El río corre torrentoso entre las piedras. Se abre paso y desemboca en un triángulo abrasado por las llamas, con una frase en su interior que sintetiza lo que está a punto de despertarse: “la ceremonia del verano”. Esa imagen, el flyer que funciona como carta de presentación del festival Rock en Baradero --cuya quinta edición comenzará mañana en el Anfiteatro Municipal de la ciudad y se extenderá hasta el lunes-, vuelve a anclar a uno de los festivales más grandes del país en ese simbolismo mitológico del rock argentino: experimentar cada recital como un ritual, como esa “misa” caníbal en la que se pueden arrojar las emociones acumuladas al fuego de las guitarras. Pero cuando se va un poco más allá, al observar la grilla del festival --que constará de tres jornadas con más de sesenta y cinco bandas y artistas--, lo que se advierte es también una suerte de deconstrucción del mito, una transformación que se abre camino con nombres que hasta hace pocos años no hubiesen tenido permitido el ingreso al territorio sacralizado del rock.

"Durante el año, mucha gente, colegas, nos hacían saber sobre el buen momento que pasaban otros géneros y no tanto la venta de tickets en cuanto al rock nacional”, adelanta José Luis Cameron, uno de los organizadores del festival, sobre la curaduría que realizaron para esta edición. “Nuestro desafío este año fue el de duplicar el esfuerzo para acompañar a la escena y a la industria, y conseguir una propuesta mucho más amplia desde lo artístico”. Entonces aparecen las conexiones inesperadas: apenas detrás los grandes nombres que rubrican el festival, como Babasónicos, La Beriso, La 25, Attaque 77, Guasones, Riff, Kapanga, Los Pericos, Estelares y Nonpalidece, aparecen bandas que dieron su salto en los últimos años, y que transportan en su sonido una fuerte dosis de pop experimental y psicodelia electrónica. Una transmutación que se hará presente a través de Usted Señálemelo, El Kuelgue, Bandalos Chinos, Louta, Marilina Bertoldi y El Plan de la Mariposa. Ese mestizaje de artistas, que empiezan a encontrarse en las zonas altas de la grilla de Rock en Baradero, es quizá lo que mejor explica qué ocurre en estos tiempos dentro del rock argentino.

"Es un festival que ha crecido mucho en pocos años, se ha convertido en uno de los más importantes del país y se está abriendo también a estilos distintos. Tiene un panorama más amplio de lo que pasa en el rock. Eso va a hacer que el festival crezca más todavía”, explica Mariano Martínez, cantante y guitarrista de Attaque 77, una de las bandas que participa del festival desde sus inicios. El entramado de los dos escenarios principales se completa, en el centro de las grillas principales, con la tríada “barrial” de Los Gardelitos, Pier y Jóvenes Pordioseros, y las derivas de la canción rioplatense de Cruzando el Charco, Coti, La Delio Valdez y La Cumparsita. “El Baradero va camino a transformarse en un mega evento que va a albergar además a un montón de artistas nuevos, que van a poder mostrarse en un escenario grande, y compartir experiencias y música con artistas de más trayectoria”.

El crecimiento sostenido del festival, que el año pasado ya había reunido más de treinta mil personas --la mitad de los habitantes que tiene la ciudad de Baradero--, permitió que este año las bandas se dividan en tres escenarios. El tercer espacio que aparece en esta edición abre aún más el panorama, al incluir a las bandas que transitan ese difuso territorio conocido como under. Allí estarán desde el “rock and roll cabeza” de Los Villanos --que vuelven a reconstruirse luego de algunos años-- hasta el pop spinetteano de Peces Raros y Todo Aparenta Normal. “Casi todas las que están en el festival son bandas con las que hemos trabajado en algún momento”, dice Cameron, quien coordina recitales y el Rock en Baradero desde la productora Gonna Go. “En esas fechas también sentimos qué grupo está para repetir, qué grupo no. De alguna forma, el festival es una vitrina para mostrar los grupos con los que trabajamos durante todo el año, pero en tres días en un solo lugar”.

La ciudad de Baradero, ubicada a 160 kilómetros de la Capital Federal, funciona una vez más como ese punto de encuentro, con una armonía más propia de un pequeño pueblo, y el río verde e inmenso como telón de fondo. “En este tipo de festivales, descentralizados, está bueno ir porque es donde podemos acercamos también a personas que quizá no siguen cada paso de la banda”, dice Diego Castellano, baterista de Babasónicos, quienes participan por primera vez del Rock en Baradero. “Va a ser también una fiesta de verano, donde la gente no solo va a escuchar música sino a disfrutar del clima y la geografía. Es parte de una cultura que se está desarrollando, de festivales a los que la gente concurre más allá de las bandas que toquen, sino como evento convocante en sí mismo”.

Esa cantidad de festivales que se multiplican a lo largo y ancho del país, como espacios de encuentro en tiempos donde la crisis económica parece ir barriendo con todo, es también un prisma para entender lo que sucede detrás de la música. “No hay manera de que se desgaste el formato de festival de rock argentino. Nuestra cultura es rockera”, sentencia Martínez. “Y cada vez necesitamos más un festival como este; incluso en la crisis, necesitamos que siga ocurriendo. En todo el país hay nuevos festivales que están empezando, que se hacen más a pulmón, y no es casualidad. Somos un país rockero, necesitamos encontrarnos en estos tiempos, y necesitamos de la música”.