Experimentador audiovisual de larga trayectoria a pesar de su juventud, Ian Kornfeld presentará en el marco del FIBA una única función de Antiplan, su último espectáculo (mañana a las 22 en Club Lucero, Nicaragua 6048). Nacido en Buenos Aires en el seno de una familia de marcada inclinación artísticas, Ian pasó de formarse en artes plásticas, a dedicarse a la música y luego a los medios audiovisuales: “Tuve una formación fragmentada y autodidacta”, resume ante PáginaI12, y explica que ese recorrido le sirvió para reunir herramientas expresivas diversas para luego ubicarse en los límites de todas las disciplinas frecuentadas e intervenirlas unas con las otras. 

A partir de 2000, Kornfeld formó parte de Pornois, el primer ensamble del país dedicado a experimentar con música y video. Cinco años después, cuando el grupo se disolvió, el artista decidió encarar lo interdisciplinario con mayor libertad. Así nació Antiplan, título de un espectáculo que va mutando en el tiempo, nombre que también designa una zona de creación, un área de trabajo: “Lo de antiplan tiene que ver con mi necesidad de no atenerme a una planificación determinada, a la libertad que significa dejar fluir los impulsos creativos”. Lo dice remarcando que su idea es componer y no solamente ejecutar y reproducir en vivo. 

Kornfeld explica que cada imagen y cada sonido son utilizados por él como unidades de combinación, de modo que en cada función ensambla en vivo todos los elementos disponibles. El artista establece la diferencia entre una creación “de computadora” y la que surge del propio artista. “Quiero mantener el carácter artesanal y subjetivo de lo que estoy haciendo, usar los medios digitales pero para trabajar en forma imperfecta y personal”, explica. Y agrega que quiere mantener la autoría de su obra: “La tecnología también puede crear algorítmicamente”.

Cada función de Antiplan tiene variaciones o, como dice Kornfeld, “un hilado diferente”. Estrenada en 2014 en el MAMBA, la primera versión de Antiplan se mostró en lugares diversos y, luego de presentarse en Berlín, Ian borró en vivo todo el espectáculo que había creado para “resetearlo y empezar de cero”. Si anteriormente armaba collages animados con aire retro, producto del escaneado de imágenes de archivos de otras décadas, ahora combina imágenes filmadas por él mismo, a partir del trabajo con actores y performers.

Según afirma el artista, los 14 personajes que contiene Antiplan siguen manteniendo una actitud crítica acerca de las relaciones sociales contemporáneas. “Se trata de una obra expansiva porque el material se combina en forma fractal, y así crece y se desplaza”, intenta graficar aunque siempre vuelve al mismo punto: “No es algo que se puede explicar fácilmente ni algo que puede ser visto en video: lo más importante es experimentarlo en vivo”.   

La pantalla muestra series de personajes aislados que eventualmente entran en mutua asociación sobre un friso de música electrónica, entre cambios de velocidad y tamaño. Hay humor en las imágenes seriadas, en la ironía de unos cuerpos anónimos que habitan espacios urbanos o paisajes indefinidos. En todo caso, Antiplan propone una marejada de símbolos que retratan un tiempo en el que pareciera que todos están formando una sólida comunidad en las redes sin detenerse a detectar un posible nivel de aislamiento. De todos modos, según observa el creador, la performance propone imágenes hipnóticas que aportan un marcado efecto onírico, alucinatorio, para crear “una nebulosa que hace posible por momentos suspender la comprensión”.