Vi la película interactiva de Netflix, Black Mirror: Bandersnatch. La historia pone en el centro de la cuestión el libre albedrío. Es una historia sencilla en la que un chico diseña un video juego, en los años ochenta, en el que el jugador puede elegir, mediante un sistema de opciones, cómo va a continuar. Pero la película, que solo puede verse en dispositivos inteligentes, obliga al espectador, como en el juego, a hacer sus propias elecciones para continuar la película. Cosas como ¿Galletas de limón o de vainilla? A partir de tildar una de las alternativas, la trama sigue en un sentido o en otro. Como todo sale mal, se puede volver atrás y volver a elegir otra opción para ver si el resultado es mejor. El asunto es que la historia se va poniendo truculenta y uno empieza a sorprenderse de las propias decisiones. Por ejemplo, entre tirarse por la ventana o matar a papá, opté por la segunda. Nos recuerda un poco a la vieja "I, como Ícaro", donde, autorizado por el director porque es nada más que una ficción, uno es capaz de ser un torturador. De lo que uno elija depende el sufrimiento de uno o más personajes que suplican que no lo hagamos.

Lo siniestro, y a la vez brillante, de la película, es que nos muestra en tiempo real que los medios, incluso el propio Netflix, nos hacen creer que elegimos libremente cuando en verdad estamos siendo manipulados. Sobre el final, que en verdad no hay, nos damos cuenta de que somos partes de un programa en el que estamos integrados. Es lo que la película propone cuando una segunda persona, ya en la actualidad, retoma el juego por encargo de Netflix, hace la película, que es el videojuego mismo, y la maldición se repite.

La subjetividad de la época neoliberal está programada de ese modo, haciendo que los sujetos se piensen a sí mismos como libres, autónomos, sin dependencia con ningún legado ni determinación social, mientras son controladas y programadas todas sus acciones. Así, la libertad y la democracia son las principales banderas de ese sistema de dominio en el que no elegimos nada sino que somos conducidos por el laberinto algorítmico de la minería de datos. De modo que la película puede ser una invitación a pensar en cómo alcanzar una libertad y democracia verdaderas.

*Psicoanalista. EOL Sección Córdoba. Publicado en Facebook.