Si se escribe en Google “por qué no hay porro en Argentina”, la búsqueda arroja casi un millón y medio de resultados, aunque curiosamente ninguno conteste la pregunta. Esta aproximación, entonces, aporta dos cuestiones: la compartida inquietud sobre la escasez de marihuana pero al mismo tiempo la falta de respuestas al interrogante. ¿La baja de la oferta es una realidad o, por el contrario, una percepción subjetiva y por lo tanto discutible?

La preocupación por este déficit no es nueva, y el rock sirve como registro histórico: en 1996, Los Piojos grabaron Verano del ‘92, aquella canción en la que hablaban de un tal Juan Pedro Fasola al que “hace tanto tiempo que no te sentimos”, y dos años más tarde Kapanga eternizó su himno Ramón, donde la banda le pedía a los muchachos que “no pierdan la esperanza”. Metáforas para figurar la ausencia de un producto cuya venta es ilegal pero su uso aumenta año a año.

Si bien es imposible tener una estadística certera sobre la cantidad de consumidores, numerosos estudios aportan cifras que difieren entre sí. Mientras la Oficina Contra la Droga y el Crimen de la ONU asegura que el porcentaje de fumadores de marihuana en la población global argentina oscila entre el 2,5 y el 5 por ciento (debajo incluso de países vecinos como Uruguay, Chile o Brasil), un informe del SEDRONAR de 2017 ya indicaba que ese índice había subido a los 7,6 puntos. Como se observa, los valores sirven no más que como meros estimadores de un universo que quizás sea incluso mayor al relevado.

La expansión del consumo en Argentina responde a varios motivos que van desde cambios culturales, menos prejuicios al hábito, nuevos mecanismos de producción casera, cierto desapego a informes médicos que no terminan de ser concluyentes y un debate mundial sobre la despenalización de la marihuana que en nuestro país no se profundiza: en 2009, la Corte Suprema se proclamó contra el castigo a la tenencia para consumo personal en ámbitos privados, aunque a pesar de ello no se registraron avances en legislación durante los diez años que está por cumplir el célebre fallo Arriola.

Así las cosas, el NO salió a patear calles, pasillos, patios y jardines para tratar de dar con alguna respuesta a una pregunta que se oye con cada vez más frecuencia. ¿A qué se debe esta sensación de escasez? Las teorías al respecto con numerosas, y si bien no hay unanimidad para determinar un diagnóstico concreto, los productores y consumidores coinciden en algunos aspectos.

“Históricamente hubo un problema en el verano porque los vendedores se lo llevan a los puntos turísticos”, sostiene Rodrigo, joven de 30 años del barrio porteño de La Paternal, quien abona a una percepción que aflora con la llegada de cada temporada estival. “Ahora, con el autocultivo, se nota menos la falta, aunque los precios son de locos, si me permiten la redundancia”, bromea. Y agrega con cierto rigor estadístico que “aunque dé rechazo darle mérito a la policía, lo cierto es que en el barrio hubo mucha limpieza de vendedores de distintos escalafones, desde los que laburan al menudeo hasta otros de más escala”.

El fantasma de la persecución policial y el inevitable linkeo con las políticas represivas del gobierno actual hacen suponer que quizás la venta y el consumo se hayan contraído por esa causa. “No sé hasta qué punto será cierto esto”, discute Daniel, cuarentón de La Matanza que planta y cosecha para consumo personal y para producir aceite de cannabis, punta de lanza legal del movimiento despenalizador. “A mi hijo lo engancharon en una plaza de Caballito fumando y con un frasco de flores en la mochila, pero a las diez horas estaba de vuelta en su casa. Incluso hasta tengo que reconocer que lo trataron bien: ‘Sos un tarado, ¿cómo vas a andar en la calle fumándote uno y con semejante cantidad encima? Te estás comprometiendo con la posibilidad de que te abran una causa’, le dijo uno. Él se cagó todo, pero yo aún más, porque temí que lo metieran en cana un largo rato.”

Aunque el porcentaje principal de causas que tramita la Justicia Federal por la infracción a la Ley de Estupefacientes es por consumo de marihuana, muy pocas acaban en condena. Esto responde a que la mayoría son por consumo personal. La conclusión: mucho movimiento de uniformes, calabozos y papeles al ñudo, ya que todo acaba en nada. Y otra evidencia de que el prohibicionismo no aporta las soluciones que pretende imponer.

Policía versus cultivadores parece ser entonces la antinomia sobre la que se mece la escasez. “Yo tampoco creo que falte por la persecución de la gorra”, sostiene Cristian, sub25 de Avellaneda. “El escenario se acentúa en verano porque los cultivos grandes de esa época se cosechan recién en marzo o abril, entonces la merma de stock se nota más, ya que en estas fechas hay mayor demanda debido a las vacaciones. Aunque tampoco debemos ignorar que los que tienen para vender saben que hay poco, entonces se ponen en forros y te cobran cualquier precio.”

Gastón, que acaba de cumplir 42 y vivió en diez ciudades distintas de Argentina, en las que intentó plantar según las condiciones climáticas de cada lugar, coincide con este punto: “Hace veinte años que fumo y en verano siempre pasa lo mismo, no encontrás en ningún lado. Creo que se debe a que es una planta de estación, entonces tenemos épocas en las que hay y otras en las que no. Como pasa con el durazno”.

Los valores que se manejan en “el mercado” (hasta 450 pesos el gramo de flores) suponen uno de los frentes de cuestionamiento a los cultivadores: “Ya desde diciembre los que venden te van apurando para que compres porque te corren con el fantasma de que muchos pibes se van de vacaciones y, al querer llevarse para fumar ahí, la demanda aumenta. Así y todo me parece que los precios son un despropósito”, apunta Lisandro, muchacho del Tigre. “Cuando éramos pibes, empezamos fumando prensado. Después aparecieron las flores y todos nos entusiasmamos, pero ahora eso parece convertirse en un gustito para pocos y con plata que a los pobres nos vuelve a empujar al paragua.”

La especulación sobre la oferta y demanda agita el debate entre los fumadores y, por primera vez en mucho tiempo, corre del centro de la culpabilidad a la policía para allí ubicar a los productores. “A pesar de que a muchos nos guste fumar, no tenemos que obviar esta situación”, opina un importante cantante del rock argentino embanderado en la causa. “Hay toda una militancia para la despenalización que nos encuentra a multitudes marchando cada 7 de mayo y solidarizándonos con aquellos que caen en cana por tener unas macetas en la casa, pero al mismo tiempo muchos de los que cultivan toman hábitos de narcos retaceándote faso cuando falta para poder cobrártelo más caro”, dice. “Estamos en una época donde mucha gente pide a gritos este psicotrópico natural que lo preferimos ante que el rivotril y otras barbaridades similares. Pero nos encontramos con que por arriba tenés al Estado que te lo prohíbe, y por abajo a los vendedores que te arrancan la cabeza. El debate debe ser más profundo y avanzar en ambas direcciones.”