Es muy fuerte leer las declaraciones de las llamadas Rad Fem. Para ellas, travestis y trans somos hombres. Lo cual me trae sin cuidado, lo que sí me angustia son las amistades en común que al leer estas declaraciones permanezcan inmutables.
Las mujeres trans hemos sufrido muchísimo por este tipo de declaraciones que, por supuesto, nunca han venido sólo de los varones. Cuando tenía 16 años, un grupo de chicas me acusó de orinar en los lavatorios del baño de mujeres del boliche del pueblo, así que el dueño de Naturaleza me invitó amablemente a retirarme y ponerme un pantalón en caso de que quisiera volver a entrar. Cuando vivía en la pensión, una de las vecinas llamaba siempre a la policía acusándome de “acosar” a su hijo, un anabolizado que después terminó pagándome por sexo. Una de las pensionadas de la casa me acusó con el dueño de drogarme, cuando tenía apenas 18 años y no tomaba ni siquiera alcohol. No me sorprende que un grupo de personas que dicen ser mujeres y creen detentar un poder sobre nuestras identidades tan sólo por haber nacido con vagina, ahora resulte en semejante acto de transodio, de insensibilidad, de falta de ética, de despilfarro de energía sobre un grupo de personas que a ellas no les perjudica en nada. Quisiera saber cuántas de estas RadFem han sido asesinadas por el discurso trans, cuántas han sido echadas de espacios por el discurso trans, cuántas han sido insultadas por el discurso trans. El discurso de las personas Trans está muy por detrás del feminismo, vamos elaborando nuestras teorías como podemos, sobre un cementerio de hermanas, amigas, madres, tías que han sido muertas por el uso desmedido de estas prácticas. Siempre supimos que hay un problema en el patriarcado y es la hétero norma, la cisnormalidad. No es novedad que estas llamadas “mujeres” ahora ataquen de esa manera a las mujeres trans. Fuimos traicionadas una y otra vez por “mujeres” como éstas. Y si el título les resulta tan importante, si tienen tanta necesidad de ser ellas únicamente las nombradas mujeres, pues que se lo queden. ¡Miren si les vamos a rogar justamente a estas “mujeres” que nos reconozcan como pares!
Yo me quedo con el recuerdo de mis hermanas, tías, amigas travestis y amigas mujeres, las que se mezclaron con nosotras y pelearon a nuestro lado, no por un título, no por la exclusividad de una marcha. Nosotras peleamos por la vida, de las mujeres, niñes, animales. Peleamos por una vida que pueda ser vivida con alegría y libertad. No quiero más cadáveres a nuestro paso y estoy segura de que las travas de mi vida tampoco. Pero quiero saber quién es mi enemigo, quién desea matarme, quién quiere que muera discriminada, exiliada, enferma y oprimida. De modo que si para estas “mujeres” el “título” las lleva a cometer semejantes actos de muerte, yo prefiero ser colibrí como dice la Tía Susy Shock, prefiero ser despropósito, como decía Stella Díaz Varín. Si el amor es soportar esta persecución y escarnio poniendo la otra mejilla, tampoco quiero el amor. Si la militancia es pedir la cabeza de las travestis, prefiero ser la persona menos comprometida políticamente del mundo. Yo tengo trabajo, el amor me rodea, la creatividad me hierve, transformé una historia de mucho dolor en palabras, en obras de teatro, en canciones. Yo no me merezco esta mierda. Quédense con todo. Nada de lo que me ofrece el Cistema, me entusiasma ni me genera deseo. Su mundo es horrible. Ustedes mismas lo están haciendo horrible.