El Presupuesto en rojo que aprobó el Senado, en vez de asignar partidas, las retira. Es un presupuesto al revés. Se trata de una lista que enumera cuánto se saca de cada rubro, un antipresupuesto. El país está en rojo pero no por comunista sino por quebrado. El gobierno de Cambiemos aprobó un presupuesto que es la expresión más clara de su dramático fracaso. Dramático para la gente de a pie, a la que los mismos que han hecho este desastre le reclaman sacrificios. Muchos de ellos lo votaron, engañados, seducidos por promesas que nunca se cumplieron o por razones en las que cada uno habrá creído, pero ya no se trata de creer, las consecuencias están a la vista, duelen en el alma, en la panza y en el bolsillo: casi 50 por ciento de inflación en 2018 y cien por ciento de devaluación, con un 20 por ciento de pérdida de capacidad adquisitiva del salario y el cierre de miles de empresas y comercios. Eso fue 2018, pero el Presupuesto que se aprobó el miércoles anuncia un 2019 aun peor.

Ni siquiera lo pueden ocultar los medios y los periodistas del oficialismo. La quiebra del país es indefendible, 2019 será un año difícil para la clase media y los sectores más humildes. La caída de la industria, más del 11 por ciento, es un dato que arrastra a miles de familias a la miseria. En todo el planeta hubo un sólo país con peor resultado en ese andarivel y fue Burundi.

No se está pagando ninguna fiesta. El gobierno de radicales y macristas asumió con muy poca deuda. Si hubo una fiesta, ya estaba pagada cuando asumió Mauricio Macri. En cambio el país que recibirán los que ganen las próximas elecciones arrastrará la deuda inmensa que se tomó en estos años y que solamente sirvió para enriquecer a unos pocos. Una deuda que el Fondo Monetario no tendría que haber concedido en condiciones claramente impagables. En el nuevo presupuesto bajan las partidas para salud y educación y la única que aumenta es para el pago de deuda externa.

Los medios, incluso los oficialistas, cuentan las monedas que habrá para ciencia y técnica, imaginan lo que faltará en los hospitales o los precios a los que volará el transporte y los demás servicios dolarizados y sin subsidios. Ha sido el avispón que molestó al gobierno. Empieza el año electoral y cada vez es más evidente que el eje de los opositores será la demolición de la gestión de Cambiemos. El gobierno también lo sabe. Y apela entonces a su único argumento: la persecución al kirchnerismo y a Cristina Kirchner en particular.

Es como el cuento del tío. Cambiemos dice “oia, miren para allá”, y cuando el tipo se dio vuelta para ver el pajarito, lo dejaron sin billetera. El Presupuesto se aprobó el miércoles, al otro día los medios se rasgaban las vestiduras por las penurias que anuncia. Inmediatamente los legisladores del oficialismo anunciaron que insistirán el martes con el desafuero de Cristina Kirchner en la causa de fantasía donde se la acusa de traición a la patria. A esta altura, el señor tiene que darse cuenta que esas causas son  el pajarito con que lo distraen para manotearle la billetera.

El discurso impecable de Cristina Kirchner para fundamentar su rechazo al Presupuesto confirmó que está muy por encima del promedio de la política local y explicó el temor que le tienen. Al que le guste la política, puede estar de acuerdo o no, hasta le puede caer antipática la ex presidenta, pero es imposible dejar de reconocer su calidad.

Y esa estrategia de persecución para polarizar con ella o distraer la atención, como en este caso, tiene un punto de inflexión que ya no está muy lejos. Es un proceso que todavía está en su inicio, pero a partir de ese punto la confrontación terminará convirtiéndose en proselitismo. Por más boba que sea la víctima, el cuento del tío y el de mirar al pajarito sirven para una vez, aunque el votante de Cambiemos puede dar sorpresas que después pagará el resto de la sociedad.

El escenario parlamentario dejó entrever hilachas del movedizo universo electoral. Aunque todo está fluido, la foto de hoy perfila dos centros de confluencia en el peronismo. Por un lado la estructura del PJ que conduce José Luis Gioja, más el kirchnerismo y el grueso del movimiento gremial, algunos gobernadores, los intendentes bonaerenses y una parte que viene del massismo. Por la otra, Miguel Pichetto, algunos gobernadores, como Juan Schiaretti, más la mayoría del Frente Renovador que quedó con Sergio Massa.

