“Boludeando por Palermo” anotó en clave porteña Paco León en su cuenta de Instagram hace días. Del boludeo hay foto; en ella, el actor salta cual bailarín clásico mientras mira a cámara con boquita bebotera. Está delante de una pared repleta de graffitis, stencils, pintadas y carteles. ¿Qué hace acá? “Viaje de placer”, dirán sus agentes; “Vino por un proyecto con la actriz Fabiana García Lago”, asegurarán otros. En la red, se lo vio también comiendo flan y corriendo; retratando hinchas de River Plate y recibiendo likes y comentarios de todos tipos y algunas tipas, como la actriz Griselda Siciliani y el diseñador Pablo Ramírez. No es casual: el creador y protagonista del espectáculo teatral The hole es cada día más, más conocido en la Argentina gracias al estreno de la serie Arde Madrid en la flamante señal Movistar TV y gracias también al fanatismo que desata su personaje de María José, la mujer trans de La casa de las flores. Encima, antes de llegar a Buenos Aires, León acaba de conocer en Madrid a su monumento argentino preferido, monumental Moria. Fue una noche de fans ibéricos del putón-con-tetas vernáculo. En la casa del realizador Eduardo Casanova, Moria fue venerada por el trolaje más exquisito de España y Paco pasó horas congelado frente a su adorada. “Morí de amor con esa señora tan libre, tan inteligente, tan locuaz, tan hedonista”. 

Leí que para vos, todos los cambios sociales comienzan en la intimidad. Esa primera revolución de los sentidos, de las emociones, determinaría luego otros cambios a nivel social... 

–Completamente. “Arde Madrid” es una serie que habla de muchas cosas pero sobre todo de la libertad personal e íntima, no la que te dan sino la que te tomas. Creo que tenemos más libertad de la que usamos y hay que explorarla; hay que apurar los límites a ver qué es lo que uno quiere. Buscar sin tener miedo al qué pasará. 

¿Quiénes exploran esos límites, entonces, en los 8 capítulos en blanco y negro de la serie interpretada por él mismo y gestada junto a su esposa Anna Rodríguez Costa? Sobre todo, la divísima Ava Gardner en los años 60, cuando ya su matrimonio con Frank Sinatra era parte del pasado y cuando se encontró viviendo en el mismo edificio madrileño en el que vivieron un tiempo Perón, Isabelita y los caniches. Tiempos del generalísimo Franco: represión a todo nivel –también sexual– y sin embargo, campo de experimentación para muches. 

¿Cómo trabajaron esa tensión, o esa contradicción, entre dictadura y libertad de los cuerpos?

–Siempre hay islas de libertad aún en plena dictadura. Aparece un huracán llamado Ava Gardner desde Hollywood, a ella España le parecía un paraíso de libertad porque no había libertad de prensa, entonces no había paparazis. Ella vivió su particular dolce vita madrileña mucho más salvaje que la italiana porque al no haber paparazzis hacía lo que quería. Justo el vecino de arriba es el General Perón, recién llegado con Isabelita. Se casaron justo ese año y convivieron ese año terrible porque se llevaban a matar; Ava hacía fiestas un día sí y el otro también y el General no podía dormir. Ese es el contexto aunque los verdaderos protagonistas son los criados, el servicio doméstico de una y otro. Ellos cuentan la historia de lo que sucede arriba y abajo; las diferencias sociales de lo que era la sociedad española de ese momento. Eso nos da la oportunidad de hablar de lo que era la sexualidad femenina en ese momento y de muchas cosas más.

Inma Cuesta y paco leon, los criados de arde madrid

En efecto, puede pensarse el franquismo desde su división sexual del goce; una delimitación de lo que sí y lo que no según clase social y fama. Lo que una divaza de Hollywood ensayaba en su piso versus lo que su empleada doméstica ni se imaginaba. Ana Mari -personaje a cargo de la actriz Inma Cuesta- es virge, coja y descubre el placer sexual con una piedra. No había excesos donde no existían las luces. Ni “cuernos”. Ni homosexualidad que no sea en la cárcel, con abusos y violaciones a cargo de funcionarios públicos que los obligaban a prostituirse (así vivieron cerca de 5 mil hombres). La masturbación era pecado y el forro, un fantasma. Cualquier ocurrencia previa a la catrera matrimonial merecía una condena extensible a todo el núcleo familiar. La lesbiandad ni asomaba y las terapias de conversión y métodos de tortula eran moneda corriente. El orgasmo femenino era digno de confesionario y sólo a los emergentes de la alta sociedad del espectáculo se les permitían excesos.  

