“Las mujeres esperan otras soluciones a los productos farmacéuticos que dominan el mercado, y nosotras proponemos una alternativa no tóxica, ecológica y sustentable”, ofrece la muy resuelta Ferdaous El Benni (23 años), joven estudiante de química y cosmética de la Universidad de Orléans, en Francia, que suma múltiples premios por su flamante creación: un cinturón-faja inteligente que promete reducir notablemente ese malestar que aqueja a mujeres de todas las latitudes cada mes; oui, oui, el dolor menstrual. “Al 80 por ciento de las mujeres” resalta la muchacha, recientemente laureada con el galardón Talents des cités junto a su amiga y socia Asma Hassoune (24), estudiante de comunicación, por el susodicho “Amrita”, bienhechor adminículo en cuestión. ¿De qué va el asunto? En palabras del dúo dinámico, “Amrita combina las propiedades de los aceites esenciales, el efecto calmante de los masajes y las bondades de las bolsas de agua caliente”. Basta con cargar la batería unas horas, calzarse el discreto textil bajo la pilcha y activarlo, graduando su accionar según el nivel de dolor.

“Además de dar calor, las microesferas colocadas dentro de la tela entran en movimiento realizando un masaje abdominal, a la par que son liberados los ingredientes activos de los aceites esenciales, colocados en cápsulas dentro del cinturón”. Y pronto aclaran que “Amrita” se adapta a cualquier tipología física, es ligero y fácil de transportar y tan discreto que puede usarse en la oficina, en la casa, de juerga, mientras se ejercita; en fin, en cualquier situación y lugar. De momento, “Amrita” es un prototipo, pero la dupla tiene previsto lanzarlo al mercado a comienzos del año próximo, y por módico precio: apenas 80 euros para una novedad que, aseguran, está diseñada para durar la vida entera. ¿La única recomendación? Lavar tras cada uso, y cada seis meses, aplicar un aerosol –también en vías de desarrollo– que recargue los aceites esenciales. 

“Es una solución natural, eficaz y sin efectos secundarios”, recalcan Ferdaous y Asma en su web oficial. Solución que comenzaron a imaginar dos años atrás, durante una pasantía en Marrakech. “Comprendimos que, estando en una cultura diferente, hacernos de una bolsa de agua caliente o analgésicos para nuestros dolores menstruales era más complicado de que lo que preveíamos. Pero la incomodidad fue el motor para nuestra imaginación, nuestra inspiración” dicen las francesas, de ascendencia marroquí. Claro que, como destaca Asma, “la menstruación ha sido tabú durante tanto tiempo que no solo se ha trivializado el dolor: se ha naturalizado que la mujer esté molesta, que sufra durante la regla. Y no tiene porqué ser así”. Ergo su resolutiva iniciativa, cuyo nombre “es un guiño a cierta historia mitológica de una diosa que ofrecía su sangre menstrual, cual elixir, a combatientes para darles fuerza, incluso la inmortalidad”.  

Así las cosas, que “Amrita” llegue el año próximo no significa que mientras tanto no puedan apañarse dolientes damiselas con algunos de los numerosos remedios naturales que sirven como suplementos a los analgésicos o, por qué no, como liso y llano reemplazo, harto mencionados en páginas de salud y bienestar. ¿Opciones para quienes evitan píldoras y fármacos, o necesitan bonus track? Pues, hacerse masajes con aceites esenciales (por caso, de menta o de lavanda) para relajar el bajo abdomen; usar las perennes bolsas de agua caliente (las altas temperaturas ayudan al relajar el útero, a la par que mejoran el flujo sanguíneo); masturbarse o tener sexo (el orgasmo libera endorfinas que actúan como opiáceos y alivian el dolor menstrual); hacer ejercicio (más endorfinas, mejor circulación en general)... El supermercado también es una mina de pepitas de oro para una dieta a medida: una o dos tazas de té de manzanilla al día es santo remedio para combatir espasmos musculares y relajar el útero; la bienhechora canela alivia los cólicos gracias a su acción analgésica, antiinflamatoria y antiespasmódica. Muy recomendables además los alimentos ricos en calcio (lácteos, jugo de naranja fortificado, hortalizas de hoja verde, sardinas), lavitamina D (pescados azules, champiñones, cereales enriquecidos), la vitamina E (se encuentra a raudales en aceites vegetales, nueces, semillas, palta), el magnesio (buena apuesta, en especial si se combina con vitaminas como la B6)…

Algunas propuestas tantísimo más amables que las que antaño debieron padecer las mujeres cuando se retorcían de dolor por la regla. Las victorianas, sin ir más lejos, fueron sometidas a tratamientos químicos experimentales de lo más tremebundos cuando ¡osaban! quejarse por el malestar menstrual. Si no se las daba lisa y llanamente por histéricas listas para la internación, algunos tratamientos incluían: aplicarles un bálsamo astringente (que contenía ácido sulfúrico y trementina), hacerles punciones del cuello uterino con alambre (o dispositivos igualmente brutales), cauterizarlas con nitrato de plata, y así. Opio, licor, tampones embebidos en soluciones con cocaína también fueron parte de la ecuación. Más amables fueron los antiguos griegos que empleaban “una masa curativa sobre el vientre”, según especifica Corpus Hipocraticum, compuesta de “vino tinto joven, diversas especies y harina, cocida con antelación”. En el Antiguo Egipto, según anota el papiro Ebers, se usaba cannabis “triturado, mezclado con miel y luego introducido en la vagina” para “refrescar el útero y eliminar el ardor”. Las mujeres mayas y aztecas realizaban baños vaginales de vapor: se sentaban sobre cuentos llenos de agua hirviendo y hierbas fragantes como orégano y albahaca. La milenaria medicina china, por su parte, apostaba por la acupuntura, estimulando un punto situado en la pierna durante 5 a 10 minutos, amén de aliviar el dolor. Para la Iglesia católica, a bancarse las penitentes muchachas los dolores: cada calambre debía servir de recordatorio a la mujer del pecado original de Eva... Notas al pie, en fin.