la carrera de May y con el borrador para la Retirada del Reino Unido de la UE anunciado anoche. El rock and roll recién comienza.