Pionera de la patria contratista, la empresa Benito Roggio e Hijos comenzó sus obras de construcción en Córdoba en 1908. En pocos años, se convirtió en una de las compañías argentinas más importantes del sector y hoy es una de las cien empresas que manejan la economía argentina, según el ranking de la revista Forbes.

Se trata de uno de los grupos beneficiados por la última dictadura cívico-militar: fue la empresa responsable de la construcción de ATC y el estadio Chateaux Carreras; realizó obras en la Central Térmica y los aeropuertos de Tucumán y Córdoba. Además, se sumó al negocio de la recolección de basura en la ciudad de Buenos Aires gracias a su relación con el intendente de facto, Osvaldo Cacciatore.

“Acá hubo una guerra y en la guerra pasan cosas. En ese momento yo estuve de acuerdo con la guerra contra la subversión. Ha sido un parto doloroso pero necesario para el país”, sostuvo Aldo Roggio, quien recientemente renunció a la presidencia de la firma, en el libro “Los dueños de la Argentina”.

En 1994, tras una escandalosa licitación, Carlos Menem le otorgó la concesión del subte porteño. En esos años la empresa hizo grandes negocios con la obra pública, incluyendo la construcción de la represa Yacyretá, uno de los casos de corrupción más grandes de la historia argentina.

La de Roggio es una de las cien empresas argentinas investigadas por la megacausa Odebrecht en el país. Por esta causa, Aldo Roggio está procesado, embargado y tiene prohibida la salida de la Argentina. 

Recientemente, Roggio reconoció el pago de coimas al declarar como “arrepentido” en la causa de “los cuadernos de la corrupción”. Luego de declarar ante el juez Claudio Bonadio, renunció a la presidencia de dos de sus empresas: Benito Roggio e Hijos S.A. y Clisa, Compañía Latinoamericana de Infraestructura & Servicios.