La voz de Marteen Devoldere se trenza con largas ráfagas que enredan su celular. Vientos de cambio curtieron las pieles de los integrantes de Balthazar, que volvieron a grabar juntos después de cuatro años, entradas, salidas, aventuras solistas y varios kilómetros de ruta europea. Publicado hace unos días, Fever simboliza el renacimiento de una banda que tuvo que pausarse para entenderse a sí misma. El quinteto de Kortrijk y Ghent, dos ciudades al noroeste de Bélgica, se reencontró con once canciones algo distantes pero cálidas y una nueva pasión por el groove, que encuentra cauce en sus tradicionales estribillos gancheros.

Pop ambiental e intimista de bajos tempos, sostenido por la sensibilidad fría de un beat acústico, con toques de R&B y free jazz, ahora a través de atmósferas más cavernosas: en Fever las influencias son menos certeras, aunque lo cursado con Damon Albarn, Dan Auerbach o Lou Reed esté entre líneas. Applause (2010) había propuesto una sugestiva aritmética de influencias y, después de Rats (2012), la propuesta de Thin Walls (2015) pareció un intento por permear las estructuras de la música radiable, con producción del británico Ben Hillier, acostumbrado a trabajar con Depeche Mode. Fever es, en cambio, una apuesta por la identidad. “Quisimos elevar la temperatura”, se adjudica Devoldere, a propósito del semblante general del álbum. “Las canciones ganaron en groove y sumamos algo de percusión africana. Nos gustaba la idea de que el nombre del disco fuera un cliché pop. La palabra fue usada tantas veces que queríamos reconsiderarla, coquetear con ese lugar común y hasta hacerlo propio.”

Buena parte de la ganancia de la placa no se debe a los recursos sonoros unilateralmente. Antes de componerla y grabarla, Balthazar se había dado el tiempo necesario como para redescubrirse. En primer término, el hiato de cuatro años vio a algunos de sus miembros emprender rumbos en solitario: Devoldere armó Warhaus y sacó dos discos con su cara en la tapa, y Jinte Deprez publicó con J. Bernardt. “Habíamos estado girando mucho tiempo por Europa, teníamos una máquina bien aceitada, pero empezamos a sentir que todo se estaba volviendo demasiado rutinario, hasta un punto peligroso –recuerda el cantante–. Quisimos volver a la hoja en blanco, nos pareció lo mejor hacer un corte para reabrir la creatividad, reencontrarnos con la parte lúdica de todo esto y hasta poder admirar el trabajo del otro.”

Existe un elemento más, que Devoldere suelta casi al pasar: la “actitud belga” que procuraron imprimir en este trabajo. “Bélgica es un lugar chiquito en el medio de Europa, que se terminó de constituir a partir de un compromiso entre Francia y Alemania, cuando creyeron que habían estado demasiado tiempo en guerra. Por eso no somos una nación muy orgullosa ni chauvinista”, revela. “Somos modestos, lo que nos hace muy abiertos al aporte de otras culturas. Podemos tomar algo de los franceses, de los ingleses o de los norteamericanos y hacer nuestra propia mezcla.”

La salida de la violinista y tecladista Patricia Vanneste había obligado a rearmar el sonido, y ya con la actitud como premisa, la asistencia de un productor amigo fue aceite para la máquina. Ese fue Jasper Maelkelberg, también mente maestra de Faces on TV y contemporáneo del grupo, quien supo ayudarlos a desenfrascar sus propias semillas. Así pudieron meterse en Bélgica para salir más al mundo, hasta pensar en la posibilidad de cruzar a Sudamérica. “Quizás en unos meses podamos ir. Cuando éramos más chicos, tratábamos de evitar sonar como belgas, nos resultaba menos sexy. Ahora nos pareció interesante trabajar con un compatriota, para darle un sonido exótico a lo que hacemos.”

Al igual que el trabajo anterior, Fever fue compuesto en la ruta. La diferencia es que, en este caso, las rutas eran las de sus miembros por separado. ¿Cómo agrupar esas ideas individuales en un repertorio coherente? “Alquilamos una casa en el bosque para poder trabajar más enfocados, e hicimos una suerte de ping pong de ideas. Siempre tratamos de no escuchar otra música que no sea la que estamos haciendo, porque nos puede confundir, pero si tuviera que relacionar estas canciones con algo, sería Talking Heads. Un buen ejemplo de grupo que puede crear hits pop con mucho groove, sin perder jamás el sentido artístico.”