En la madrugada del domingo ocho compañerxs que estábamos desde la medianoche bailando y diviertiéndonos en el pub Absentha, a una cuadra de la plaza principal de El Bolsón, vivimos una secuencia de terror. 

Llegamos a Absentha porque estábamos participando del XI Festival Diversx y Disidente de El Bolsón, que había terminado apenas unas horas antes. Entonces, frente a un beso de dos compañerxs, primero recibimos insultos de parte de un par de clientes que estaban en el Bar. Después nos pegaron entre todos, porque a esta violencia se sumó personal del local y una expulsión a las piñas: nos pegó el DJ, el barman y el encargado de la barra.

A unx de nuestros compañerxs le luxaron un dedo mientras intentaba cubrir su cara de la piña que le pegaron, mientras que al resto nos tiraron gas pimienta y nos expulsaron golpes y empujones. Unx sufrió un desmayo por el que tuvo que ser trasladadx en ambulancia. Lxs otrxs siete quedamos abandonadxs en la calle expuestos a los agresores que seguían en el lugar. Tanto la ambulancia como la guardia del hospital en principio se resistió a atendernos. Nos negaron así nuestro derecho a la salud.

La policía que llegó antes que la ambulancia, no hizo nada para apartarnos de lxs agresorxs. Adentro del pub la fiesta seguía. Y  siguieron las palabras que en sus bocas son insultos: “putos”, “enfermos”, “por ustedes está así el país”, “lesbianas de mierda”. Sabemos que todo quedó registrado en cámaras.

Las siete denuncias -por lesiones, abandono de persona, violencia institucional y discriminación por orientación sexual-, las hicimos  en la comisaría Nro. 12 de El Bolsón.

Sentimos que este ataque forma parte de las manifestaciones de un patriarcado que se siente amenazado. Sabemos en nuestros cuerpos maricas, travas, tortas y no binarixs que la violencia se manifiesta de muchas formas y de manera cotidiana. Hoy fue en Absentha, pero hace un mes fue en una heladería a pocas cuadras. Y en el transcurso del año lo vivimos en muchas partes.

Por más que en el contexto de país, región y mundo donde vivimos estos episodios se reproducen; no vamos a acostumbrarnos nunca a la violencia. Nuestra respuesta, decidida en asamblea al calor de los golpes recibidos, es cortar con esta intolerancia a través de lo que sabemos hacer: visibilidad, redes de afecto, autocuidado, potencia colectiva y sensibilidad.

Nuestras identidades son parte nuestra todo el año, más allá de los festivales o espacios donde decidamos movernos. El derecho a transitar y expresar nuestros besos, deseos, maneras de vestirnos o gestualidad no es algo por lo que vayamos a tener que pedir permiso.

Frente a la violencia heterocispatriarcal las disidencias seguimos en alerta y organizadas. Al clóset y al calabozo no volvemos nunca más.