Silenciar cualquier lucha, en cualquier cancha, está comprobado que es un ejercicio tan inútil como ligero. La historia lo demuestra, la memoria reivindica a las víctimas tarde o temprano. Cualquier espectáculo y el fútbol en particular amplifican el comportamiento político y social. Ese que de modo inevitable se vuelve contra el censor. En estos días de derechos en franco declive, de un presidente envalentado y cultura del gatillo fácil, la policía de Macri, Bullrich y Rodríguez Larreta impide entrar con el pañuelo verde a los estadios. No hace falta explicar su significado. Esta vez fue en San Lorenzo, en el futuro quién lo sabe.

“No podés entrar con ese pañuelo. Estás incitando a la violencia. Es como si te dejara pasar con la camiseta de otro club”, le recriminaron a la joven de la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino. La policía de la Ciudad impidió lo que no pudo la Federal de la dictadura el 20 de junio de 1977 en el Viejo Gasómetro, en tiempos de desapariciones y robos de bebés. Ese día las Madres de Plaza de Mayo, con su pañuelo blanco universal, hicieron una aparición relámpago. Desplegaron un cartel y lo colgaron desde la tribuna que daba a avenida La Plata.

Las órdenes que baja la opresión, en cualquier tiempo y espacio, encuentran resistencias pacíficas que se legitiman en el incuestionable derecho a la protesta. En los ‘70 contra los genocidas. Hoy contra quienes no aceptan el empoderamiento de las mujeres, que vayan por más derechos, que hagan visibles cómo las mata la cultura machista o hagan campaña por el aborto legal, seguro y gratuito.

Las canchas son santuarios donde dominan las expresiones populares. Ya no son las que infiltraron de servicios los militares en el Mundial ‘78. Ni el estadio Nacional donde hubo 12 mil presos políticos durante el Chile de Pinochet. Mucho menos aquellas en que se pavoneaban Franco y Mussolini.

La Argentina tiene una historia de luchas incansables contra la violencia que viene de arriba, ataviada con ropa de fajina o saco y corbata. Los estadios de fútbol siempre fueron su caja de resonancia. Los hinchas cantaron por los desaparecidos, los colimbas de Malvinas, la democracia y contra Videla, Menem y Macri. Cuando se intenta contener la marea, lo único que se consigue es -como se dice ahora con el verbo preferido de las redes sociales- viralizar lo que pretende ocultarse. Un pañuelo verde es un pañuelo blanco, una cancha es como una plaza pero con tribunas, un derecho conculcado se reclama. El paso de la historia jamás podrá detenerse.

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