1 Despertarse sabiendo

Si se despierta temprano, hágalo con optimismo. Si está ansioso, recuerde que el trabajo lo puede ayudar a olvidar el paso de la jornada. Si no tiene ganas de trabajar y sólo quiere hablar de fútbol, hágalo sin temor, su jefe sabrá aceptarlo; hable de fútbol y diga cómo cree que debería formar el equipo, cómo debería ser el planteo táctico y estratégico, opine si es mejor ser el que maneja la pelota o si es más seguro cerrarse atrás y esperar la oportunidad de un contraataque letal. Diga todo lo que piensa, a quien pueda escucharlo.

2 No pierda el pesimismo

Para proteger su corazón, todo el tiempo prepárese para saber qué puede hacer en caso de que el resultado sea una derrota. Al fin de cuentas, esto es como el reflejo de la vida misma: se gana y se pierde, y se pierde más de lo que se gana. Todo el mundo sabe qué hará usted en caso de una victoria, pero en caso de derrota, un plan para resguardarse y cuidar su dignidad nunca está de más. Estar preparado lo ayudará a sobrellevar todo tipo de inclemencias. Adelantarse a lo negativo no es negar que el mundo esté lleno de escollos y de fracasos; al contrario, es aceptar la propia humanidad.

3 Busque el lugar en donde va a ver el partido

Probablemente haya viajado las veces anteriores, este año prefirió quedarse. No se quede en su casa, no se quede solo. Aún si el destino llega a ser esquivo en el final, probablemente haya un gol a favor: vívalo intensamente en un abrazo en la amistad. Al fin de cuentas, para qué sirven los goles si no son para vivir con intensidad esa ilusión; para qué son los goles sino para dar rienda suelta a la locura; para qué existen las palabras de una puteada si no son para proferirlas en el momento preciso en que uno está ejerciendo el lugar del visionario, el lugar de la razón.

4 No invocar el nombre de la divinidad

Dios no quiere que usted festeje desde hace varios años, ¿Por qué lo querría ahora? No se deje llevar por rezos, usted ha rezado demasiado y los jugadores han entrenado lo suficiente. Esto, piénselo bien, depende más de cómo se despierte cada uno de los 11 que entrará a la cancha esa mañana, y de qué palabras del DT tensen ese nervio que hace que quieran hacer un gol más, reventar al rival aún cuando ya van ganando 8 a 0. No hay necesidad de arrodillarse, ni siquiera hay necesidad de estar pendiente de cómo sentarse ante la pantalla.

5 El eterno rival no tiene nada que ver

No salga a matar. Puede ser divertido  recurrir a las clásicas gastadas, que taquito, que rabona, que tantos goles, pero siempre recuerde las veces que en la cancha el equipo finalista lo dejó mal parado. No hace falta ofender a ese amigo, a ese familiar que por diversas circunstancias hoy se va a sentar con usted, a acompañarlo, seguramente expresando el deseo de que no sea usted el ganador y esas cosas (no pronuncie esa palabra), pero le aseguro que en el corazón les late la verdad: ellos quieren verlo feliz, porque así es el amor; porque las palabras que salen por las cuerdas vocales dicen lo contrario de lo que realmente piensan. Ellos van a encerrarse en su casa, en un placar, para no escuchar sus cánticos ligeros si llegara a salir todo bien, pero en realidad en lo profundo de su alma esa persona va a estar asomada a cada balcón, y ese llanto será de alegría, porque así es la sangre y así es el corazón.

6 No piense en la otra final

Si hay otros equipos que también están por jugar finales y se creen más importantes, allá ellos. No existen sus nombres para usted. Ellos no tienen lo que usted tiene: carisma, estilo, sentimiento genuino. Discútalo si cree que es necesario, pero lo importante de un partido de estas características es lo que pasa en esa simbiosis que se da entre un jugador con una camiseta y la mirada de ese hincha aferrado en un puño y en la expresión de su cara que lo bendice. Eso es una cuestión de presencia, de estar ahí. No hay violencia en el fútbol, la violencia está en el hombre, y esa es la razón de la sinrazón. ¿Pensar en otras finales, en otros países, qué sentido tiene? ¿Qué puede aportar?

7 Dedíquele cinco minutos del día para pensar en su rival de turno

Cinco minutos, no más tiempo. Hay que ser conscientes que es un duelo, y que en todo duelo hay dos, y que sale vivo solamente uno; y toda una ciudad se enfrenta a toda otra ciudad. Al fin de cuentas, ese rival también debe pensar que se merece, que tanto tiempo sin poder conseguir algo semejante, que tal vez haya llegado la hora, y todas esas cosas que a usted también se le ocurren. Y entonces, ¿quién puede tener razón? ¿Acaso es que lo que vaya a suceder se corresponderá con los méritos, con las estadísticas o con la historia? Suspenda la lástima.

8 Piense en los jugadores

Los jugadores son los que van a entrar en el campo de juego. La presión de pensar en eso ya los debe estar condicionando personalmente. Ellos llevan un hincha adentro que les canta canciones que dicen que se van a culiar al otro, y que tiene que ganar para poder cogerse a todos. Pero más que un cantito, en otro rincón de su cabeza tienen una pequeñísima cajita registradora, que se pone contenta cada vez que se llena, y más en épocas como estas. Pagarían cualquier cosa por una alegría, hagamos de cuenta que son capaces de dejar toda su fuerza y su inteligencia, para después poder pasar un rato siendo el foco de las miradas del mundo. Dispóngase a mirarlos.

No diga la palabra mágica, por lo menos hasta que no sea un hecho. Repase la formación y piense que cada uno de ellos quiere y puede, pero que hay que esperar. Al fin de cuentas, es una cuestión de tiempo.

9 No piense en los actores de las finales pasadas

Ese árbitro que lo perjudicó, ese equipo que no pudo sostener el resultado, esa psiquis que se quebró en el final, toda esa historia no tiene por qué repetirse. Ese "no hay dos sin tres", ese "la tercera es la vencida", esa "la cuarta es mejor", esa manía de revisar la estadística, ese modo de mirar que esta vez no puede fallar, todo eso no lo ayudarán. Lo que no puede pasar, puede llegar a pasar. Y lo que vaya a suceder no va a estar pidiendo permiso ni preguntando si puede. Para bien o para mal. Y para peor. Y para mejor.

10 piense en sus amigos

Piense en el que una vez le dijo "permitite enamorarte", piense en la amiga que suspende la corrección política en la cancha, en el padre de aquel que amiguito que le hizo entender que esos colores guardaban un fulgor especial. Piense en ese conocido que suele cruzarse dos veces al año y siempre tiene una palabra para compartir sobre el presente del club, piense en ese amigo con el que se juntaban a ver los partidos en la otra categoría y que creían que juntos era la cábala. Piense en todo lo que ellos pueden estar sintiendo, y guarde, y prepare. Calle, espere. Piense en ellos como si fuera cada uno un pétalo de sal que se va volcando sobre sus glándulas lagrimales, y prepárese porque esta noche, pase lo que pase, usted va a llorar por amor.