La temporada 2018 de Nuova Harmonia culmina con Candide, de Leonard Bernstein. Con funciones hoy, jueves y sábado en el teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125, a las 20.30), se estrenará una de las obras más complejas y extrovertidas del compositor y director estadounidense en el año del centenario de su nacimiento. Se trata de una producción integral del Teatro Argentino de La Plata, con la dirección musical de Pablo Drucker, al frente del Coro y la Orquesta Estables, y la puesta en escena de Rubén Szuchmacher. 

¿Es una ópera cómica del siglo XX? ¿Una comedia musical barroca? ¿Un singspiel de vanguardia? ¿Una ballad opera de autor? Nada de eso y todo. O, mejor, un poco de cada cosa, como en casi toda la música de Bersntein. Más allá de las posibles clasificaciones, Candide es un trazo vertiginoso de teatro musical que incluye una multitud de estilos y características para combinarlas y resignificarlas continuamente en nombre de una idea superior: la comunicación. “Es una obra difícil de ubicar en cuanto al género, pero ese es un problema secundario frente al desafío de sostener el ritmo dramático que necesita una obra que resulta particularmente compleja por la variedad estilística que propone”, comenta a PáginaI12 el director musical Pablo Drucker. Son veintisiete los números musicales que trazan el arco narrativo de una trama atiborrada de personajes y situaciones. Una historia extraída de la sátira filosófica, Cándido o el optimismo, publicada en París en 1759 y firmada por Voltaire con el seudónimo de “Monsieur le docteur Ralph”. “Son muchos los hilos que se mueven en una partitura riquísima, articulada en números muy breves y en general marcadamente contrastantes. Entre un número y otro el contraste es brutal. Se da desde lo narrativo y también en la música, en la armonía, el ritmo. Ante esa diversidad es fundamental lograr continuidad entre los cambios”, agrega el director.

“Ya desde la obertura la música de Candide ofrece sorpresas. Cuando comencé a estudiar la obra,  me sorprendió la heterogeneidad que el compositor planteaba en los distintos momentos. En dos horas y media pone en juego mucho material, y eso hace que nunca se está seguro hacia dónde se va a disparar la obra. Sin embargo, los números cortos, de dos o tres minutos, hacen que todo fluya con un ritmo que te atrapa pero no te ahoga”, continúa Drucker, que no pierde de vista que la música de Bernstein es la de uno de los grandes directores del siglo XX. Estrenada en 1956, Candide es el reto de traducir en música y llevar al teatro popular un relato filosófico, una novela de aprendizaje en la que Voltaire critica desde los principios de la razón iluminista, ese optimismo por el cual todo es bueno por naturaleza.

El joven Candide (interpretado en esta puesta por el tenor Santiago Martínez) es un cultor incondicional del optimismo. En ese afán lo guía su tutor, el Doctor Pangloss (el barítono Héctor Guedes), que lo formó en la convicción de que la razón divina procede siempre hacia el bien y que pase lo que pase vivimos siempre en el mejor de los mundos posibles. Expulsado del castillo del barón Thunder-ten Tronckh en Westfalia y enamorado de una de la hija del barón, Cunegunda (la soprano Oriana Favaro), Candide se salva de la invasión de los búlgaros, de los que sin saber muy bien cómo, termina siendo parte. Comienzan así sus increíbles aventuras: escapa de la guerra, de un naufragio y un terremoto en la costa de Portugal, donde es arrestado por la Santa Inquisición en Lisboa y sentenciados a muerte junto a su maestro Panglos. Candide se salva y llega a París en busca de Cunegunda, quien en tanto se convirtió en amante compartida de un mercader judío y de un cardenal católico. Candide mata a los dos amantes y escapa con su Cunegunda hacia Cadiz para embarcarse hacia el Nuevo Mundo: Buenos Aires, Cartagena, Eldorado y, finalmente, Venecia, donde mientras tanto, Cunegunda había sido tomada como esclava.”No somos sabios, ni puros, ni buenos. Haremos lo mejor que podamos”, termina Candide, para reconducir la metafísica del optimismo hacia la órbita de lo humano y sus miserias. 

Bajo la aparente ligereza de la ironía, Candide es un comentario amargo y despiadado sobre la hipocresía con que el mundo y su complejo de culpa esconden la verdadera naturaleza del hombre. Contado, eso sí, con la mejor música posible.