Existen datos de la realidad cotidiana que funcionan involuntariamente como “hechos guía” para la validación de conceptos. Un ejemplo simple, a modo de introducción, son los efectos de la actual recesión “inducida”. Cualquier economista con buena teoría podía prever lo que sucedería en la economía local el día que Mauricio Macri, por cadena nacional, anunció el regreso al FMI. Sabía que un programa con el Fondo tiene como objetivo, según lo muestra y demuestra la experiencia histórica, ajustar las cuentas internas para orientar los recursos provenientes de las cuentas externas al reflujo de los capitales financieros, es decir a pagar los servicios de la deuda incrementada en los últimos tres años. El endeudamiento externo funciona así como el mecanismo de extracción del excedente colonial. Luego, ajustar las cuentas internas significa recortar gastos, es decir deteriorar las funciones y acciones del Estado. Se sabía antes de que suceda y es lo que sucedió a partir de la aparición del “hecho guía”.

No fue porque “pasaron cosas”, no fue por la “tormenta” externa o por sus “turbulencias”. La Alianza Cambiemos aplicó desde que asumió un plan estilo FMI sin el FMI hasta que necesitó del FMI para seguir aplicando un plan estilo FMI. El enemigo de Cambiemos siempre fue el Estado, su proyecto es el de la hegemonía imperial y del sector de la alta burguesía que representa. Los eufemismos discursivos de su programa son “volver al mundo” y “cambiar los precios relativos”. En pocas palabras acatar el lugar de proveedor de materias primas y manufacturas de origen agropecuario, “ser el supermercado del mundo” y comprador de todo lo demás, y dolarizar todos los precios internos con excepción de los salarios.

Ocupar este lugar en el orden mundial supone también un esquema de ganadores y perdedores al interior de la sociedad, en la lucha de clases. La economía se reprimariza y financiariza, gana el agro exportador, las firmas extractivas, las energéticas y los bancos, y pierden todos los demás, especialmente la industria y los trabajadores, tanto los nuevos desocupados como los que sufren la poda cotidiana de sus ingresos y que hoy temen quedarse en el árido afuera. Y “trabajadores”, vale aclarar, no refiere solamente a la “clase obrera”, trabajadores son todos los que reciben un salario, incluidos los millones que se autoperciben como clase media, y también las clases medias altas no rentistas que se creen del lado de los más ricos porque les fue bien en sus profesiones, el comercio o son propietarios de una pyme. Después de tres años de gestión macrista todos ellos, incluso los más ideologizados contra el gobierno precedente, descubren, a fuerza de golpearse la frente contra el vidrio, que no están entre los invitados a la fiesta cambiemita.

Es aquí donde en estos días apareció un nuevo “hecho guía” validador de conceptos: nada menos que el pedido de prisión preventiva de quien probablemente sea el industrial más importante del país, el gran heredero del imperio Rocca, Paolo, el supérstite de los hijos de Roberto, el hijo del fundador de Techint, la multinacional argentina con sede en Luxemburgo, flor y nata de la patria contratista y ejemplo de expansión económica a partir del lobby y las relaciones con el Estado.

¿Qué conceptos valida el pedido de detención? Existen interpretaciones conspirativas. Una de ellas es de raíz etnográfica, la dura mafia calabresa cobrándole viejas cuitas a lo más refinados empresarios turineses, antiguos adversarios en el club de la obra pública que floreció bajo la última dictadura y multiplicó su riqueza con las privatizaciones de los ‘90. Pero aunque las tribus existen, las visiones antropológicas suelen brindar poca luz sobre los procesos económicos. Allí resuena, por ejemplo, el Sarmiento de la laboriosidad anglosajona frente a la pereza del gaucho, magra visión del complejo de relaciones centro periferia en el siglo XIX. Además, en los últimos tres años los italianos del norte se cansaron de recibir favores de los calabreses, desde los subsidios y precios diferenciales en Vaca Muerta para Tecpetrol al acompañamiento a la apertura de acerías en Estados Unidos, algo que debe haber alterado los nervios entre los pares del norte (de América). Paolo osó romper el statu quo de la dirección de los flujos de inversiones.

Esto lleva a la segunda interpretación, la geopolítica, una palabra esquiva para los economistas convencionales a quienes, si hasta excluyen de sus análisis las diferencias de poder entre las clases sociales, las relaciones de poder entre países y regiones les parecen directamente abstrusas. Sin embargo, operaciones como las del Lava Jato brasileño parecen mostrar hoy, ya con los resultados sobre la mesa, que las cruzadas anticorrupción contra los gobiernos progresistas de la región funcionaron como el mascarón de proa en la disputa entre las multinacionales estadounidenses y las latinoamericanas. No debe olvidarse que la conducción real de la economía mundial está en cabeza de las multinacionales, aunque por detrás existan Estados y poder militar para zanjar las diferencias últimas. La desaparición de las transnacionales brasileñas, por ejemplo de la obra pública, ya no es una interpretación, es un hecho. Y no parece ser forzar los hechos analizar en espejo lo que hoy sucede con la multinacional local Techint. La operación de inteligencia–judicial–mediática de las fotocopias de los cuadernos, que en principio parecía dirigida contra las principales figuras de la oposición y que tanto ilusionó a la intelligentzia oficialista se salió completamente de madre. Es un reflejo de que, en el mejor de los casos, al menos una rama de los servicios de inteligencia locales es conducida por la CIA. También que algunos juzgados emblemáticos de Comodoro Py juegan primero para la Embajada y recién después para el oficialismo. El “hecho guía”, entonces, valida que en el presente resulta imposible analizar al gobierno de cambiemos sin introducir los conceptos de imperialismo y lucha de clases. El país experimenta una transformación radical de su economía en tiempo récord que será muy difícil revertir. Cambiemos es un gobierno exitoso en sus fines.

Descendiendo al mundo de las subjetividades debe ser dura la convulsión que en este momento ocurre en la cabeza de Paolo Rocca, probablemente uno de los empresarios que más trabajó para el ascenso de Cambiemos al poder, pero que hoy experimenta cómo ese poder que ayudó a construir destruye el suyo, seguramente no en forma definitiva ni permanente, pero sí provocándole fuertes pérdidas patrimoniales, con acciones de sus empresas que se desploman en todos los mercados, con la SEC estadounidense hurgando en sus balances y con estudios de abogados buitre iniciándole juicios en Nueva York. Para colmo con dos fiscales pidiendo su prisión preventiva en Argentina luego de ser procesado nada menos que por corrupción. Y el prestigio es como la confianza, se construye lento y se destruye rápido. El balance preliminar indica que se está frente a una de las dinámicas posibles cuando se tiene más talento para el lobby y la salvación individual que para advertir cuales son las políticas nacionales más convenientes para el desarrollo económico y por lo tanto de las principales empresas de un territorio. A veces, sólo a veces, “el Señor castiga sin palo”.