Una trabajadora del Congreso de la Nación y militante radical contó que había denunciado por abuso sexual,ante la Justicia, al senador de la UCR por La Pampa Juan Carlos Marino. Una ex militante de La Cámpora denunció públicamente al senador bonaerense de Unidad Ciudadana y dirigente de ese espacio, Jorge “Loco” Romero, por encerrarla en el baño, desnudarse e insistirle para que le practicara sexo oral. Una ex empleada de Fernando Ponce, concejal de Cambiemos, presidente del Concejo Deliberante de La Plata, publicó una carta relatando el abuso al que fue sometida. “No me callo más”, dijo. La lista podría seguir. Esta es solo una pequeña muestra de lo que pasó esta semana, con el impulso que dio a tantas mujeres la denuncia de la actriz Thelma Fardin contra Juan Darthes. Las denuncias de acoso y abuso sexual se desencadenaron también en el ámbito de la política partidaria. Son trasversales a todos los partidos y parecen vislumbrar un encubrimiento sistémico de las estructuras de poder inherentes a las agrupaciones. La violencia contra las mujeres en política está muy extendida y poco visibilizada. Según una investigación, en nuestro país, 8 de cada 10 políticas sufrieron situaciones de violencia a lo largo de su carrera, con el fin de menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de sus derechos políticos. Por eso, las dirigentes políticas consultadas no se sorprendieron por las denuncias, pero sí porque hubieran salido a la luz. “Por fin estamos viviendo un momento de visibilización de temas que se saben y se tapan”, dijo una de ellas.

Dos días después de la denuncia contra Darthes, se presentó en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires la campaña que busca visibilizar la violencia política contra las mujeres. #Eshoradehablar busca poner el foco en un tema poco explorado y decir que la violencia política contra la mujer existe. “Qué importa mi vestimenta, reparen en mi actividad política”, “Tengo mi propia trayectoria, no estoy acá por ser la mujer ni la esposa de nadie”, son algunas de las consignas que retoman legisladoras de la ciudad en el video de lanzamiento. La iniciativa surgió a partir del estudio realizado por el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), en el que quedó demostrado que lejos de ser un problema aislado, la violencia contra las mujeres en política está muy extendida. En nuestro país, 8 de cada 10 políticas encuestadas afirmaron haber sufrido situaciones de violencia a lo largo de su carrera, con el fin de menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de sus derechos políticos, según esa investigación (ver aparte). “La violencia contra las mujeres en política constituye un obstáculo que impide su plena participación en puestos de toma de decisión en diferentes espacios y refuerza roles tradicionales de género, socavando la calidad de la democracia, el desarrollo y el pleno disfrute de sus derechos humanos”, explicó Natalia Gherardi, directora ejecutiva de ELA.

Tejer redes

También se conoció en los días posteriores a la denuncia de Fardin un comunicado de la Red de Parlamentarias Mentoras, una agrupación multipartidaria coordinada por la diputada provincial María Alejandra Martínez, presidenta del Bloque Frente Amplio Justicialista, e integrada por diputadas en ejercicio y con mandato cumplido de la provincia de Buenos Aires, que se constituyó a fines de mayo. “Desde la política también decimos Mirá cómo nos ponemos”, planteó en un comunicado, en el que la Red repudió “el accionar de los violentos y abusadores frente a los hechos denunciados en los últimos días”. “Como mujeres políticas que sufrimos violencia, acoso, discriminación, maltrato y abusos, nos reunimos para empoderar a todas las mujeres que quieran ejercer y crecer en la actividad política”, dijeron. También expresaron que quienes no se sienten representadas por el patriarcado “debemos acompañar estas demandas y reclamar que los responsables den explicaciones, no a sus organizaciones, a sus protocolos, ni a sus compañeras, sino ante la Justicia y a todas nosotras”.

Graciela Romanelli, ex diputada provincial por Nuevo Encuentro e integrante de la Red, explicó: “La ley de paridad es un gran avance pero no alcanza, junto con la igualdad numérica en los órganos de representación política necesitamos la igualdad que garantice la misma capacidad de influencia política y económica para todos los géneros. Para alcanzar ese objetivo es fundamental que las mujeres en la política y en todos los ámbitos puedan contar con redes y apoyos. Y ese es el sentido de haber constituido nuestra Red”.

Argentina es citada habitualmente como un país de avanzada en participación política de las mujeres ya que fue pionera en sancionar la Ley de Cupo en 1991. El año pasado dio otro paso: luego de que varias provincias sancionaran leyes de paridad, el Congreso Nacional hizo lo propio aprobando la Ley Nacional de Paridad de Género en Ámbitos de Representación Política. De esta forma Argentina siguió ubicada entre los países de vanguardia en el ejercicio del poder legislativo por parte de las mujeres.Sin embargo, estos avances no han sido suficientes para erradicar prácticas machistas y misóginas de los partidos políticos, incluida la violencia sexual. Nótese que en el encabezado de la nota, María Luisa Storani, histórica dirigente radical y actual Parlamentaria del Mercosur por Cambiemos, habla en presente cuando dice que son temas “que se saben y se tapan”. Todavía no se puede hablar en tiempo pasado porque es evidente que las denuncias que se conocieron días atrás son apenas la punta del iceberg.

