El 27 de enero de 2004, en la zona de la terminal de ómnibus donde trabajaba y vivía, el femicidio de Sandra Cabrera, secretaria general en Rosario de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar) fue un mensaje contundente. En poco tiempo, se desarticuló la organización que denunciaba la violencia institucional contra las trabajadoras sexuales, extorsiones que dejaban al descubierto el entramado de la corrupción policial. Hoy se cumplen 15 años del crimen político de Sandra, todavía impune. Hubo un solo procesado, Diego Parvluczyk, quien era subjefe de la Policía Federal de Rosario, pero fue sobreseído y ya no se lo puede volver a juzgar por esa causa. Mañana, a las 19, en el Centro Cultural La Toma de Rosario, se proyectará el documental "Sexo, dignidad y muerte", dirigido por Lucrecia Mastrángelo. "La impunidad con la que quedó el caso de Sandra se ha transformado en una bandera de lucha, que hoy hace que a 23 años de la organización de Ammar se transforme en haber logrado una sensibilidad social con la que antes no contábamos", subrayó la secretaria general de Ammar, Georgina Orellano, quien estará en el acto junto a Myriam Auyeros, compañera de Sandra y una de las fundadoras de Ammar Rosario. Myriam está entusiasmada con rearmar el sindicato. "Es algo que tengo pendiente", asegura. #FueLaPolicía es el hashtag que figura en el flyer de invitación.

Sandra Cabrera era una dirigente social, referente de la Central de Trabajadores Argentinos de Rosario. La conmoción social y política por su femicidio provocó la disolución de la División de Moralidad Pública de la policía provincial, organismo destinado sobre todo a la persecución de las trabajadoras sexuales, y una puerta de ingreso de la recaudación ilegal. Hicieron falta varios años más para lograr otra de las reivindicaciones que ella impulsó tempranamente: recién en 2010 se derogaron los artículos del Código de Faltas provincial que permitían a la policía ejercer la violencia institucional. Sandra lo pidió desde la fundación de Ammar Rosario, en 2001. "Lo de Sandra fue un femicidio de estado, en su momento costó enunciarlo así, pero la mataron por mujer y puta organizada. La mató la policía que ella denunciaba por los negocios que hacía a costa de las precariedades de las trabajadoras sexuales. Fue de las primeras en desenmascarar a las fuerzas de seguridad y su vínculo con las redes de trata y la narcocriminalidad. Ella denunciaba y estaba amenazada. La justicia provincial también es responsable", expresó Majo Gerez, dirigente de Ni Una Menos Rosario y Mala Junta, una de las impulsoras del proyecto de ley de reparación del estado provincial a trabajadoras sexuales víctimas de violencia institucional que presentó el año pasado el diputado provincial del Frente Social y Popular Carlos Del Frade.

El femicidio de Sandra Cabrera dejó al descubierto de manera brutal el sesgo patriarcal de la Justicia provincial. "En su momento estuvo preso Parvluczyk, que fue el novio que andaba con ella. Las compañeras lo veían a él que iba a la zona a buscarla y la última noche la vieron a Sandra subir al auto de él, y si bien no quedan dudas de que fue él quien la mandó a matar, justo en la zona de trabajo de Sandra, apareció como que la había matado un cliente. Cuando fueron a declarar las compañeras, las que trabajaban en la misma zona, no eran válidas las declaraciones porque según los abogados que le tomaron la testimonial, no eran válidos los testimonios de las trabajadoras por la vida errante que llevábamos. O sea que nosotras no teníamos ni voz ni voto, nos podían matar tranquilamente. Las chicas fueron a declarar, las compañeras que la vieron esa noche, pero no les creyeron", expresa Myriam, quince años después.

El primer juez que tuvo la causa, Carlos Carbone, sí tomó en cuenta las declaraciones de las testigos, de hecho fue a recogerlas en la calle para evitar la intermediación policial, a pedido de la entonces abogada de la CTA, María Eugenia Caggiano.

Más tarde, los camaristas Ernesto Pangia, Alberto Bernardini y Eduardo Sorrentino decidieron desprocesar al policía y también separaron del caso a Carbone, quien había decidido el procesamiento tras tomar 116 testimonios. La causa pasó a Alfredo Ivaldi Artacho y ya no se movió. El argumento de los camaristas fue revictimizante: consideró que los testimonios de las compañeras de Sandra provenían de "personas con actividades callejeras que transcurren sus madrugadas con un itinerario errante".

Tales argumentos, escritos en 2004, levantarían hoy la indignación del movimiento de mujeres. "Más allá de las diferencias que podamos llegar a tener con algunos sectores con respecto a nuestras reivindicaciones, creo que la revictimización de nuestras voces, o que el poder judicial vea la incapacidad de decisión y juzgue la toma de decisión de las mujeres lesbianas, travestis y trans, serían totalmente cuestionables. No se animarían y de animarse, como lo hicieron en 2004, habría todo un movimiento rechazando", expresó Orellano sobre esa hipótesis y subrayó que "eso también tiene que ver con un proceso que lleva adelante en nuestro país todo el movimiento feminista".

Lo más importante para la dirigente nacional de Ammar es dejar claro que "el Poder Judicial está en la mira del movimiento feminista y tiene un rechazo en la sociedad, nosotras desconfiamos siempre del derecho penal", porque "está totalmente alejado de nuestras vivencias, de lo que sucede en el territorio, juzgando la vida de las personas con una mirada sesgada, atravesada por la selectividad, la clase social, el machismo y el patriarcado".

Orellano confía en que se rearme la organización en Rosario. "Hay compañeras de Sandra que fueron parte también de la fundación de Ammar, que se tomaron todo el tiempo necesario para replantear la construcción. En su momento se corrieron por miedo, dieron un paso al costado cuidando su integridad física, y hoy se vuelven a sumar porque ven el movimiento de las trabajadoras sexuales, hay muchas jóvenes que alzan sus voces, que no le tienen tanto miedo ni a lo que dice la sociedad, ni al Poder Judicial y policial, sino que también hay cierta construcción social con la que nosotras logramos derribar ciertos estigmas y prejuicios. Hoy la trabajadora sexual organizada es un sujeto político", afirmó Orellano. Para ella, esa visibilidad "hace que muchas otras compañeras se quieran sumar, se quieran hacer visibles, quieran contar sus experiencias, quieran militar, y en el caso particular de Rosario quieran volver nuevamente a la organización, a unir la experiencia de quienes tienen historia en el sindicato con la juventud que tienen la fuerza, las ganas, la energía y entender que todas somos necesarias para intentar transformar nuestra realidad y para que no haya nunca más una Sandra Cabrera".

Justamente, Myriam está entusiasmada con refundar Ammar. "Tengo la idea de rearmarlo, porque fui una de las tres que estuvimos al lado de Sandra, después las otras chicas se retiraron, pero el lunes va a haber dos compañeras mías y tengo ganas de reiniciarlo", cuenta Myriam, mientras les pide a sus nietos que hagan silencio, que tiene que hablar por teléfono. Las tareas de cuidado son parte de las múltiples opresiones de las mujeres. Su tiempo es escaso porque tiene que cuidar a su mamá, que "está viejita", pero tiene ganas de retomar lo que quedó trunco. El femicidio de Sandra sembró un tendal de miedo entre sus compañeras, que exponían su propia integridad física en la calle, las vidas de sus hijes, las familias. Quienes mataron -y mandaron a matar- a la dirigente seguían teniendo el poder en el territorio, allí donde las putas sólo tenían sus cuerpos. Ahora, que también a ellas las ven, se abre una nueva posibilidad de organizarse.