Esta no me la contaron: en el pasaje que está frente a la redacción de PáginaI12 se había instalado una familia. Una pareja joven, con hijos de tres y cinco años. Dormían a la intemperie y hacían su vida como podían. Carlos Brigo, uno de los fotógrafos que fueron despedidos de Télam, cuyas instalaciones están del otro lado de esa cortada, vio a los chiquitos, sintió la frustración insondable del padre, el esfuerzo monumental de la madre por transmitir humanidad a sus hijos en ese purgatorio, una normalidad exigua protectora de lo inhumano de lo humano, y les pidió permiso, tomó una serie de imágenes y las colgó en las redes. Movilizó la solidaridad de mucha gente que se acercó para ayudar e incluso alguien consiguió un trabajo de casero. Esa vez hubo un final, si no feliz, por lo menos humano. Pero las imágenes se multiplican.

De repente, esas imágenes ya no se ven en algunos barrios, sobre todo en los que circularán las comitivas del G-20. Parece que el gobierno decidió erradicar a las personas en situación de calle para que no afeen la ciudad durante la visita de los mandatarios que participan en el G-20. Serán zonas liberadas de pobres y menesterosos.

Uno de los barrios donde más aumentó la gente en situación de calle es San Telmo. Y son familias con chicos, no como antes, cuando la mayoría estaba atravesada por muchas circunstancias particulares, además de la pobreza. En San Telmo son familias que encuentran refugio bajo los alerones de la autopista y algunas se instalan con sillones, mesitas y otros enseres mínimos que han podido salvar del naufragio del desalojo. Muchas veces rehúyen de los albergues porque separan a las familias.

Las redes se han poblado con fotografías que muestran una cama echa amorosamente sobre la vereda, con un muñeco de peluche arropado por su dueña, una nena que imaginamos que no tiene ni diez años. Otra donde se ve un dormitorio sin casa, al descubierto, colchón sobre el piso, dos ladrillos de mesa de noche y una madre que viste con esmero a su pequeño hijo, le alisa el guardapolvo, lo peina, lo prepara para la escuela. Una escena íntima de miradas y gestos mínimos, cruzada por las emociones profundas entre madre e hijo, a la vista de todos. Para la madre y el hijo, calle y transeúntes se han invisibilizado, abstraídos en el lazo que los unirá en cualquier circunstancia. Y los caminantes que pasan han invisibilizado a la madre y el chico en situación de calle. Se han invisibilizado mutuamente.

“De varias fuentes directas: muchos de los sin-techo de Recoleta-B.Norte están pagados por punteros. De donde salen los $? Que dice la AFI?”, fue un tuit del abogado Alejandro Fargosi que se replicó miles de veces en julio del año pasado, como parte de la guerra de información falsa con que Cambiemos inundó las redes durante la campaña para las elecciones de medio tiempo.

Fargosi fue citado por la Justicia para que presentara sus “fuentes directas”. Pero no eran directas o no existían. Lo que había era un abogado millonario, ligado al PRO, que quiso encubrir la miseria provocada por el gobierno con una posverdad miserable. Alejandro Fargosi es hijo de Horacio Fargosi, quien ocupó distintos cargos en las empresas españolas que vaciaron y fundieron a Aerolíneas Argentinas. Acaba de presentar ahora un amparo en defensa del PRO por la elección de consejeros de la Magistratura.

Esas familias en situación de calle, en las condiciones más humillantes y vulnerables, eran actores pagos según denunció falsamente Fargosi en sus tuits durante la campaña electoral del 2017. Por ganarse unos pesos, dejaban su cama para dormir en la calle, sobre las veredas donde orinan los perros y los borrachos, expuestos al frío y la lluvia, a las inclemencias del clima y de los humanos. El PRO puede inventar ese tipo de mentiras y procesarlas para que incluso las crean muchos de los que son víctimas potenciales de esas situaciones.

Cambiemos gobierna la CABA desde hace 12 años, por lo menos. Pero desde que asumió Mauricio Macri en el gobierno nacional, la cantidad de personas en situación de calle se duplicó o más. Ni hace falta demostrarlo, porque es evidente.  

Erradicarlas, expulsarlas para que no estropeen la vista de la ciudad muestra el flanco más cruel del libremercadismo de ricos de este gobierno. Antes dijeron que eran actores pagados por punteros, gente que “actúa” de pobre, como si los pobres no existieran y hay pobres que se lo creen. Parece una estupidez increíble, pero esa mentira evidente fue amplificada por la veterana Susana Giménez en un programa con María Eugenia Vidal. Cada ciudadano que es capturado por esa forma de pensar se suma al cambio, en un proceso de metamorfosis de humano a cucaracha.

Los mandatarios del G-20 no verán pobres. Está bueno, Buenos Aires. Y lo que no se ve, no existe.