Estas líneas se escriben con la satisfacción posterior al congreso bonaerense de El Manifiesto Argentino, realizado el sábado ante una nutrida militancia que compartió ideas con figuras destacadas de la política nacional, como Paco Durañona, Roberto Baradel, Alicia Castro, Pino Solanas y Gabriel Mariotto, entre muchos más. E inmejorable antecedente para el 2º Congreso Nacional del MA, a celebrarse el próximo sábado 23 en la CABA y con delegad@s de una veintena de provincias y otras figuras relevantes de la política argentina. 

Pero a la vez se escriben con la indignación producida por el fraude organizado ayer en Neuquén (tal la convicción de esta columna), donde desde la primera hora del comicio fue visible que se ensuciaba una jornada cívica que debió ser ejemplar. Con máquinas que emitían recibos de votos que contradecían la voluntad de los votantes, y luego con cómputos seguramente dibujados dada la falta de telegramas. Y para peor con la rápida desilusión visible en quienes esperaban el triunfo casi cantado del Frente Unidad Ciudadana. 

Al menos así lo anticipaban las encuestas, siempre cuestionables, pero también la ciudadanía en las calles, esperanzada con un cambio de época que representaría acabar con el predominio del Movimiento Popular Neuquino que gobierna desde hace 60 años.

Al cierre de esta nota la euforia de Clarín y La Nación lo dice todo: cómputos oficiales dan una ventaja de 13 puntos del MPN sobre UC. Y aunque hay bocas de urnas que aún dicen lo contrario, la depresión y silencio de los perdedores es contundente. Premio consuelo: el macrismo, tercero lejos. 

Lo que no es poca cosa porque refuerza la convicción, anticipada varias veces en esta columna, de que hoy no hay manera de que el oficialismo macrista gane elecciones prácticamente en ninguna provincia. En ninguna, ni en el orden nacional. Salvo que hagan fraude, que hoy es el verdadero tema electoral de la Argentina.

Y es que con sólo prestar atención a la temperatura anímica de la ciudadanía, en todo el país, es obvio que no hay manera de que ganen porque el resultado de sus políticas lo que más ha generado en la gran mayoría de la ciudadanía es descontento, bronca y resentimiento por la falta de trabajo, la destrucción del sistema productivo, la inflación y los tarifazos impagables, y la privatización de la salud y la educación públicas. Ningún pueblo en el mundo vota –en elecciones libres y limpias– la continuidad de semejantes condenas.

Lo cierto es que este comicio puso nuevamente en la picota a las decenas de encuestas que aquí y allá no hacen otra cosa que mostrar, contrario sensu, lo que quieren ocultar: que la única manera de que chorros y corruptos ganen elecciones es haciendo fraude. Que es lo que el macrismo preparó a conciencia y perversión –esta columna lo viene alertando desde hace tres años– ante el silencio y pasividad de la gran mayoría de las dirigencias. Que todo hay que decirlo.

Y es que en el “frenesí encuestista” y la sobreabundancia de mediciones (el verbo “medir” es hoy parte esencial del vocabulario político argentino) la gran mayoría son truchas, es decir acomodadas al deseo del cliente que las paga. Salvo muy pocos encuestadores serios –que también los hay– la mayoría de las consultoras dibujan resultados, y en ese gremio se sabe que son comunes los chantajes consistentes en “mediciones” que tiran abajo la imagen de personas, para que paguen de inmediato encuestas para mejorar imagen. 

Y aun en los casos de encuestas serias, que machaconamente “muestran” paridades contrariando lo que se ve, se dice y se siente en todas las calles del país, hay que recordar lo que casi nunca se tiene en cuenta: que se hacen mediante llamados a teléfonos fijos. En los que casi nunca responden jóvenes ni gente en movimiento, que todavía trabajan y se manejan con celulares. Son la gran mayoría de la población, y no responden encuestas. En cambio los que sí responden en los teléfonos fijos son mayoritariamente personas de edad avanzada, sedentarias y/o cautivas de la telebasura. Posiblemente esto explique por qué en casi todas las encuestas hay hasta un 40 por ciento de la ciudadanía apoyando al gobierno, a Mauricio Macri o a cualesquiera otras expresiones del pensamiento (es un decir) de la colonizada derecha neoliberal. 

En cuanto al renovado “fraude patriótico”, que a nuestro juicio empezó ayer en Neuquén, la ingeniería malévola de estos tipos no lo hace robando votos al modo tradicional sino mediante máquinas manipulables e incontrolables, y planillas y telegramas digitalizados mediante computadoras que modifican datos. Así lo alertan desde hace tiempo el ingeniero en comunicaciones Ariel Garbarz, la Licenciada Beatriz Busaniche, de la Fundación Vía Libre, y el periodista Ari Lijalad.

Hace muy poco se publicó en el Boletín Oficial la Resolución 243/2019 de la Secretaría de Gobierno de Modernización, de la Jefatura de Gabinete de Ministros, según la cual se “tiene por aprobado el caso excepcional que habilita la contratación con firmas o profesionales extranjeros, en el marco del procedimiento de selección destinado a la contratación de un Servicio de recuento provisional de resultados para el proceso electoral nacional 2019”. O sea que por simple resolución habilitaron la licitación de un sistema de fraude electrónico.

Pero el problema más grave, claramente, está en el hecho de que la dirigencia opositora no se pronuncia. Hace poco lo hizo el presidente del PJ, José Luis Gioja, pero, asombrosamente, su argumentación no tuvo seguidores. Algo significa esto, y acaso merezca futuras reflexiones. 

No habría que olvidar, además y ni por un segundo, que los macristas que gobiernan son malos y perversos, y van a forzar todas las cuerdas incluso hasta provocar violencia. Por lo que toda resistencia, y ojo con esto, tendrá que ser absoluta y firmemente pacífica, gandhiana inclusive. Desde esta columna hace mucho sostenemos que el país está en manos de una banda de psicópatas, y es sabido que al psicópata no se lo cura; se lo vigila y neutraliza.