Cura de amplio conocimiento histórico. Preocupado, reconoce que pese a ser mayoritaria la iglesia católica ha perdido feligreses. “Pensemos que la parroquia de Gualeguay se funda en 1782. Tanto la iglesia como el imperio español estaban en decadencia. Los jesuitas habían sido expulsados por Carlos III unos poquitos años antes, en 1767. En 1779 el obispo Sebastián Malvar y Pinto vio que se habían derrotado a los aborígenes y que había pocos criollos. Era evangelizador y político, quería caerle bien a su amigo Carlos III y sugirió que se promuevan aldeas porque ahí nomás estaba Brasil, siempre un enemigo al acecho”.  En otras partes de América latina se alcanzaba cierto apogeo económico y desarrollo social con universidades, obispados, numeroso clero (como en México o Lima). Esta zona era desértica, una isla, sin puentes o caminos. Buenos Aires era el patio trasero del imperio.

“Declarada la independencia se creó un problema serio entre las nuevas naciones y la santa sede porque esta seguía unida a España. Recuerde que hubo abolición de cargos bajo los gobiernos en los que participó Rivadavia. Se expropiaron propiedades de las parroquias, ya desde la Asamblea del Año XIII. Hubo mucho clero en la proclamación de la independencia en 1816, pero después fue mermando. La Constitución de 1853, de corte liberal, confirmó la relación traumática entre gobierno e iglesia.”

Dice el padre Leiva que hubo casi sesenta años sin obispos, especialmente durante las guerras civiles. “La experiencia evangelizadora en la Argentina se trabó y la falta de vocaciones sacerdotales fue un mal endémico. Cuando expulsaron a los jesuitas la Argentina se queda sin educadores, los párrocos enseñaban las primeras letras. Subsistió el Colegio Nacional de Buenos Aires. Ahí estudió Urquiza. Había colegios en Córdoba, pero ahí pare usted de contar”. La educación religiosa vuelve “con la generación del ochenta y el estado moderno”. Se funda la escuela normal. Gualeguay tenía un puerto grande, Puerto Ruiz creció con la llegada del Ferrocarril Entrerriano en 1880. Se fue muriendo a partir de 1950. Algunos dicen que llegó a ser el tercer o cuarto puerto en importancia de la cuenca de la Mesopotamia. Quedaron muy lindas construcciones de fin del siglo diecinueve y se vivió un esplendor económico. Se construye este templo de San Antonio, en 1881.

–¿Cuántas iglesias tiene que cubrir cada cura en esta zona?

–La ciudad de Gualeguay tiene tres parroquias. Acá somos dos sacerdotes. Atendemos también el pueblo de Enrique Carbó, camino a Gualeguaychú, con una misa semanal. Esta parroquia no es grande y por eso podemos concentrar la actividad en el templo parroquial. Tenemos pequeñas ciudades que crecen, despacito, y una zona rural que se va despoblando. Algunas capillas de campo son hermosas y casi no tienen uso. La de Talita, otro pueblo cercano, es más antigua, del siglo XIX. Ahí fue bautizada una de mis abuelas, pero ya no se oficia la misa porque no hay feligreses.

–¿Usted habla con sus feligreses de la controversia por el aborto, el voto en contra de la nueva legislación y lo más sorprendente, el voto a favor del aborto libre en Irlanda? ¿Tiene que hablar del divorcio, de allá por 1987? Y también habría que hablar de la pedofilia y la crisis que ha desencadenado.

–Vamos por partes. Todo se trata desde la perspectiva de la palabra, de la conversación. También se trabaja mucho desde lo simbólico, lo ritual, la ternura. Por ejemplo, no hay duda de que el divorcio requiere conversación con las dos personas involucradas. Necesita mucha conversación y compasión para ayudar a las parejas involucradas. Agrego otras cosas, estas ciudades que parecen algo perdidas, pequeñas, están interconectadas, por radio, por televisión y obviamente por Internet. Recordemos que por esos medios las cosas que tienen las grandes ciudades también la tienen los chicos de acá. Digamos que las grandes epidemias espirituales están acá. Puntualmente, lo del aborto causó un cimbronazo, fue un sacudón para la comunidad católica. Muchos de nuestros fieles no supieron qué pensar ante el debate. Pareció bien la extensión del debate. Pero se sintieron tomados por sorpresa. A nosotros, como sacerdotes, nos tomó por sorpresa. Yo no pensé que en estos años un gobierno iba a lanzar semejante campaña. También se complica el debate de la ideología de género. Si antes en la cultura popular los ejes de la información para la gente estaban en la familia, la escuela y las comunidades religiosas, ahora esos ejes tienen otros agentes. Las redes sociales son los medios de comunicación y por estos hay una forma de educación subterránea. Nosotros los adultos a veces ni cuenta nos damos. Entonces, eso ha sido muy fuerte para absorber y entender. Y está el tema de la pedofilia que en nuestras comunidades ha sido un escándalo. Cuando el cura se brinda a la comunidad recibe mucho afecto, porque la gente es afectiva y se sabe distinguir cuando hay un cura bueno o intenta serlo. Pero si la gente se da cuenta de que hay un cura con otras intenciones o ha entrado al sacerdocio con otra patología de orden psicopático, no generaliza. El psicópata no sabemos donde está y de repente llega a ser seminarista o párroco o se hace obispo. Los obispos en la Argentina han reconocido el llamado de Benedicto XVI y de Francisco a una tolerancia cero. Y eso se ha dado.

