No sería justo hablar precisamente de un regreso cuando de violencia del fútbol se trata. Porque por más que buena parte de la dirigencia del fútbol argentino esquive el bulto, como lo hacen también las autoridades y la propia policía que, se sabe, muchas veces es cómplice por formar parte en el negocio, la violencia del fútbol siempre está a la orden del día. 

Los intentos desde el Gobierno por ponerle coto a través de los controles y la aplicación del derecho de admisión, el declaracionismo intempestivo de los funcionarios de turno, terminan como se dice en saco roto. 

Muestra cabal de esto el partido de vuelta de la final de la Copa Libertadores de América, que debió jugarse en el Bernabéu de Madrid. Todo un símbolo del estado de descomposición que atraviesa el fútbol argentino. La justa victoria de River ni su merecido festejo podrán maquillar aquello que fue expuesto ante la mirada de todos y que muchos vinculan al ataque sobre el micro que trasladaba a los jugadores de Boca al Monumental.

Las casas de varios barrabravas de River, incluida la del jefe de los Borrachos del Tablón, fueron allanadas por la policía luego de una denuncia por reventa de entradas. Justamente en el domicilio de su líder, Héctor “Caverna” Godoy, las autoridades secuestraron más de siete millones de pesos y cerca de 300 entradas para la Superfinal, que finalmente no se pudo jugar en Núñez. A raíz de esto se inspeccionó luego el Monumental, y ahí se secuestró la máquina que imprimía estos tickets sin registro contable. Según el fiscal Norberto Brotto, quien lleva adelante la investigación, las entradas secuestradas para la frustrada final debieron ser entregadas a la barra por la propia dirigencia. 

El jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, fue uno de los que relacionó los allanamientos con el posterior ataque a piedrazos contra el micro de Boca. “Vamos a ir a fondo contra la mafia de las barras”, prometió. Enseguida, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, anunció la implementación del Fan ID Argentino, una suerte de pasaporte del hincha –como el que se utilizó en el Mundial de Rusia–, que vendría a reemplazar al fracasado sistema AFA Plus; y los legisladores del oficialismo impulsaron el tratamiento exprés de la denominada Ley Antibarras, que a pesar de las duras críticas entre propios y ajenos logró su aprobación general, con media sanción en la Cámara Baja. Lo que se dice oportunismo político, circo para la tribuna.

Si el Gobierno quiere atacar de una buena vez el problema de la violencia del fútbol, que todos los actores involucrados alimentan tanto por acción como por omisión, bien podría dirigir su mira hacia Boca. Es que el club xeneize tuvo a Mauricio Macri como presidente durante tres períodos, y a su gente durante dos mandatos más, lapso en el que reinó en la tribuna –no sin algunas interrupciones– el líder barrabrava Rafael Di Zeo, el mismo que recientemente fue fotografiado al frente del micro que trasladó a los jugadores xeneizes hacia el Aeropuerto de Ezeiza, rumbo a Madrid para jugar la estropeada Superfinal.