“La Argentina es un país agrario sin debate agropecuario”, afirman categóricamente Pedro Peretti y Mempo Giardinelli en su libro La Argentina agropecuaria. Por qué este debate ha sido estratégicamente invisibilizado, por qué las consecuencias del actual modelo productivo aparecen como cuestiones naturales e inconexas, por qué es urgente desactivar la idea de “el campo” como un todo homogéneo, son cuestiones que los autores responden en La argentina agropecuaria, el libro que PáginaI12 ofrece a sus lectores con su edición de este domingo. Allí avanzan en “Propuestas para una agricultura nacional y popular de rostro humano”, bien organizadas en veinte claves que abren, a su vez, múltiples debates, sostenidos por datos duros. El prólogo, también en forma de veinte puntos, es de Adrián Paenza. 

Aparece una invitación política a la autocrítica, para remontar “las gravísimas secuelas de la 125” –“Un fiasco total”, concluyen, más allá de sus buenas intenciones– en el convencimiento de que “no podemos entregar a la derecha” el electorado del interior de las provincias. O a repensar el modo “cínico” en que se ha acostumbrado a mirar “el campo” desde la ciudad: “Fue el crecimiento urbano, con su interminable secuela de espejismos y frustraciones, de posibilidades de desarrollos industriales y de injusticias sociales, el que lentamente propagandizó el menosprecio a la vida rural, y de la manera más cínica. Lo hizo engañosamente, glorificando lo rural y destacando las virtudes de la vida campesina, pero refiriéndose al ‘campo’ a condición de que lo trabajaran otros, que venían a ser algo así como seres inferiores, primitivos, a los que era posible y muy redituable explotar desde la parte más cómoda de las ciudades, lugar de residencia de las oligarquías rurales que jamás vivieron en los campos”, observan. “‘El campo’ es una zona de la vida colmada de románticas ensoñaciones, pero que en la realidad se mide en hectáreas y en peones, a cual más explotados”, describen. 

“Escritor y chacarero”, Peretti fue director de la Federación Agraria e integra junto con Giardinelli el movimiento El Manifiesto Argentino. “Cuando me invitó a trabajar juntos yo sentí que era un honor y una responsabilidad, porque decir ‘mundo agrario’ es decir nuestra patria. Y además por mi lado materno yo provengo de gente de campo del oeste bonaerense”, cuenta el autor de El santo oficio de la memoria. En ese espacio común de militancia, cuentan, ambos acordaron “que el tema agrario y el del latifundio eran centrales y estaban ausentes en el debate político de hoy”. “La clase política argentina, claramente, abdicó de discutirlo, lo tercerizó en el mercado, se hace la distraída. Y eso trajo consecuencias nefastas para los sectores populares, se hace lo que ‘el mercado’ dice, y a  los funcionarios también los pone el mercado. De allí, de esa preocupación común, surgió la necesidad de escribir algo sobre el campo y el latifundio, que fijara posición, le diera visibilidad al tema y sirviera como guía para la discusión”, completa Peretti.

“Yo siempre le decía a Mempo que en la política solo hay cuatro dirigentes que hablan del tema. Uno era él, los otros Pino Solanas, Paco Durañona (del Movimiento Arraigo) y Marilin Sacnun, la senadora santafecina que es productora agropecuaria. Fuera de ellos, nadie más se interesa por el rubro  más importante, por lejos, de la economía argentina. Cristina Fernández de Kirchner, en una reunión que tuvimos con Mempo y en otras que tuvimos con Sacnun y Durañona, se mostró muy interesada y actualizada en el tema; nos alentó sobre  la necesidad de que el campo nacional y popular tuviera una mirada profunda, crítica y con perspectiva de futuro de la cuestión agraria. De esas reuniones surgió el Movimiento Arraigo”, relata el productor. 

–Comienzan afirmando contundentemente que “la Argentina es un país agrario sin debate agropecuario”, y que este no debate ha sido el triunfo cultural de la oligarquía. ¿Por qué creen que es necesario (urgente, según se desprende del libro) hacer visible ese debate, hoy?

Mempo Giardinelli: –Es exactamente así. El pueblo argentino lleva muchas décadas engañado, y el engaño consiste en que se le hizo creer que el “campo somos todos”, que esa riqueza es de todos y todos tenemos que defenderla, y hasta con orgullo. Y la verdad es que el campo es de sus dueños, que son poquísimos y por generaciones han sido prebendarios. Casi la mitad del territorio argentino es propiedad de menos de seis mil propietarios, y estamos hablando de casi tres veces el tamaño de toda España...

