Un argumento repetido hasta el cansancio por el elenco oficialista y sus medios de comunicación afines, es que el gobierno de Cambiemos, lejos de implementar un salvaje programa neoliberal, optó inicialmente por una política de gradualismo, basada en sostener gran parte del déficit fiscal para no interrumpir –o minimizar la interrupción– de prestaciones sociales en asistencia, salud, y educación. Esta fue la razón, sostuvieron, del megaendeudamiento, que a la luz del tiempo provocó el derrumbe de la economía y el pedido de salvataje al FMI. 

El marco teórico que se encuentra detrás del modelo de endeudamiento es que las divisas extranjeras tomadas en préstamo permiten el financiamiento del déficit fiscal. Pero lo cierto es que los dólares no pueden financiar un déficit en un país cuyas erogaciones son en pesos. Lo que en efecto sucede, es que estos dólares tomados en préstamo son vendidos al Banco Central, el cual los adquiere mediante la emisión monetaria. Así, la emisión no necesariamente se reduce, sino que en todo caso se realiza con un mayor respaldo, pero temporal, pues como sucedió siempre y volvió a suceder el año pasado, estos dólares atrasan el tipo de cambio, resultan “baratos”, y salen en cantidades por múltiples vías, como la remisión de utilidades, el turismo, las importaciones, su atesoramiento fuera del sistema bancario, es decir, se fugan, con lo que en algún determinado momento solo queda la tan demonizada emisión de moneda nacional. 

De hecho, estos modelos exhibieron siempre un mismo patrón, que en todos los casos acabó en la ruina de la mayoría de la población:

1. Se aumentan las tasas de interés, perjudicando a la industria y al trabajo, para la obtención de dólares financieros.

2. Los dólares que se obtienen por préstamos atrasan el tipo de cambio, debido a su abundante oferta.

3. El atraso cambiario alienta importaciones pero no solo de bienes de capital, sino de todo tipo de productos y servicios, así como de turismo emisivo, al tiempo que desalienta exportaciones y turismo receptivo.

4. Para eliminar el déficit que esto crea en la balanza comercial se suele enfriar la actividad económica, con el objetivo de que decaigan las importaciones, lo que se conoce como período de “stop”.

5. En estos períodos recesivos y de incertidumbre económica, los capitales dejan de llegar o directamente salen, lo cual produce la devaluación del peso.

6. En ciertos casos, la devaluación permite una salida exportadora por la obtención de competitividad (ciclo de “go”), pero los gobiernos neoliberales, como el de Cambiemos, acompañan sus medidas con la dolarización de las tarifas y el combustible, con lo que sus precios impactan fuertemente en los costos del resto de productos y servicios, haciendo que la inflación sea sostenida y que el tipo de cambio real pierda rápidamente toda su mejora.

7. Al estar contraída en dólares, la deuda y sus intereses crecen muy por encima del PIB, lo que la transforma en impagable, y lleva a la quiebra del país.

Ciertamente, este modelo de endeudamiento ha resultado ruinoso para el país, pero no para los sectores del capital concentrado, quienes logran acumular ingentes cantidades de dólares durante la etapa de retraso cambiario, y luego adquieren activos argentinos a muy bajo costo, cuando la megadevaluación deprecia los bienes nacionales