¿Quiénes fueron tus fuentes de información históricas?

–Con mi chica Ana hemos trabajado juntos. Incluso nos hemos casado en todo el proceso. Ella ya había hecho un trabajo sobre la feminidad en tiempos de Franco; había una especie de escuela para señoritas donde te enseñaban a hacer buena esposa. Decían cosas como: “Si tu marido te pega, piensa qué has hecho mal, él te quiere enseñar”. Cosas tan lindas... Nos leímos todas las biografías, vimos todos los documentales y sobre todo entrevistamos a personas que estuvieron allí, que conocieron a Ava y conocieron esa casa. Nos contaron detalles muy íntimos y cotidianos. Desde su amistad con Lucía Bosé, con quien compartieron marido, hasta la telefonista que hacía las conferencias con Frank Sinatra y el pianista del Oliver, donde ella solía ir.

Ava está interpretada por la actriz estadounidense Deby Mazar, que casualmente conoció a Frank Sinatra porque es amiga de Madonna. Cuenta la leyenda que cuando Sinatra la conoció le dijo “Sos muy parecida a mi Ava”. ¿Esto fue así?

–Sí y a eso Deby lo cuenta con mucha gracia porque fue un triunfo sobre su amiga Madonna, a quien Frank Sinatra apartó para preguntarle: “¿Quién es esa mujer?” Le llamó más la atención Deby que Madonna. 

Hay dos actores argentinos que interpretan los personajes de Isabelita (Fabiana García Lago) y Perón (Osmar Nuñez, que ya había hecho de Perón en una película argentina). Isabelita todavía vive en Madrid. ¿La conociste? ¿Sabe de la serie?

–No. Ella está viva y no se manifestó sobre esto tampoco... no ha dado señales de nada. No sé qué le parecerá este retrato. Yo no la conocí. En este tipo de cosas preferimos pedir perdón que pedir permiso, porque nunca nos darían ningún permiso.

La serie ya es un éxito en España, le está yendo muy bien...

–Se convirtió en un fenómeno. Nosotros estábamos muy ilusionados de hacer una serie diferente, pero no esperábamos este nivel de repercusión porque aquí se ha convertido en todo un acontecimiento. No hay conversación donde no aparezca “Arde Madrid”, se está hablando también de ella en todos los foros. Eso nos llena de orgullo.

¿Fue difícil imponer la idea de que tenía que ser en blanco y negro?

–Un poco sí. Lo aceptaron al final y eso habla de la valentía del jefe de enfrentar a todo el equipo, que estaba en desacuerdo con el blanco y negro. Él nos dio un voto de confianza, pero sí costó porque era un riesgo. Casi nadie lo había hecho. Para nosotros el blanco y negro iba a hacer a la serie más singular porque hay tantos productos de televisión que diferenciarse es más que conveniente. También el blanco y negro te transporta a esa época. Nuestros referentes están en Fellini, Antonioni. La serie quiere recordar a ese cine.

Cuidó detalle por detalle. Intervino en cada decisión estética y se volvió aún más obsesivo que los propios maquilladores y peinadores. Su personaje camina perfecto, viste impecable y no da explicaciones. Es la ley en un mundo de trampas: fue el esposo de su ex Paulina y ahora son las dos madres. La mujer trans que Paco León interpreta en Las casa de las flores es memorable y es evidente que en en este 2018 hay dos Manolos definitorios en su carrera. Uno, ficticio –Manolo, el chofer de Ava Gardner–. El otro, real –Manolo Caro, el director mexicano responsabla de “La casa de las flores”–. Ambos, verdaderos. 

Acá muchos te aclaman a partir de tu personaje de María José en La casa de las flores. Me imagino que de eso estás al tanto...

–¡Sí! Este año ha sido muy agitado. Con La casa de las flores no se sabía muy bien qué iba a pasar porque es un culebrón 2.0. Y con mi personaje de abogada transexual yo tampoco sabía qué iba a pasar. Al principio acá en España hubo mucho revuelo de colectivos trans que no vieron bien la idea de que un actor cis hiciera el papel de una trans. Después de lanzarlo, creo que el personaje estaba hecho con el suficiente respeto y el tema fue tratado con todo el cariño que creo que ese personaje se merecía. Ella es el personaje más cuerdo de toda la familia. Así que tanto la serie como María José han recibido muchos halagos. Ya estamos preparando la segunda temporada.

Y Arde Madrid también va a tener una segunda temporada...