En los últimos poroteos, las alianzas entre peronistas pesaron más que los cantos de sirena del oficialismo, que sacaba provecho de las diferencias en el peronismo. La aprobación del Presupuesto implicó el resquebrajamiento del bloque que encabeza Pichetto en el Senado. Y en la votación para la Magistratura, el peronismo ganó dos representantes del Senado y otros dos en Diputados, para lo que debieron confluir el interbloque de Felipe Solá, el del Frente Renovador, el Bloque Justicialista y el Frente para la Victoria.

Analistas y focus group decían hasta hace poco que el votante del massismo se inclinaba más hacia el macrismo que hacia el peronismo en una segunda vuelta. Los movimientos en el Congreso estarían dando cuenta de los corrimientos en el ánimo de esas bases. Los focus group empiezan a dar señales de que la molestia por el desastre en la economía pesa más que el rechazo al peronismo. Es una señal de segunda vuelta que modela nuevos realineamientos.

Hay que borrar el recuerdo nefasto del presupuesto y el recuento de las penurias que implica. Sale el pedido de desafuero a Cristina con fritas para que los medios oficialistas titulen sus primeras planas. Y de aperitivo, aparecen los atentados anarkotrozkokirchneristas. En el del cementerio, salió herida la joven que fue a poner la bomba en una tumba. El blanco era un muerto y le salió mal. Y además resulta que según las redes, tiene una tía kirchnerista. En el otro atentado, en el domicilio del juez Claudio Bonadio, el terrorista es filmado de frente y perfil mientras pone la bomba. Son de terror. Más catrasca, imposible. Están los dos presos, junto con una cantidad de punk y okupas en casas derruidas y comunidades cuasimenesterosas. Se viene el G-20 y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, se quiso lucir por la rapidez con que detuvo a los frustrados terroristas.

Ya llega el G-20 y Bullrich tiene a los anarquistas para mostrar, y ahora se consiguió a dos ciudadanos musulmanes acusados de integrar Hezbollah a los que vienen investigando desde enero. Pero el circo es para las visitas importantes. Los vienen investigando desde enero y no tienen una sola prueba para sostener la acusación ni el humillante operativo y detención a las que fueron sometidos. La historia del video que no existe se parece a la de los cuadernos que no existen pero que sirvieron para meter presa a un montón de personas como parte de un gran operativo mediático que trató de ocultar la desesperada negociación del gobierno con el FMI.

Un tipo anónimo denunció a la DAIA que había un video donde los muchachos detenidos entrenaban con un fusil AK47. No existe el video y tampoco el fusil. No se entiende para qué los detuvieron ni porqué los investigaron tanto tiempo si no había siquiera indicios para hacerlo. Pero en el mundo de los jefes de policía y organismos de seguridad occidentales que ya están llegando al país cotiza detener a dos jóvenes musulmanes y acusarlos de pertenecer a Hezbollah.

Aunque los muchachos detenidos sean inocentes, el barullo que armó Bullrich le sirve para demostrar identidad de intereses, afinidad ideológica y colaboración con los peces gordos que vienen con la seguridad de Donald Trump y otros mandatarios occidentales. Argentina tiene una honrosa tradición de convivencia pacífica entre las colectividades árabe y judía. En el barrio de Floresta, donde se produjeron las detenciones, se puede ver a las mujeres árabes con sus hiyab y a judíos ortodoxos con el shtreimel en sus cabezas. Hay una política que no quiere esa convivencia y está dispuesta a introducir en el país la lógica de la violencia que la reemplaza en otros lugares.

Con los atentados anarkotrozkokichneristas y las detenciones de los muchachos musulmanes como telón de fondo, Bullrich advirtió que “las acciones que vamos a tomar si existe violencia serán inmediatas”. Y aconsejó a los porteños que mejor se vayan de la ciudad para el fin de semana que se realizará la reunión de jefes de gobierno del G-20. Lo dijo en serio y en un sentido muy concreto. Esa entrega física de la ciudad, con sus habitantes expulsados por un infernal despliegue de seguridad, actuó también  como acento y confirmación de lo que había perpetrado el gobierno y el Congreso en estos días al entregar la economía del país servida en bandeja al Fondo Monetario Internacional.