–¿Ese problema surgió como uno de crisis en su diócesis?  

—(Larga pausa). La crisis se ha planteado y se ha solucionado bien.

–Esa es una respuesta muy diplomática y muy cauta.

–Bueno, usted sabe que los sacerdotes manejamos un doble fuero: uno que corresponde a tribunales eclesiásticos y otro que corresponde a tribunales civiles. Digamos que ha sucedido y se ha solucionado bien. Están las herramientas...

–¿Eso significa que lo han hablado entre ustedes y lo pusieron en claro o es un contacto individual del obispo o del sacerdote o se ha debatido en asamblea?

–Las dos cosas. Nosotros lo hemos debatido en asamblea. Hemos tenido cursos de formación, de reactualización en cuanto a la formación afectiva, intelectual, filosófica, teológica, pedagógica. Todo eso. En segundo lugar, se han puesto en marcha las herramientas para que los servidores específicos puedan actuar en casos de una denuncia. Esto está garantizado.

–¿Pero hubo denuncias específicas de acá?

–Tengo entendido que sí, pero no soy especialista en el tema. Y para mí ya entramos en otro punto. Es el tema de los medios de comunicación. Nosotros mencionamos a la iglesia, el estado moderno mismo y las grandes instituciones que dan un tejido a la sociedad y en eso surge la idea de que hay medios que no quieren la reforma de la iglesia sino la destrucción de la iglesia. Hay columnistas que no leo desde Juan Pablo II para acá. En uno de los grandes matutinos hay uno que escribe desde Europa propiciando la destrucción de la iglesia. Pero leo a otros, como Washington Uranga en PáginaI12. Lo sigo con atención. También puede surgir en esto otra grieta, entre elite y pueblo: un medio de comunicación puede llegar a ser elitista y no acompañar el sentir del pueblo. Por ejemplo: luego de tanta información denunciando la pedofilia en la iglesia yo pensé que la gente me iba a gritar “¡Cura pedófilo!” por la calle. Pero me han tratado bien, con el cariño de siempre. 

–¿Hay una feligresía numerosa aquí?

–Estamos en la media nacional, que es de 80 por ciento de católicos. La iglesia argentina siempre ha tenido una participación deficiente en la liturgia dominical. El porcentaje ha caído. Tenemos gente que se bautiza pero poca está habitualmente los domingos. La mayoría de los católicos bautizan a sus hijos y despiden a sus muertos con los rituales católicos. En estos años ha crecido el número de niños en catecismo. Hago un planteo más teórico: sociológicamente existe un orden instituyente que es la familia, el pueblo, la tierra; existe un orden instituido que es el estado y en tercer lugar hay un orden moral ético, simbólico, mítico. La Argentina moderna se instituyó con un orden paralelo al popular, un orden liberal y así se erradicó la religión de las escuelas. Ahí se sintió una especie de esquizofrenia, esa distancia en el sentir popular que no siempre es representado por los políticos. Las parroquias salieron al encuentro de la situación con la organización de los grupos de catequesis. Eso sigue siendo un debate abierto. Hay mucho por debatir. No estoy propiciando ningún clericalismo, pero me manifiesto sobre lo que tenemos.

–¿Cómo evolucionó ese pueblo que usted menciona en relación a la educación? Las escuelas religiosas han tenido que abrir sus cursos mucho más porque no se mantienen económicamente.