–Eso es una buena señal, si hay segunda temporada es que la cosa va bien.

Esa discusión a la que hacés referencia sobre la interpretación de los papeles trans está muy instalada hoy en el mundo y hay varias posturas.

–Yo la pasé mal porque de repente estaba medito ahí. Tanto mi intención como la de Manolo Caro, al escribir el personaje, era la de darle visibilidad, sacar al personaje de los estereotipos de marginalidad. Queríamos mostrarla como triunfadora, una abogada exitosa, feliz y sin ningún tipo de parodia o burla irrespetuosa. Pero antes del estreno de la serie llovió un aluvión de críticas y de pronto éramos enemigos de las causas lgbt. Nuestra idea era muy por el contrario. A su vez creo que está bien, que estas reivindicaciones deben plantearse, debemos replantearnos por qué está aceptado que a un personaje trans lo interprete una persona cis. Por otro lado, está el asunto de la libertad creativa, es decir, que el director tiene que elegir al intérprete que mejor le venga para hacer su personaje y creo que la corrección política no debe convertirse en una especie de censura en el arte. Sí creo que es importante que haya muchos personajes trans y que esos personajes lleguen también al mainstream. Me parece muy bien que se hagan documentales que se pasen en ciclos lgbt pero la presencia de esos personajes también en el mainstream es interesante para que mucha gente que no está familiarizada con el tema, conozca.

¿Conocías a Verónica Castro?

–No. Otra musa que he podido conocer este año. El trato con ella fue maravilloso. Es una mujer que ha vivido todo, y todo en la televisión. Y ha demostrado mucha valentía al meterse en un producto tan diferente, partiendo del género que ella maneja, casi auntoparodiándose. Ella es el ícono de la señora, de la familia bien de México y de repente la vemos fumando y vendiendo marihuana, y metida en una trama tan loca, con bisexualidad, infidelidades. Ella se ha divertido muchísimo haciéndolo y creo que la gente también viéndola.

Madrid se ha convertido en los últimos años en una verdadera plataforma de ficción. Es impresionante la fuerza que pasó a tener España en este negocio. ¿Qué te parece que contribuyó a que sea esta potencia hoy?

–Estamos viviendo un momento muy emocionante para el talento español. Justamente acaba de recibir un premio Emy La casa de papel, que ha sido un fenómeno mundial. Creo que en esto tienen que ver las nuevas plataformas como Netflix. Aquí en estos momentos tienen doce producciones en marcha. Es interesante analizar el potencial del mundo latino, hay mucho público que habla español y que está deseando ver productos en español. Me encantaría que hubiera una especie de star system latino, que nos mezclemos, que de repente Moria venga aquí, yo vaya allí. 

“Cuando yo conocí a Ana, tenía novio. Yo tenía novio, no ella. Y yo he tenido novios y novias así como... indistintamente”. Con estas palabras, en 2016, León habló por primera vez de su… de su... ”Yo nunca me he definido como bisexual. Dos me parecen pocos”. De eso, de que dos le parezcan pocos. No fue en cualquier espacio: fue frente a Bertín Osborne –algo así como un Luis Landriscina aristocrático y ultraconservador– en su ciclo televisivo “En tu casa o en la mía”. El momento fue celebrado por activistas y periodistas como ejemplo de salida del armario bi. 

Cuando conociste a tu actual pareja Ana, vos estabas en pareja con un hombre. Y desde entonces cuidaste mucho tu intimidad pero en general te ponen el mote de bisexual, ¿cómo vivís eso?

–En general no se me dice nada. Se me considera actor, director y mis tendencias sexuales están bastante en un papel secundario. Yo no me puse ningún mote en ese sentido. Mucha gente en entrevistas me dice: “Confesaste tu bisexualidad”. Yo no confesé nada. Se confiesan los pecados. Siempre traté con naturalidad algo que para mí es natural. Es algo de lo que no suelo hablar pero sobre lo que no tengo ningún problema de hablar. Creo que nadie se asusta hoy en día con eso.

La bisexualidad es una orientación sexual muy violentada, por ejemplo, con una acusación habitual de “indefinición”. Una de las consignas de la última Marcha del orgullo de Buenos Aires de este año fue que se deje de tratar a la bisexualidad como un intermedio, un gris, un pasaje...

–Y aunque lo fuera, da igual. La necesidad de tener a la gente en cajoncitos tranquiliza mucho pero romper las cajitas también puede ser natural. Hay gente que transita; un día está en una acera, otro día en otra y afortunadamente hay muchos semáforos.