Vélez superó anoche a un Central repleto de juveniles por 2-0 en Liniers y sigue escalando posiciones en la tabla de la Superliga, donde ya alcanzó los 24 puntos. Para el elenco rosarino, que cuidó jugadores con la cabeza puesta en la final de Copa Argentina de este jueves ante Gimnasia en Mendoza, fue el fin de una seguidilla de dos triunfos consecutivos.

Los dirigidos por Gabriel Heinze tenían frente al Central “muletto” una inmejorable oportunidad para ensanchar su impresionante racha como local: 13 partidos sin perder (la última derrota había sido en febrero ante Patronato por 0-2 en el torneo pasado), con siete triunfos y seis empates, y cinco encuentros sin recibir goles en contra. Sin embargo, al habitual dominio de pelota que muestra en cada encuentro (ayer, el porcentaje de tenencia rondó el 70), el Fortín no lo acompañó de sobradas ideas para encontrarle la vuelta al sólido (y también habitual) planteo defensivo de los de Edgardo Bauza. Un poco por carencias propias –el nivel del Monito Vargas sigue en baja– y otro por la buena actuación del arquero Marcelo Miño, que ayer tuvo su debut en Central a los 21 años.

Fue recién en la segunda parte cuando el local encontró los festejos. El primero, a través de un ítem que no figura entre las fortalezas de Vélez: el juego aéreo. Lucas Robertone se metió en el área y puso el 1-0 tras conectar de cabeza un centro desde la izquierda. Minutos después, tras una gran intervención de Lucas Hoyos para mantener el cero en su arco, un contragolpe bien manejado por Agustín Bouzat terminó en el 2-0 del ingresado Thiago Almada, que le permitió a la gente del Fortín desatar el “que de la mano, del Gringo Heinze, todos la vuelta vamos a dar”.