Lo más frecuente es ver a Werner Herzog en sus documentales internándose en cuevas, escalando volcanes o caminando sobre el hielo antártico. Sin embargo, en Meeting Gorbachev, el director de Fitzcarraldo se viste de traje para entrevistar al último líder soviético. La película se organiza en torno a tres entrevistas que Herzog le hizo al octogenario Gorbi en la primera mitad de 2018 y se completa con imágenes de archivo, testimonios de testigos de la época de apertura democrática y reforma económica soviéticas conocidas como glasnost y perestroika, y la inconfundible voz en off del cineasta alemán.

Durante una hora y media, esta producción de History Films junto al canal alemán Mitteldeutscher Rundfunk y el canal franco-germano Arte recorre de forma bastante convencional la historia de Gorbachov desde su infancia en el seno de una familia campesina hasta su ascenso político y posterior renuncia en 1991. Abundan los subrayados musicales y las panorámicas de la estepa rusa. Herzog considera, al igual que gran parte del mundo occidental, que Gorbachov es un héroe y busca emocionar deliberadamente. Algo por otra parte nada difícil cuando se contrastan las imágenes de archivo del hombre que modificó el mapa político mundial con las del anciano solitario –aunque increíblemente lúcido– de la actualidad.

En ese sentido, no sorprende que entre los entrevistados, como el secretario de Estado de Ronald Reagan, George P. Schultz, el líder polaco Lech Walesa o el asesor de seguridad nacional del canciller alemán Helmut Kohl, Horst Teltschick, no haya ningún ruso. Hubiera sido interesante preguntarle a alguno por qué, para muchos de ellos, Gorbachov representa –justa o injustamente– una claudicación.

Pero más allá de cierto tono laudatorio y una estructura convencional para lo que podría esperarse de Herzog, que aquí se embarcó en algo más parecido a un homenaje que a un documental, Meeting Gorbachev no carece de interés. A fin de cuentas, no todos los días se tiene la oportunidad de escuchar a uno de los protagonistas políticos del siglo XX. Y menos a un entrevistador atípico como Herzog, que lo primero que le dice es: “Soy alemán y el primer alemán que usted vio probablemente haya querido matarlo”.