Pedro Peretti: –El campo nacional y popular perdió las últimas tres elecciones; la de Insaurralde, Scioli, y la última de senadores. Las tres las perdió en el interior profundo. Y en la de 2011, cuando CFK sacó el 54 por ciento, hizo allí una excelente elección, superó los 30 puntos promedio. En las últimas, de los 135 distritos de la provincia de Buenos Aires, sólo ganamos 21 y perdimos 114, donde apenas superamos el 20 por ciento... Si seguimos sin ocuparnos de la cuestión agraria y del interior profundo, vamos a seguir perdiendo elecciones. No podemos regalarle toda la pequeña y mediana burguesía rural a la derecha. Debemos disputar una parte de ella si queremos ganar las elecciones... Y este libro apunta a eso, a sumar ideas, para tener un plan primero para ganar, y después para gobernar. Es imperioso que el pueblo vuelva a gobernar en la Argentina, y para que eso suceda debemos contar con una porción del voto rural. Por eso es necesario hacerlo visible hoy: estamos frente a unas elecciones que son una bisagra, cruciales, las más importantes desde que volvió la democracia. Si las perdemos, nos esperan calamidades aún peores de las que estamos viviendo. 

–¿Cómo se logró que también los sectores menos beneficiados de “el campo” (habitantes de zonas rurales, pequeños comerciantes, trabajadores rurales) se sientan parte de “el campo”, como esa construcción cínica de la que hablan en el libro?  

M. G.: –Como tantos engaños en este país, los medios juegan un papel fundamental en esa mentira. Los dos grandes diarios son propietarios de enormes latifundios, y organizan ferias agrícolas por todo el país y hablan de tecnologías y demás. Y han convencido a la población de que si “todos somos el campo” y “el campo es de todos”, se supone que también productores somos todos... Con lo que empatan a los pequeños chacareros, que casi ya no quedan, con los rentistas que alquilan campos a los pools de siembra, y que en realidad lo que menos son es “productores”. Y así inducen a la población a defender a los grandes terratenientes y a las corporaciones, que operan completamente sin control estatal.

P. P.: –Debemos cerrar definitivamente el debate de la 125. El voto rural, que acompañó el triunfo de CFK en 2011, demuestra que no todos se sienten del campo de la misma manera. Hay una porción de ese electorado que ya nos acompañó y debemos volver a enamorarlo. Pero para que nos vuelva a acompañar ese votante, es muy importante no agredir innecesariamente a todo el sector; no ponerlos a todos en la misma bolsa: al grande, al chico, al de economía regional, al ganadero, al sojero... El campo es “overo”, diverso, y hay que leer adecuadamente esa realidad. Debemos hacer un esfuerzo, político, lingüístico, por diferenciar, para desagregar. Si los agredimos a todos por igual, si no ponemos voluntad intelectual, desde lo urbano, por comprender el fenómeno, no nos van a acompañar, y vamos a seguir perdiendo votos y elecciones... El libro también apunta a eso, a que se entienda mejor que no todo “el campo” es lo mismo.

–¿Cómo se ligan el daño ambiental, el uso de agrotóxicos, la cada vez más baja calidad de lo que comemos, en el planteo político alrededor de la cuestión agraria?

P. P.: –El uso de agrotóxicos, las inundaciones, la baja calidad de lo que comemos, los altos precios de la comida, etcétera, no son causas en sí mismas: son consecuencias. No hay que analizarlas aisladamente, son todas  partes de un mismo todo, que reconoce una sola misma causa, que no es otra que el modelo productivo que eligió el gobierno argentino. Y que nosotros,  desde el Manifiesto Argentino y el Plan Arraigo, denominamos: “Modelo de monocultivo de soja inducido, con concentración de tierras y rentas”. Las fumigaciones indiscriminadas, la destrucción del consumo de cercanía, las inundaciones, los accidentes viales, el cáncer, las migraciones rurales descontroladas, son todas partes de un mismo todo, que es la concentración sojera. 

–Tampoco suelen plantearse estos temas como conexos...

P. P.: –La estrategia del neoliberalismo agrario es no plantear ni discutir nada: actúan de hecho. La Argentina se sojizó y desmontó en silencio. En eso son cómplices la mayoría de los políticos, algunos por intereses, otros por desidia y otros por ignorancia. Y si les toca discutir, lo hacen como si fueran temas inconexos: las inundaciones no son producto del desmonte y la sojización, o el cáncer no tiene que ver con el monocultivo, o el latifundio no existe. Su táctica es no vincular todos esos puntos negativos con el monocultivo, que es esencialmente virtuoso y solo trae prosperidad. ¡¡Tremendo cuento!! La invisibilización del tema agrario y del latifundio es también parte de esa estrategia. Si la Argentina no cambia su modelo productivo agrario, en los próximos años no queda un solo productor genuino en pie. 

–El libro propone “veinte medidas concretas”, es un llamado a la acción. ¿Cuál o qué de esas medidas se pueden comenzar a trabajar en la actual coyuntura política?  

P. P.: –El libro está pensado como si mañana la futura presidenta de la Argentina nos llamara y nos dijera: necesito veinte medidas para tomar ya. ¿Cuáles son, por qué y cómo las ejecuto? Bueno, ahí están, esas son las veinte medidas y sus respectivos fundamentos. Creemos profundamente en este cuerpo de ideas, podemos defenderlo donde sea y ante quien sea, pero los “genios” del neoliberalismo agrario rehúyen el debate. Nosotros no, creemos en la fortaleza de estas propuestas, que son la herencia, a veces explícita, a veces difusa, de varias generaciones de luchadores populares agrarios.