El Banco Central volvió a subir la tasa de interés. La ubicó en 65,75 por ciento, contra el 65,40 por ciento de la jornada anterior y el 62,11 de hace una semana. La receta de la autoridad monetaria sigue sin frenar la demanda de divisas. El dólar subió 7 centavos y cerró en los 42,02 pesos. El tipo de cambio mayorista, en tanto, terminó en 41,05 pesos, con un alza de 20 centavos. Las reservas internacionales finalizaron en 68.200 millones de dólares, al retroceder 17 millones. 

Las tasas de interés están acercándose a los niveles pico de 74 por ciento que anotaron en octubre, cuando se lanzó el programa monetario negociado con el FMI. En ese momento se aseguró que los rendimientos ofrecidos en las Leliq eran de emergencia para poder parar la corrida cambiaria y que irían bajando lentamente con el correr de los meses. La desaceleración de la inflación y la recomposición de la actividad económica iban a ser las dos variables claves para permitir disminuir las tasas. 

Las hipótesis de la autoridad monetaria no se cumplieron y seis meses después de lanzar el plan de emisión cero los rendimientos de las Leliq se mantienen elevados y provocan que la Argentina pague la tasa de interés más alta del mundo. Entre los consultores de la city explican la situación con una frase simple e intuitiva: “Todo lo que hace el Central es evitar una nueva crisis cambiaria antes de las elecciones”. 

En la city algunos operadores oficialistas se dedican a filosofar ante el fracaso de la gestión Cambiemos. Uno de ellos comentó a este diario que “el país esta acostumbrado a manejarse sin planificar sus medidas de política económica. Esta característica le impide a la economía recibir inversiones de envergadura en lugar de capitales especulativos. La reacción agresiva de la política monetaria para evitar que el dólar vuelva a dar saltos es parte de la lógica del corto plazo. El resultado puede ser evitar la inestabilidad del dólar por unos meses. Pero las consecuencias para después de las elecciones no serán gratuitas”. 

La acumulación de pasivos monetarios crece a un ritmo notable y el patrimonio del Banco Central, cuando las reservas se cuentan netas de deuda, es cada vez más endeble. La autoridad monetaria enfrenta en forma diaria la renovación de letras de corto plazo por alrededor de 200.000 millones de pesos. Esto implica que cada 5 días hábiles debe renovar cerca de 1 billón de pesos. Por día se pagan más de 2000 millones de pesos en intereses y la cifra se eleva a cerca de 40.000 millones al mes. 

Estos pesos pagados en intereses de Leliq no circulan en el mercado porque el Central reforzó su programa de absorción monetaria para llegar a diciembre con un 10 por ciento menos de base monetaria (dinero en circulación). En una economía con inflación de más del 50 por ciento el premio para que los inversores acepten colocar sus pesos nuevamente en bonos en moneda local debe ser muy elevado (y, por tanto, imposibles sostener en forma persistente).  

El comité de política monetaria del Central no da respuestas claras e incluso en charlas con la prensa aseguran que no les preocupa la deuda en Leliq. Para el mercado, en cambio, es una de las variables que más incertidumbre genera para después de octubre. La compra de divisas funciona como cobertura. Este refugio puede ser de la inflación pero también de los cambios abruptos en la política económica. Así la falta de precisiones del BCRA, a cargo de Guido Sandleris, termina siendo un factor extra para explicar los incentivos de dolarización. 

Los inversores pueden tomar riesgos pero todo tiene un límite. El mercado local tiene mucha experiencia en crisis cambiarias. No es fácil convencerlo. Desde los ahorristas de menor tamaño hasta los que tienen mucho capital saben que un deudor que paga tasas de casi 70 por ciento es porque atraviesa grandes dificultadas. Esta idea se refuerza porque el deudor, que es el Central, no pudo en seis meses reducir esos rendimientos y dejó claro que los mantendrá por varios meses más. No es casualidad que las tasas altas hayan perdido efectividad para reducir la volatilidad del tipo de cambio.