A manera de un impersonal Pierre Menard solemos describir la realidad como si esta se hubiera detenido en el tiempo. Pasan los años y las noticias de antaño nos deslumbran por su actualidad. El poeta chileno Nicanor Parra en un poema de su Obra gruesa retrataba algunos acontecimientos del año 1957: “El gobierno detiene la inflación…/ Huelga de profesores y estudiantes/ Escasean el pan y los remedios/ Llegan más automóviles de lujo/ Los estudiantes salen a la calle/ pero son masacrados como perros/ La policía mata por matar/ Nuevos abusos con los pobres indios: quieren desalojarlos de sus tierras”. Salvo en lo de detener la inflación el resto de las cuestiones son elementos cotidianos que se viven en la Argentina de hoy. 

Así, los países de la Patria Grande simulan escenarios, escenografías y coreografías que se mantienen en lo esencial invariables y en donde sólo los actores de la representación se van cambiando. El énfasis de la obra suele ser también alterado, así por ejemplo una versión en tragedia puede ser continuada por una puesta en escena en tono de farsa. 

Inflación

Vale detenerse en la cuestión inflacionaria resuelta de la que habla Parra. La inflación constituye uno de los problemas económicos de más difícil resolución y emerge como uno de los tópicos que más horadan la base de sustentación de los gobiernos junto con los escándalos de corrupción. 

Hacia 1952 asumía la presidencia de Chile el general Carlos Ibáñez del Campo de la mano del partido Agrario Laborista acompañado por otras expresiones políticas menores. Su imagen de campaña la constituía una escoba con la que prometía barrer con la corrupción. La solución de este tema se le tornó por cierto complicada, pero la inflación se le resistía con una fuerza indomable: 55 por ciento en 1953, 71 en 1954 y 83 en 1955. Los reclamos de las organizaciones sociales para frenar el deterioro de las condiciones de vida de la población y las presiones del establishment, en particular de su vocero mediático El Mercurio, tenían contra la cuerdas al gobierno. 

Por medio de editoriales diarias El Mercurio reclamaba el fin de la intervención estatal en áreas que le estarían vedadas por la ciencia económica, permitiendo con ello dejar en el pasado situaciones artificiales generadas por el modelo de sustitución de importaciones, dando paso así a la libre expresión de las fuerzas económicas del mercado. Para ello se requería que un saber técnico objetivo aportado por la teoría económica neoclásica, incontaminado de ideas y enfoques extraños, dominara el diagnóstico y la implementación de las políticas económicas (Sofía Correa, Algunos antecedentes históricos del proyecto neoliberal en Chile, 1955-1958). 

La manera en la que el gobierno de Ibáñez del Campo cedió a los cantos de sirena mercuriales fue la contratación de una agencia estadounidense para llevar adelante modificaciones de carácter estructural que permitieran desterrar de manera definitiva la plaga inflacionaria: la misión Saks-Klein. 

Consultores

El diagnóstico llevado adelante por los consultores americanos consideró que la inflación tenía como causa un excesivo nivel de demanda, la que era sostenida por un elevado gasto público y por el corset que el Estado aplicaba al funcionamiento del libre mercado. 

Como medidas a seguir, la misión Saks-Klein propuso avanzar en una baja drástica del gasto público y la demanda agregada, disminuyendo la intervención estatal en la economía y reorganizando la Administración Pública, reduciendo el número de organismos estatales y despidiendo masivamente empleados del sector. Como medidas específicas se fijó que los salarios aumentaran en un porcentaje menor al alza del costo de la vida y se eliminó por decreto el reajuste automático de las remuneraciones. Asimismo, se estableció que el Estado se desentendería de la estructura general de precios en la economía dejando librada esa tarea al mecanismo de oferta y demanda. También se decidió la suspensión de los subsidios a las empresas de utilidad pública, con el correspondiente aumento de las tarifas y se redujeron los aranceles a las importaciones (Tomás Moulián, El gobierno de Ibáñez, 1952-1958). 

Este programa de ajuste, tan familiar a los oídos modernos, constituye uno de los primeros planes de reforma estructural de la economía chilena llevado a cabo en fecha tan temprana como el período 1955-1957. De hecho, Rolf Lüders, uno de los Chicago Boys que llegó a ser ministro de Hacienda del dictador Augusto Pinochet, sostiene que “el gobierno de Ibáñez del Campo aceptó el paquete propuesto por Klein-Saks y se iniciaron las reformas. Sin embargo, alrededor de un año y medio después, una amplia oposición política a estas reformas indujo al gobierno a cancelar el contrato con Klein-Saks, a pesar del hecho de que la inflación se había reducido drásticamente. Décadas después del intento de Klein-Saks y comenzando a fines de 1973, los militares pudieron implementar, esta vez bajo la dirección de los Chicago Boys, un sistema de mercado coherente en Chile, no muy diferente de la imaginada por Klein-Saks a mediados de los cincuenta”. 

Conflicto

La oposición política de la que habla Lüders estuvo encabezada por la Central Única de Trabajadores, los centros de estudiantes y diversas  organizaciones sociales más. También contó con el respaldo de los partidos políticos que una década después llevarían a la presidencia a Salvador Allende. 

El momento más álgido del conflicto se alcanzó con la llamada Batalla de Santiago (3 de abril de 1957) en el que miles de manifestantes que marchaban en contra del gobierno fueron reprimidos con un saldo de 16 muertos y miles de heridos. En este ambiente enrarecido de ajuste y represión se realizaron las elecciones de 1958 en el que fue elegido Jorge Alessandri, candidato de la derecha conservadora chilena.

Como bien señalaba Parra, la inflación había sido derrotada, pero a costa del empobrecimiento general de la población. El descontento, sin embargo, no fue suficiente para canalizar la emergencia de una alternativa popular de gobierno, entre otras cosas por la aparición de un candidato presidencial que restó votos a Salvador Allende. Este, en su segunda presentación como referente de la izquierda, quedó a apenas 2,7 por ciento abajo de Alessandri mientras que un casi desconocido Antonio Zamorano (el llamado ‘cura de Catapilco’), que decía representar los auténticos intereses del pueblo, alcanzó el 3,5 por ciento de los votos, los necesarios para que Allende perdiera. 

Tiempo después se conoció que la derecha chilena había sostenido económica y logísticamente la candidatura de Zamorano. Este personaje, que fungió también por un tiempo como militante socialista, se transformó más adelante en un recalcitrante partidario de la dictadura de Pinochet.

Libreto

La enseñanza que podemos extraer en Argentina de estos episodios parte en reconocer en primer lugar la permanencia de los elementos de un libreto histórico ya representado en las tablas de la realidad política latinoamericana: ajuste, empobrecimiento, represión, resistencia popular, neoliberalismo. 

En segundo lugar, que en escenarios con este nivel de complejidad aparece una multiplicidad de dirigentes que, a pesar de su escaso impacto en las preferencias de la ciudadanía, insisten en visibilizarse en los medios de comunicación con el explícito objetivo de restarle respaldo a quien aparezca como la opción genuina de los intereses populares. 

Más allá de discursos con mayor o menor énfasis opositor, la historia muestra que detrás de estos dirigentes está la mano oculta de la derecha y el respaldo siempre presente del Tío Sam. 

Finalmente, que de antemano no está garantizado el triunfo. De nuestra inteligencia y actitud dependerá que las funciones venideras en nuestra patria tengan el embrujo de una comedia isabelina y no el desencanto y el dolor de las tragedias y las farsas de la peor estofa.

* Ingeniero, Facultad de Ingeniería, Universidad Nacional del Comahue. [email protected]