Las extranjeras 

“Claro que vi situaciones de abuso, claro que me han llegado, claro que me han contado y muchas de esas víctimas han decidido que todavía no es momento de hablarlo públicamente”, contó desde Tierra del Fuego Fabiana Ríos, primera gobernadora del país, que ejerció ese cargo desde 2007 hasta 2015. Los abusos y acosos suenan a obviedad para las dirigentes políticas.”El poder político, hasta hace treinta años estaba absoluta y exclusivamente en manos de los hombres. Y la verdad que siento que los hombres nos ven a las mujeres en la política como extranjeras, como ajenas en un ámbito que no nos pertenece y así nos tratan. Solo falta mirar fotos de la política de principios del siglo XX donde era un ámbito absolutamente masculino, quizás al otro ámbito al que se pueda asimilar es al futbolístico, como un ámbito de machos por excelencia”, relató. 

Su historia de militancia estuvo siempre ligada a espacios del socialismo donde el rol de la mujer fue reconocido tempranamente pero “en las prácticas le era dado en carácter secundario. La habilitación de una mujer en un cargo era dado por un hombre”, recordó. Incluso “conversando con mujeres de partidos tradicionales ves que hay mujeres que son enormes cuadros políticos que son relegadas”. El Partido Social Patagónico se sostiene con su liderazgo, sin embargo: “El trato que los compañeros varones me daban a mí no era un respeto al que tiene la experiencia como sucede con los varones. Si el gobernador hubiera sido un varón tiene el cuadro adentro del local; el reconocimiento de que la línea y el movimiento lleva su apellido… bueno esto no sucede”. 

Desde la otra punta del país, aunque cercana en las ideas, Adriana Díaz, diputada de Catamarca por el Partido Intransigente en el FPV-PJ, contó que “los micromachismos en la política son cada vez menos frecuentes, pero persistentes: te invisibilizan, te enmudecen, te relegan, te mandan al “freezer”. Es frecuente que una mujer en su espacio político exprese una idea que no es considerada por los tomadores de decisión, y sin embargo, posteriormente, la misma idea es transmitida por algún varón, entonces el efecto es mágico: es atendida, enriquecida y ponderada. Son expresiones machistas prácticamente ‘silenciosas’, que van desde lo simbólico hasta preguntarte si tenés hijos y si tenés con quién dejarlos en una campaña proselitista”.

Storani, que refirió haber sufrido varias situaciones de violencia política en su carrera, también habló de las particularidades que adopta el machismo en los laberintos de los partidos. “Lamentablemente son espacios donde las manifestaciones de poder están muy claras y marcadas, donde a las mujeres nos ha costado años poder acceder a cargos tanto partidarios (internos) como legislativos ejecutivos (externos)... Y está muy claro que aun no manejamos la confección de las listas y se prefiere a las mujeres obedientes”. Las radicales tuvieron una militancia activa en el feminismo con luchas históricas para lograr legislación y cambios. Pero todo costó mucho, dijo Storani. El lunes pasado se reunieron en el Comité Nacional a raíz de la denuncia contra el Senador Marino y formaron una comisión para redactar un protocolo de actuación en casos de abuso y violencia contra las mujeres. “Fue una reunión muy numerosa y sobre todo mujeres jóvenes con una firmeza admirable”, contó. 

Las nuevas generaciones

Josefina Mendoza, diputada provincial de la UCR y ex presidenta de la Federación Universitaria Argentina, es de las jóvenes. “Falta mucho por hacer, para las generaciones más antiguas estos procesos cuestan más, y ni siquiera toda la gente de mi edad lo termina de entender. En la universidad se nota, especialmente en las facultades más feminizadas, yo vengo de una facultad de humanas donde la mayoría somos mujeres, y estos debates se dan desde hace ya varios años. Claro, eso no significa que no haya violencia: 25 de las 57 universidades nacionales tienen protocolos en contra de la violencia de género, y otra decena está en construcción de alguno”, dijo. 

Desde el Frente Renovador, Cecilia Moreau, repasó algunas prácticas partidarias expulsivas para las mujeres: “desde que tengo memoria tiene horarios mayormente nocturnos en cuanto a reuniones, actos, incluso las sesiones en los ámbitos parlamentarios, terminan de madrugada. Este hecho, sumado al bagaje cultural que la mujer es primordialmente la encargada de la crianza de les hijes, hace que aflore la culpa y a veces nos autoexcluyamos de participar; y claramente los hombres se aprovechan de esta situación, ocupando los lugares y tomando las decisiones siguiendo esta lógica”. 

Moreau agregó un pensamiento compartido: “en los últimos años, se da un proceso de paulatino cambio, entendiendo unos y otros que esto no debiera ser así. Las mujeres aprendimos a trabajar esa culpa, dejamos de autoexcluirnos y hacemos malabares para cumplir con todos los roles. Nos falta mucho por recorrer, pero se ha avanzado mucho en la deconstrucción del pensamiento machista”. 

En definitiva, como apuntó Storani, los nudos en los que se asienta el machismo en la política no son otros que los que sostienen el patriarcado. “Históricamente los hombres han sido socializados para lo publico y las mujeres para lo domestico, y eso en la político creo que donde más fuerte y presente esta”. Por momentos pareciera que nunca es suficiente para que las mujeres estén a la altura. Ni siquiera haber llegado a tener una presidenta mujer, porque “siempre hay más seguridad y confianza sobre el manejo de un hombre a los altos cargos”. “Siempre” dijo Storani, y esta cronista pensó “todavía”, porque en cualquier momento puede aparecer otraThelmaFardin, sostenida por una red de mujeres, que empuje la primera pieza de un dominó imparable.