Pocos personajes de la historieta argentina están asociados con el conservadurismo como Patoruzú. El curioso indio-superhéroe-terrateniente patagónico de Dante Quinterno es, además de un sempiterno fenómeno de ventas, un ícono. Y un ícono que jamás estuvo muy asociado a las causas progresistas. ¿O sí? La muestra que le dedica la Biblioteca Nacional (Agüero 2502) en el sector de exposiciones del Centro Nacional de la Historieta (la glorieta cerrada que está en el jardín de la Biblioteca) aporta algunas miradas distintas sobre el personaje, su génesis, sus avatares y cómo fue recibido en distintas épocas y latitudes a lo largo de su historia impresa. La exhibición se basa en materiales del propio Archivo Nacional de Historieta y Humor Gráfico de la Biblioteca y aportes intelectuales de coleccionistas y especialistas que incluyen, por ejemplo, al célebre historietista norteamericano Art Spiegelman.

  “La lectura de Patoruzú va cambiando con el tiempo y está bien, pero hay una lectura retrospectiva que es sesgada e ignora su importancia”, plantea José María Gutiérrez, codirector del Archivo. “Al armar la muestra descubrí que las lecturas sobre la serie eran muy diferentes según la época y el lugar”, plantea. Por eso, mientras recorre el espacio con Páginai12 propone saltearse el orden natural de la muestra y encara directamente para la vitrina donde está la revista que publicaba a Patoruzú en Estados Unidos. “Lo de Patoruzú en EE.UU. es para investigar y profundizar”, propone Gutiérrez mientras señala un ejemplar de PM -Picture Magazine-. “Era un periódico roosveltiano, o más bien de izquierda, neoyorquino, donde colaboraban Hemmingway, Dr. Seuss y otros”, explica. “¿Raro, no?” En Norteamérica, la tira de Quinterno fue la primera en poner a un indígena como héroe y protagonista. Antes, sólo les cabía el rol de alcohólico o revoltoso. En la historieta argentina, agrega Gutiérrez, pasaba igual. “Allá la elección del indio le daba un carácter diferente, más allá de la intención del autor”, advierte. En la vitrina vecina hay material dedicado a René Goscinny, mítico creador de Astérix, quien además vivió en la Argentina durante buena parte de su infancia y que se vio incuestionablemente influenciado por la obra de Quinterno, en especial en un personaje antecesor del emblemático galo.

La muestra también tiene espacio para la breve incursión de Quinterno en el universo de los dibujos animados. Una incursión breve y frustrada, alude el curador de la exposición, por la injerencia del Departamento de Estado norteamericano. La Segunda Guerra Mundial truncó la logística industrial, pero Quinterno jamás retomó el proyecto. “Patoruzú tenía la calidad historietística para triunfar, estaba entre lo mejor de la época a nivel internacional, tenía una fórmula muy efectiva, iba a pegar en todos lados, ¿por qué no se publicó en Venezuela, en Chile, en donde fuese? No es que Quinterno no lo viera o fuera mal empresario”, desliza Gutiérrez. “¿Se prepara diez años para eso, forma un equipo enorme, trae a un tipo de EE.UU., contrata a Tulio Lovato –su mano derecha– y sólo por un corto de 12 minutos? Es raro”, sugiere el curador.

  La exposición que le dedica la Biblioteca Nacional por sus 90 años incluye originales de distintas épocas, un foco en algunos de sus personajes más importantes, la figura de su creador y también un espacio para el impacto que el cacique tuvo en la cultura y sus lectores. Por ejemplo, hay fotos de cómo pilotos voluntarios que se alistaron en distintas aviaciones aliadas durante la Segunda Guerra Mundial lo usaban como emblema para identificar sus orígenes. ¿Cómo entenderlo? Un personaje emblemático del nacionalismo argentino de la década del ‘30 (que miraba con ojos al menos amables el ascenso del fascismo alemán e italiano, y el propio Quinterno había sido investigado por presunta germanofilia), terminaba pintado en la nariz de los aviones aliados que combatían a Hitler y al Duce. “Es que Patoruzú –reflexiona Gutiérrez– tiene otro rango que es el de ícono popular y eso cambia las lecturas que se pueden hacer del personaje, un ídolo popular empieza a decirle distintas cosas a la gente incluso en el mismo contexto histórico y más allá de las intenciones de su autor, de quien tenés que despegarlo un poco”. Así, su figura de defensa férrea de lo nacional podía tener una mirada en los ‘30 y bastaría soltarlo en el contexto actual de visitas del Fondo Monetario Internacional para tener otra lectura. “Fontanarrosa dice que los ídolos populares son incuestionables, como la meteorología, vos no podés decir ‘la tormenta me defraudó’, es imposible”.

En el Centro de la Historieta no hay casi material de Andanzas, la emblemática revista del personaje, que aún se sigue publicando con material refritado. Desde la Biblioteca cuentan que muchos visitantes reclaman su presencia, aunque la curaduría priorizó mostrar las facetas menos conocidas, así como procesos donde su creador intervenía con más vigor, como los guiones o los fundamentales Libros de Oro del personaje. Obras imprescindibles para que hoy el nativo siga gritando “¡ahijuna!” más allá de las polémicas por su filiación política.