La final de nuestras vidas, de Andrés Burgo, es un libro escrito en caliente: semanas antes de la definición de la Copa Libertadores 2018 entre River y Boca, la editorial Planeta le propuso a dos periodistas-escritores contar el antes, el durante y el después de la final. Juan José Becerra por el lado de Boca, Andrés Burgo por el de River. Sólo después de la revancha se sabría cuál afrontaría los casi 200 mil caracteres de texto en tiempo urgente. Ganó River, le tocó escribir a Burgo.

“El que ganaba escribía el libro”, le dice Burgo a PáginaI12 a escasas horas de que La final de nuestras vidas esté disponible en papel y electrónico. El superclásico copero mantuvo en vilo al país por distintos motivos. Una lluvia postergó la primera final, en La Bombonera, por 24 horas (2 a 2 el resultado). Para la revancha, el ataque nunca aclarado al micro con los jugadores de Boca, a pocas cuadras del Monumental, llevó a la suspensión para el día siguiente, cuando se volvió a postergar ya con el público en la cancha. Días después se resolvió que el escenario sería el Santiago Bernabéu. El titular de Boca, Daniel Angelici, y el de River, Rodolfo D’Onofrio, se terminaron peleando. El presidente de la Nación, Mauricio Macri, intervino al afirmar que ambos encuentros se jugarían con hinchas visitantes para mostrar al mundo de lo que somos capaces los argentinos. “Vamos a hacer que esta final tenga todos los condimentos que tuvieron otras finales en otro momento de la Argentina”, anunció. Y agregó: “Esta oportunidad histórica la tenemos que inmortalizar con un espectáculo completo y completo es que haya hinchada visitante”.

Nada de eso fue posible. La final de nuestras vidas (o la de los hinchas de River y Boca) la disfrutaron en la cancha los españoles y la miramos por televisión los argentinos. Salvo, claro, aquellos que viajaron a Madrid. Entre ellos, Burgo.

“Al principio dudé porque había que entregar el libro diez días después de la final. Me preguntaba qué podía contar. Era difícil. Pero después me dije que sí, que era la gran final de mi vida. Y eso que en un momento decía lo mismo que la mayoría: que no había que sumarse al circo de llevarla a otro país. Pero el miércoles previo al partido en el Bernabéu entendí que quería estar, que tal vez nunca iba a vivir algo así. El jueves decidí viajar a España, llegué el domingo a las 7 de la mañana a Barcelona, de ahí me fui a Madrid y llegué como a las 13.30. Conseguí una entrada y fui como hincha, no como periodista. En todo caso fui como posible autor de un libro, si ganaba River”, le cuenta Burgo a Página/12.

También define que “es una crónica visceral de 40 días que fueron un delirio. De hecho, en un capítulo cuento desde las intervenciones de Macri a las de la comunidad judía para que no se juegue. También apelo a la primera persona. Porque soy hincha y ser hincha de un equipo de fútbol es un poco reconocer los miedos: estábamos todos aterrados. Para los de River, perder ese partido era un jaque mate. Si nos daban la vuelta olímpica en nuestra cancha... de ésa no volvíamos. River no volvía de eso”.

En La final de nuestras vidas, Burgo cuenta además la historia de las primeras rivalidades entre los hinchas, cuando convivían en el barrio de La Boca. Hurga en recortes de archivo y llega a los últimos tiempos, cuando sucedió aquello del gas pimienta “que marcó un quiebre en la relación entre River y Boca y que recrudeció mucho con los quilombos de Avenida del Libertador y Quinteros”, opina. Pero sobre todo, el libro es una crónica de cuarenta días que mantuvieron en vilo no sólo al ambiente futbolero sino al país en general: “En un momento era tal el caos que creo que la Argentina entera cabía en el partido”, sonríe.

Si se le pregunta acerca de si recomienda la lectura a los de Boca responde: “Por decoro no se la recomendaría. Les va a doler. La herida está abierta. Porque en ningún momento traté de ser binario”. Y refiere a su libro anterior, Ser de River, en el que cuenta su dolor al acompañar al equipo de sus amores por su periplo en el descenso. “Entonces lo leyeron hinchas de otros clubes: daba igual que seas o no de River. Pero en este caso, no lo sé. Ser de River era un abrazo en medio del dolor. Este es una cerveza de verano. De momento, un hincha de Huracán me dijo que La final de nuestras vidas le gustó. Pero la verdad es que no sé si es sólo para los de River”.

Para Burgo, el hincha de River aún “está en el cielo” porque la Libertadores ante Boca “es más de lo imaginado. Así como nos cargan por el descenso, ganarle la Copa al clásico rival es la estratósfera de la felicidad. Sabíamos que River era nuestra felicidad diaria, pero no sabíamos que nos podía hacer tan felices. No sabía que el fútbol te podía hacer tan feliz”.

Su amor riverplatense le impidió a Burgo disfrutar de los últimos minutos de la final. Recuerda: “Al momento del tercer gol quedé medio en blanco. Por eso el libro empieza recordando los minutos que pasan entre el gol de Juan Fernando Quintero y el de Pity Martínez. En un momento dejé de ver el partido. Cuando terminó le pregunté a un amigo un par de cosas porque estaba perdido. Por ejemplo, la del palo no la ví. Me la contó un flaco. Yo me agachaba para no ver. En ese tiro en el palo tuvimos la suerte del campeón”.

El nervio acumulado lo llevó a la confirmación íntima de que, además de tener que volver a Buenos Aires a escribir con las urgencias del periodismo, ya tenía el título: “Cuando terminó el partido pensé que tenía que ser ése: La final de nuestras vidas. Porque sí, fue la final de mi vida”.

¿Cómo queda ahora la cosa con las cargadas de la B por parte de los hinchas de Boca?, le pregunta este diario a Burgo. Y contesta: “¿La cargada por la B? Esto es un retruco. Ellos dirán una; nosotros, otra. Ahora lo que queda es la eterna discusión de qué es peor. Evidentemente acá hay para responder: el partido que tenía que ganar, te lo gané”.