–Pensemos que a lo largo de los tiempos la iglesia tuvo a su cargo buena parte de la educación en los monasterios, los obispados, las iglesias. Después el Estado decidió crear ciudadanos y después el mercado decidió tomar la herramienta para crear obreros. Yo crecí yendo a la escuela del Estado. Cuando pensamos en la escuela privada paga no la vemos como un privilegio, sino que es una parte de la organización de las familias y las asociaciones intermedias... y el Estado aporta los sueldos.

–Si, pero este gobierno quiere cortar esos dineros...

–Dicen saber los que dicen que un alumno le sale tres pesos en la escuela del estado y alcanza con un peso en la privada, porque las familias pagan los otros dos pesos. El alumno privado está pagando edificios, servicios y más, gasto que no paga el estado en la privada. A veces las organizaciones intermedias han llegado donde el estado no. No sólo en las parroquias, sino también en los clubes: en Gualeguaychú hay clubes que ofrecen estudios secundarios.

–La vespertina se llena de gente los domingos. Eso significa que cambian los números de participación. ¿Hay muchos feligreses?

–Me parece que la gente de la liturgia de los domingos se ha mantenido, no ha crecido, y hay gente que en un tiempo practica y en otro deja. Dije que las familias bautizan, pero estamos en un proceso de cambio cultural brutal. Ya no estamos en la modernidad con una moral kantiana sino que estamos en la posmodernidad donde todas las adhesiones son más líquidas.   

–Aclaremos, por favor...

–Bueno, el filósofo alemán Immanuel Kant dice que el imperativo como expresión de la ley moral procede de la razón humana, no es un razonamiento líquido sino muy firme. Hay jóvenes que empiezan en un instituto religioso con entusiasmo y luego militan en otra institución con un ideario que está contra la iglesia. Está sucediendo. No es casual que el año pasado se haya realizado el sínodo de obispos en Roma sobre las nuevas generaciones y vocaciones. Decía antes que la iglesia padece una crisis vocacional. Si, necesitamos muchos más curas. Suele suceder como dijo usted que hay días que las iglesias se llenan.  Sí, pero hay menos iglesias. 

–Vuelvo atrás un poquito.  Los medios no son órganos de crítica únicamente cuando existe un hecho dentro de la iglesia. Sucede cuando se teme que no hay suficiente aclaración desde adentro, no abunda la explicación necesaria y esa falta va en contra de ese mismo pueblo al dejarlo sin saber...

–Está bien cuando se mantiene un diálogo respetuoso entre una elite de vanguardia como suele ser un periódico o un grupo comunicacional, y el pueblo sencillo. Esta gente no ha dejado de traer niños a bautizar por las sospechas de la existencia del pecado o del delito de la pedofilia. Esta gente confía que si su obispo se entera que uno de sus curas está metido en este pecado y el obispo lo va a sacar de una oreja... lo cual significa tolerancia cero.

–¿La iglesia cómo se mueve?

–Por un lado tiene sus tribunales eclesiásticos y por otro respeta las decisiones de la justicia civil y aporta lo necesario. En la medida de las posibilidades creo que nos estamos moviendo con nuestro pueblo.  Estamos atravesados por una cultura de origen hispana, aborigen, católica y también por una cultura moderna y a la vez posmoderna tan relativista que no trae democracia. Cuando toda razón es relativa, qué razón prevalece: sólo la del más poderoso y la de quien tiene el poder de manipular. Y ese es el poder económico, político y simbólico. Ahí se producen los grandes lavados de cerebro en las comunidades. A veces los pueblos saben emerger de esas manipulaciones.

–Eso está claro y contundente...

–Juan Pablo II lo describió muy bien en un escrito, “Si hay razón...”

–¿La iglesia romana puede llegar alguna vez al casamiento de sus ministros o es una imposibilidad?

–En la iglesia católica maronita en Medio Oriente los obispos ordenan a hombres célibes no casados, monjes, pero a hombres casados también. En el occidente latino no ha sucedido eso y en tiempos recientes el papa Francisco dijo que las ordenaciones de sacerdotes seguirán siendo a hombres célibes. Desde hace varias décadas tenemos el Diaconado permanente: los obispos ordenan a hombres casados para que bauticen, que bendigan las bodas, que organicen la caridad y otras funciones en iglesias alejadas.   

–Cerremos aquí. Queda pendiente mucho. Usted es joven y otro día hablamos de la dictadura.

–Hay que revisar la historia nuestra y de América latina. En el año 2000, en el jubileo por los dos mil años del nacimiento de Jesucristo, la iglesia aquí pidió perdón. Fue la súplica del perdón. El gran intento de las últimas décadas es volver a la centralidad de Jesús de Nazareth. Juan Pablo II dijo que había que recomenzar desde Cristo.