"¡Soy libre!", gritó M. tras escuchar la condena a 39 años de prisión para Mario Rubén Castillo, el padre que abusó de ella desde los 12 a los 18 años, la dejó embarazada e intentó matarla. "Hoy empiezo a vivir. Me siento como una pluma, sin ese peso encima", dijo la muchacha de 22 años, que fue madre a los 14 y se moviliza en una silla de ruedas tras haber recibido un disparo en el cuello por parte del sentenciado. El Tribunal decidió por unanimidad la pena solicitada por la Fiscalía, que incluyó abusos reiterados a la hermana mayor de M., hijastra de Castillo. Las dos se abrazaron largamente ayer al mediodía. El hombre de 43 años también será investigado por abusos contra su hija más chica. La fiscal Alejandra Raigal destacó que se trata del primer caso de una pena tan alta en una causa de abuso. Desde el Centro de Asistencia Judicial (CAJ), que fue querellante por la víctima, manifestaron "orgullo" por el trabajo en equipo y por haber encontrado una "justicia reparadora" para las víctimas.

Risas y lágrimas se mezclaron en el rostro de M. cuando escuchó la decisión unánime del tribunal conformado por María Chiabrera, Facundo Becerra y Martín Lanzón. Desde la segunda fila del público, no pudo contener la emoción y la sensación de alivio, pero no habló hasta que retiraron esposado a su progenitor, el que -como dijo en otra nota a este diario- la tuvo "cautiva" por años.

Como consecuencia de los ataques sexuales, la chica tuvo una hija a los 14 años. Cuando tenía 17, pidió salir con sus amigas y tras una discusión Castillo le respondió con un disparo en el cuello. Su vida se salvó de milagro, pero los abusos no cesaron.

Empoderada y fortalecida "gracias al equipo del CAJ", conformado por las abogadas María Virginia Llaudet Mazza, Agustina Prestera, la psicóloga Eugenia de Loredo; y la trabajadora social Andrea De Paul, M. no paró de abrazar y manifestar su alegría por la vida que le espera. "Fueron tres años de trabajo interdisciplinario acompañándola para que pudiera adquirir recursos subjetivos necesarios para transitar el proceso penal y garantizarle el acceso a la Justicia. Estamos orgullosas del resultado", dijeron las profesionales, también emocionadas.

En los alegatos, la fiscal insistió con que el pedido de la elevada pena tuvo que ver con que tanto ella como su hermana mayor, que no era hija biológica del imputado, sufrieron "aberrantes" abusos. Los sucesos comenzaron con "tocamientos", cuando M. tenía 12 años, pero con el correr del tiempo "llegó al acceso carnal". Con su hermana sucedió algo similar, pero ella fue sometida desde los 10 y a los 17 años, cuando pudo irse de la casa de Granadero Baigorria. Ahora, se investigará si también abusó de la menor, ya que la chica lo declaró en las audiencias de juicio oral.

El episodio en el que Castillo intentó matar a M. con un arma de fuego calibre 38 que solía estar en la casa, fue el 16 de noviembre de 2013. La bala le dio en el cuello a la joven, que tenía 17 años. Sin embargo, los sometimientos no terminaron, porque la Justicia no respondió en aquel momento ya que él habló de un intento de suicidio. En la localidad chaqueña de José de San Martín, donde Castillo arrastró a la familia, en julio de 2014, siguió abusándola. A fines de 2015, M. logró volver a Rosario con ayuda de un hermano y denunció a su padre, que fue detenido en febrero de 2016.

Cuando hizo el alegato de cierre, el fiscal Sebastián Narvaja -que acompañó a Raigal- aseguró que la víctima y sus hermanas sufrieron los abusos en el marco de un "patriarcado opresivo" que incluyó "reducción a la servidumbre" de M., desde que era una niña.

La condena incluye los delitos de "abuso sexual con acceso carnal doblemente agravado por haber sido cometido por un ascendiente y contra un menor de 18 años aprovechando la situación de convivencia preexistente; abuso sexual con acceso carnal agravado por haber sido cometido contra un menor de 18 años aprovechando la situación de convivencia preexistente; tentativa de homicidio agravada por el uso de arma de fuego y tenencia ilegítima de arma de fuego".