"Pero hace tiempo te perdí el respeto", le dice la linda Linda a su marido en un diálogo de la novela corta La mujer camello, de Manuel López de Tejada. "Tus alardes de poder te han vuelto insignificante".

El año pasado, La mujer camello fue finalista del Concurso Regional de Nouvelle de la Editorial Municipal de Rosario, que la publicó este año. Manuel López de Tejada (Rosario, 1959) es autor del libro de cuentos Simulacro (Premio Municipal Manuel Musto 1987) y las novelas La Mamama, un amor voraz (Premio Sudamericana y Secretaría de Cultura de la Nación 1997), La culpa del corrector (2000) y El devorador anónimo (Premios Fondo Nacional de las Artes y Secretaría de Cultura de la provincia de Buenos Aires  2002), todas publicadas por Editorial Sudamericana.

López de Tejada se aleja del realismo por un camino oblicuo que mezcla el horror, el absurdo y el humor negro surrealista, tomando como punto de partida las creaciones monstruosas que proliferan en el imaginario popular cuando la razón se duerme. Desde la ironía dramática, el autor da forma de ficciones fantásticas a las cuestiones sociales del presente. Si La culpa del corrector estaba inspirada en una leyenda urbana conspiranoica contra los correctores del matutino local, La mujer camello satiriza la cuestionada y cuestionable figura del hombre blanco burgués europeo con poder.

Cuanto más se justifica el megalómano personaje en nombre de la razón y de la ciencia, más repelente resulta.

"El sueño de la razón produce monstruos", dice un adagio y aquí los monstruos son dos. Uno es físico, y lo compone el narrador cosiendo contra su voluntad, con el solo propósito de satisfacer una bizarra fantasía personal, el cuerpo de su mujer Linda al de un camello. El monstruo moral es, por supuesto, el autor del engendro. La voz del doctor Brandsen, nueva encarnación irónica del arquetipo del científico loco, se sostiene a lo largo de las 71 páginas del libro en el difícil registro del narrador no confiable (cuyo ejemplo más perfecto es la voz del asesino en el cuento "El tonel de amontillado", de Edgar Allan Poe). Cuanto más se justifica el megalómano personaje en nombre de la razón y de la ciencia, más repelente resulta; este efecto fue buscado (y logrado) por el autor. Al fin el doctor Brandsen cierra con un "La historia se rendirá a mis pies". A sus pies ya puso toda una pirámide de oprimidos: su mujer, una científica de su nivel pero a quien él rebaja al rango de cobayo; el camello propiamente dicho, y el matrimonio de sirvientes nativos. La lucha de clases está presente a cada paso del conflicto.

Ambientada en una isla del Caribe, La mujer camello puede leerse como una alegoría del colonialismo en la vena de las reinterpretaciones americanistas de La tempestad de Shakespeare (por ejemplo, Ariel de José Enrique Rodó), pero además una que incluye entre los sujetos subalternos a las mujeres y al animal. Por lo extremo de su propuesta experimental sobre los cuerpos, el doctor Brandsen se alinea en una tradición de escenas de ciencia perversa que comienza con la novela Frankenstein de Mary Shelley, y tiene entre sus más recientes representantes dentro de la ficción a la inmirable película El ciempiés humano. Sin embargo su mirada no es tan pesimista como en esta última. La pulseada entre opresor y oprimidos se resuelve en empate. El machirulo que al fin de cuentas era el doctor Brandsen queda hablando solo. Sin embargo, el daño hecho ya es irreversible.