Un hombre levanta con sus manos un morrón colorado; desafía la hilera de policías apostados frente a él, preparados para atacar.

Una señora mayor, ayudada por su chango-bastón, junta berenjenas del piso, usadas unos minutos antes por los trabajadores de la tierra como defensa contra miembros de la Policía de la Ciudad que los desplazaron y arremetieron contra sus carpas. Este mes, esa jubilada tendrá en su haber algunas verduras de más, que pudieron ser vendidas a “un precio justo”.

“Bajen las armas, aquí solo hay pueblo… (queriendo comer)”, titula una crónica de la revista Cítrica. Los acontecimientos suceden rápido: la policía avanza arrojando gas pimienta en la cara de los trabajadores, forma un escudo y, en el centro, escolta el botín, que no es más que lechuga. Mientras los del frente gasean, quienes permanecen en la retaguardia se “roban” los cajones de verdura y los guardan en camionetas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ¿Quién sabe cuál será su destino final? ¿El supermercado de algún amigo del gabinete porteño?

Las imágenes describen parcialmente la represión contra integrantes de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) que intentaban realizar un feriazo en Plaza Constitución el viernes 15 de febrero.

La UTT es una organización que nuclea a miles de familias campesinas en más de 14 provincias del país. Desde el cordón hortícola de La Plata, Berisso y Ensenada abastecen a casi toda la población de la ciudad de Buenos Aires y del conurbano. Desde 2016, desarrollan verdurazos y feriazos en plazas públicas de la ciudad de Buenos Aires. Durante los últimos meses, las ferias crecieron tanto en frecuencia y en cantidad de asistentes, que debieron diseñar una programación con fechas y lugares de encuentro.

“¡Todo a 10 pesos!”

Hasta que en los últimos días del mes de enero, la Jefatura de Gobierno porteño les retiró el permiso. ¿Por qué? ¿A quién amenazan? ¿Cuál es el delito de vender verdura agroecológica sin intermediarios?

Cierto es que los verdurazos y los feriazos se convirtieron en un fenómeno económico, social y comunicacional. Se encuentran cara a cara productores frutihortícolas y consumidores en el espacio público, sin mediaciones. Se establecen precios justos y, por primera vez, ciudadanos de la ciudad ven las manos y la cara de los que producen su comida diaria. Se encuentran, se conocen, se comunican.

La maquinaria mediática pone rápidamente en agenda la represión policial. Amplifica el acontecimiento y lo encuadra como una noticia policial. Más aún, enredados en la labor periodística rutinaria, los periodistas cometen –cometemos– el grave error de llamarlo indistintamente “represión”, “incidentes” o “enfrentamientos”. Encuadrar una noticia supone nombrar un problema, señalar sus causas y sus respectivos responsables, evaluar moralmente los hechos relatados, e invitar al interlocutor a posicionarse políticamente y reclamar una determinada solución al conflicto. En sintonía con el relato de la represión, los medios tradicionales ponen en primer plano la “usurpación” del espacio público por parte de los productores. Detrás de la evaluación moral sobre una actividad presentada como ilegal y atribuida individualmente a esos trabajadores agrícolas, queda oculto el feriazo como hecho comunicacional.

Frente a eventos críticos como éste es posible configurar un contra-marco que desafíe la versión oficial. La pregunta es, entonces, si están dadas las condiciones para ir más allá de esa etapa y obstaculizar la activación del encuadre oficial-gubernamental, simplificador y maniqueo. Al día siguiente del feriazo reprimido, lejos de aparecer en los medios como “verduleros malvados” o “víctimas de la represión”, logran que sus almacenes de ramos generales se llenen de gente que les compra masivamente verdura, que se preocupa por saber cómo están, que los apoya con la palabra, con el encuentro y con la compra concreta.

La UTT conoce sus herramientas. Resignifica los hechos y crea un mensaje distinto, alternativo, efectivo por auténtico. “Al hambre, palos o lechuga…. vos elegís de qué lado estás. Nosotres ya lo hicimos, ya lo hacemos diariamente”, afirma Nahuel Levaggi, coordinador nacional de la organización.

* Comunicador social, periodista y miembro de la cooperativa Huvaití.

** Investigadora del Conicet y del ICEP-UNQ.