Xi Jinping trajo a Buenos Aires el sueño chino. Mientras que el presidente de Estados Unidos Donald Trump patalea contra todo y todos y amenaza el orden mundial que su propio país creó al final de la Segunda Guerra Mundial, ese sueño chino se va colocando como una opción sobre la cual podría erguirse una nueva estructura de relaciones entre los países del mundo. Si esto sucediese, China estaría haciendo su sueño, realidad.

Es que el sueño chino consiste precisamente en eso: recolocar a China como Imperio del centro del mundo, su ‘legítimo lugar’ que ocupó milenariamente hasta que los británicos la doblegaron a partir de la primera guerra del opio (1839-42), iniciando cien años de sojuzgamiento y deshonras, división y ocupación de su territorio entre europeos, Estados Unidos y Japón, y de imposición de tratados comerciales humillantes, que la llevaron a casi desaparecer. China hasta ese momento tenía poco y nulo interés en intercambios –comerciales u otros— con Occidente. Forzada a abandonar su aislamiento, entre 1840 y 1906 firmó bajo coerción unos 700 tratados desiguales mientras era invadida varias veces. Hoy, China toma el inicio de su redención en 1949 con la Revolución Comunista de Mao, y su sueño es completar esta relegitimación en 2049.

Mao Zedong, Deng Xiaoping y Xi Jinping son los tres grandes líderes de este sueño chino. Mao es visto como responsable de librar a China de la opresión externa. Esencial, y motivo de gran orgullo para el pueblo chino, fue haber logrado en 1964 desarrollo nuclear propio – luego que Mao expresara “He oído que otros países no reconocerán tu legitimidad si no tienes una bomba atómica”—, seguida por la de hidrógeno en 1967. Así, China volvió a sentir su soberanía segura. Pero el costo económico fue inmenso. La participación del producto chino en el mundo disminuyó a la mitad entre 1955 y 1980, cuando se ubicó en 2,5 por ciento. La expansión económica sería tarea de Deng Xiaoping creando el vigente proyecto de socialismo con características chinas. Aclarando que esto “no significa que abandonemos a Marx, Lenin o Mao Zedong”, Deng combinaría la idiosincrasia china de honrar sus antepasados con el reconocimiento que no había en sus libros respuesta a la pregunta sobre qué curso tomaría China.

La estrategia adoptada se inspiraría en un conocido dicho chino: moverse constantemente al sentir el camino sobre las piedra . Hace alusión a que, frente a una situación inédita (cruzar un río desconocido) se debe avanzar lentamente para hacerlo en forma segura. Sin abandonar la herencia cultural china, Deng estimuló que sus compatriotas innoven en desarrollar las fuerzas productivas. El resultado es espectacular: responsable por uno de cada cinco dólares de bienes agrícolas e industriales que se producen, China se transformó en el mayor productor y exportador mundial. Su participación en el comercio mundial creció diez veces y su ingreso per cápita, en paridad poder de compra, pasó de poco más de 700 dólares (1980) a 16 mil dólares (2018). Para James Hsiung la transformación que se registró bajo Xiaoping “puede considerarse la reconstrucción más fundamental de China desde la fundación de la dinastía Han hace más de 2.000 años”.

Este milagro de china constituiría la primera mitad de la reforma de China. Xi Jinping, como declaró, la complementaría: “En cuanto a la segunda mitad, nuestra principal tarea histórica será mejorar y desarrollar el sistema socialista con características chinas y proporcionar un sistema institucional más completo, estable y efectivo”. Elemento esencial de esta parte es combinar el desarrollo de China con relaciones mutuamente beneficiosas con otras naciones. Así, parte del sueño chino hoy es la promesa al mundo de progreso compartido, de respeto al orden internacional y de paz. Xi Jinping anunció al mundo este sueño chino en 2013 declarando que China sería moderadamente próspera para el centenario de fundación del Partido Comunista Chino en 2020 y moderna en el centenario de su llegada al poder en 2049. Así, China completaría su ciclo de ascensión, dejando atrás el siglo de humillaciones, recuperando el protagonismo en la comunidad global: su liderazgo se manifestaría en todas las áreas de la vida humana, de la economía y negocios a los valores morales, de la ciencia y cultura al poder militar. China pretende cumplir su sueño estableciendo relaciones amigables y pacificas con las naciones del mundo.

La sola presencia de Xi Jinping en Buenos Aires, o al lado de Trump o en visita de Estado a la Argentina junto con Mauricio Macri, es una referencia directa al sueño chino. En cuanto a la guerra comercial, seguirá el criterio del Consejo de Estado de China: “La globalización económica es la tendencia de los tiempos, y la paz y el desarrollo representan la aspiración de todos los pueblos… La cooperación es la única opción correcta para China y los Estados Unidos, y sólo un enfoque en que todos ganen conducirá a un futuro mejor”. Por eso, China puede dialogar, buscar un acuerdo en el futuro y hasta ceder en algún punto, pero no hacer nada que considere que pueda perjudicar el camino de concretar el sueño chino.

Es que Xi Jinping, como tercer gran líder de la revitalización, sabe que nunca estuvo tan cerca China de hacer realidad su sueño.

 

Andrés Ferrari Haines y André Moreira Cunha son profesores de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, Brasil