“En noviembre de 1994, allá lejos y hace tiempo, un jefe policial me pidió disculpas por el asesinato de Edgardo, reconoció que lo habían asesinado por error, pero no es suficiente, lo que queremos es que se haga justicia”. La entrevistada por PáginaI12 es Raquel Gazanego, viuda de Edgardo José Cicuttín, un vendedor de libros que hace 25 años fue acribillado a balazos, junto con otras tres personas que también murieron. Las víctimas mortales iban en autos distintos y no se conocían entre sí. El ataque fue realizado por al menos 11 policías de la Brigada de Investigaciones de Lanús que iban vestidos de civil y se movilizaban en cinco vehículos particulares, sin identificación. El pedido de disculpas fue durante la reconstrucción de la llamada Masacre de Wilde, ocurrida el 19 de enero de 1994, cuando “el ex gobernador bonaerense (Eduardo) Duhalde decía públicamente que la Bonaerense era la mejor policía del mundo”, recordó Raquel. 

El jefe de la fuerza era entonces Pedro Klodczyk, cuando la Bonaerense se ganó el mote de “la maldita policía” y uno de los que estaba al frente de la Brigada de Lanús era Juan José Ribelli, luego procesado y finalmente absuelto en el marco de la escandalosa investigación del atentado contra la AMIA. Sobre la causa por la Masacre de Wilde, Raquel Gazanego señaló que “está frenada por la defensa de los (nueve) policías (que podrían llegar a juicio), que ante cada novedad, apelan para demorar el juicio y como no hay nada previsto para impedir esas maniobras, pueden seguir haciéndolo”. De todos modos, dijo que esperan que “el juicio se realice este año y que sea una audiencia oral, pero para eso se tienen que designar defensores oficiales” para evitar las chicanas judiciales. El proceso lleva un cuarto de siglo de demora, a pesar de que el Estado argentino fue intimado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para que se realizara el juicio en forma inmediata. 

“El pedido de la CIDH fue hecho hace seis años, pero después hubo un cambio de autoridades (en el organismo internacional) y por eso ahora volvimos a insistir ante ellos y estamos esperando una nueva intimación”, explicó Raquel. “Lo curioso es que, hace ya tanto tiempo, los policías hasta me pidieron disculpas por haber asesinado a Edgardo por error. Pero no basta ese reconocimiento, hay que hacerlo en el juicio y que de una vez se dicten las condenas que correspondan, para que haya justa justicia”. 

Junto con Edgardo José Cicuttín, que iba en un Dodge 1500, fueron asesinados el remisero Norberto Corbo y sus dos pasajeros, Claudio Mendoza y Enrique Bielsa, que se trasladaban en un Peugeot 505. Cicuttín era el acompañante del conductor del Dodge, Claudio Díaz, único sobreviviente. Los peritajes determinaron que los policías habían realizado al menos 270 disparos con escopetas Itaka. Al principio se dijo que eran 13 los policías involucrados, pero el número luego se redujo a 11, en el marco de una investigación que tuvo que superar muchos obstáculos.

Los que pueden llegar hoy a juicio son Marcos Ariel Rodríguez –el único que está preso–, el comisario inspector Roberto Mantel, el comisario Hugo Reyes, el capitán Osvaldo Lorenzón, los subtenientes Marciano González y Pablo Dudek, y los ahora policías retirados Julio Gatto, que trabaja como empleado, y Marcelo Valenga. El único detenido, Marcos Ariel Rodríguez, estuvo varios años prófugo y se había trasladado a la ciudad cordobesa de La Falda, donde tenía un negocio. Los otros dos imputados eran los policías César Córdoba y Carlos Saladino, ya fallecidos. 

“Es cierto que está demostrado que el asesinato de Edgardo fue un error, pero tampoco está claro que el remisero Corbo e incluso sus dos pasajeros, hayan dado algún motivo para que los persiguieran y los mataran”. Recordó que en su momento “la policía dijo que en el Peugeot 505 encontraron dos armas, que luego, al ser analizadas, se demostró que eran inutilizables, de manera que no está claro todo lo que pasó, de manera que es necesario que se haga un juicio oral para conocer la verdad, 25 años después, y hacer justicia de una vez por todas”. Al momento del hecho, los dos hijos del matrimonio tenían 8 años y ocho meses de vida. “Mi esposo salió a trabajar y lo asesinaron sin ningún motivo”.