La Competencia Argentina del reciente Festival de Mar del Plata mostró que la cinematografía nacional tiene sus mandatos. Desde ya que ninguno está escrito o forma parte de los contenidos académicos de alguna facultad, pero sus huellas son indisimulables en la pantalla grande. El principal y más visible es aquel que parece desaconsejar filmar lo que se tenga a mano, como si recurrir a universos cercanos y conocidos fuera un pecado. De allí que hayan abundado documentales, ficciones e “híbridos” que apostaban por conjugar lo exótico con lo desconocido viajando hasta lugares alejados e inhóspitos: películas que piensan que a mayor distancia del punto de origen de sus realizadores, mayor será el carácter sorprendente de lo mostrado. Iván Fund es una de excepciones más notables a esta regla, un director que ha construido gran parte de su obra basándose en la observación atenta de las diferentes aristas de la rutina de la localidad entrerriana de Crespo y sus alrededores. Una obra que con Vendrán lluvias suaves pega un volantazo radical entrelazando esa observación con un modelo narrativo ampliamente trajinado –no aquí, desde ya– como el de las aventuras infantiles. Lo sorprendente, entonces, como consecuencia de dejarse sorprender.

Tal como afirma el catálogo de Mar del Plata –de donde el film se llevó una Mención Especial del Jurado de la Competencia Internacional–, el guión coescrito por Tomás Dotta y el realizador de Hoy no tuve miedo, Me perdí hace una semana y Toublanc tiene como grandes referencias a Los Goonies y Súper 8. De ellos toma la idea madre de un grupo de chicos sometidos a una experiencia extraordinaria a raíz de un evento anómalo y un tono que coquetea entre el terror infantil y un progresivo corrimiento hacia lo fantástico. Spielberg y la reciente Stranger Things podrían sumarse a la nómina de antecedentes de este film que comienza cuando, luego de un apagón nocturno, los adultos del pueblo caen en un sueño profundo, una suerte de maleficio sin final a la vista que deja a los niños y adolescentes librados a su propia suerte. Fund muestra ese apagón desde una toma aérea que capta el carácter plano y apacible del lugar. Un lugar que, aunque mayormente dormido, tendrá un peso narrativo igual de importante que el de sus protagonistas de carne y hueso.

Esa noche Alma había dormido por primera vez fuera de su casa, por lo que el destino de su familia es una auténtica incógnita. Lentamente irá cruzándose en la calle con otros chicos en su misma situación. ¿Qué pasó? ¿Por qué todos duermen menos ellos? El punto de partida pone al espectador a la espera de novedades sobre los motivos del sueño. Pero esas novedades nunca llegan. A cambio, Vendrán lluvias suaves –el título proviene de un cuento breve de Ray Bradbury– muestra el recorrido de los chicos a lo largo de esas calles vacías rumbo a la casa de Alma, donde su hermanito está solo. En ese acompañamiento se cifra la operación del director: las calles son las mismas de siempre, al igual que esos perros que vagabundean sin rumbo definido, pero lo que ha cambiado es la forma de observarlas y su significación. Habitual ámbito de hastío y tiempos dilatados, el terreno funciona ahora como una pista de obstáculos acordes a las particularidades de su fisonomía. Acá no hay monstruos gigantes ni grandes desafíos por la supervivencia; sí una aventura construida sobre la acumulación de pequeñas épicas cotidianas. Rescatar a un perro encerrado en un auto, atender a un chico lastimado luego de caerse de un árbol o atravesar una nube de mosquitos son algunas de las postas que atravesarán los chicos durante el periplo. 

Fund pega la cámara a ese grupo de chicos de entre 5 y 11 años sometidos a una experiencia bisagra, el potencial inicio de una nueva etapa, para captar al detalle sus expresiones y la construcción de una dinámica. Quizá sea esa contención mutua la que explique la pasividad interna que los atraviesa. Lejos de la desesperación, tanto Alma con el resto del grupo lucen llamativamente calmos. “¿No tenés miedo que tus papás no se despierten?”, le pregunta uno a otro, que responde con un rotundo “no”. En ese sentido, y aun tratándose de un universo con reglas propias, no le hubiera mal a Vendrán lluvias suaves acrecentar la sensación de sorpresa y temor, dos elementos fundamentales del género de aventuras ante la aparición de lo sobrenatural.