El espía Marcelo D’Alessio puso por primera vez al oficialismo a la defensiva desde que asumió el gobierno. Hostigado por la crisis, Cambiemos contraatacó siempre con alguna denuncia amplificada por la corporación mediática. Esta vez, al tiempo que la crisis es devastadora, la denuncia surgió con una potencia inusitada desde la oposición y logró romper el blindaje mediático para impactar de lleno en el ámbito judicial. El gobierno aparece inerme ante la espiral ascendente de una crisis que no puede controlar y el frente judicial se le desmorona. En medios políticos ya se habla de que Mauricio Macri no está para ninguna reelección en este contexto. Y se espera que la movilización del 24 será de una gran masividad por el clima de fuerte malestar. “Por la Patria que soñamos, contra la miseria planificada” es la consigna.

Con el dólar que sube, las tasas de interés más altas del planeta y una inflación que está entre las primeras de todo el mundo, el gobierno ya no puede recurrir a su bazooka judicial para distraer la atención porque tiene en aprietos a uno de sus principales alfiles, el fiscal Carlos Stornelli.

La reacción frente a la investigación del juez Alejo Ramos Padilla y la detención de D’Alessio fue casi instintiva o impulsada por el pánico. Cambiemos no la derivó hacia ninguno de sus operadores subterráneos. El disparo salió directamente de la Rosada. Y hubo otras defensas también a la desesperada, mientras el jueves se producían grandes movilizaciones espontáneas en Buenos Aires, Dolores y Mar del Plata, pero en defensa del juez.

Si la Magistratura o la Corte aceptaban ese acto intervencionista casi brutal del Ejecutivo hubieran quedado en evidencia. No solamente como agentes de un poder que tendría que ser independiente, sino que también hubiera dado todo el aspecto de reacción corporativa en defensa del fiscal. El Ejecutivo trató de atacar desde la Magistratura y la Corte a un juez que está investigando al poder político. Ese desmanejo tuvo fuerte repercusión en el exterior.

No fue solamente el gobierno el que se salió de caja. La reacción de Elisa Carrió está entre las más desquiciadas de su curriculum. Y hasta la misma diputada Graciela Camaño –del ala del massismo que resiste cualquier contacto con el PJ y el kirchnerismo– atinó a salir en defensa del fiscal Carlos Stornelli, cuyo proceso puede embarrar a gran parte del mundo político que se benefició de las andanzas de D’Alessio con el fiscal.

Tras el golpe del 55´, se hizo popular entre los antiperonistas más recalcitrantes un personaje que actuaba como policía de civil que se llamaba Próspero Germán Fernandez Alvariño. El hombre era un violento fanático antiperonista y se hacía llamar Capitán Ghandi.

Existe una relación entre ese personaje violento que usurpaba el nombre de un luchador pacifista y el ataque violento de Elisa Carrió contra trabajadores del canal C5N en el Centro Hannah Arendt, una mujer que luchó contra el autoritarismo. En nombre de una república de elites se usurpan referentes pacifistas y antiautoritarios para hacer todo lo contrario.

En el caso de Camaño, su defensa de Stornelli estuvo en sintonía con el macrismo. No lo van a manchar por “tres mensajes de whatsapp”, dijo, cuando la prueba es mucho más que eso: decenas de mensajes en tono amistoso, fotos, documentos, videos y testimonios. No quedó claro si la posición de Camaño es la de todo el massismo.

La actividad de D’Alessio demostró lo que se venía diciendo ante la simultaneidad de procesos similares en América Latina. Tienen la misma sincronía que tuvieron en su momento los golpes militares. Y la experiencia demostró que esta coincidencia en procesos regionales además de originarse en condiciones internas de cada país siempre tuvo detrás la mano de Wáshington.

Documentación y armamento que se le encontró, así como la participación en algunas acciones de alta seguridad tienden a confirmar que D’Alessio está sostenido por algún servicio de información norteamericano y alguno local. Y su participación casi excluyente como agente de inteligencia en la campaña mediático judicial contra el gobierno anterior, confirma el interés de Washington en ese objetivo.

La defensa cerrada del fiscal que aparece tan ligado a D’Alessio se convierte así en una mancha venenosa que afecta al oficialismo, a sectores del poder judicial, a periodistas e inclusive a algunos de los opoficialistas.

El rechazo de la Cámara de Mar del Plata a la recusación del juez, planteada por Stornelli y la respuesta afirmativa de la Corte al pedido del juez de respaldo material, más el probable fracaso del pedido de juicio político en la Magistratura, dan cuenta de que el ámbito judicial optó por un camino más complejo que el propuesto inicialmente por el macrismo.

En ese camino se anotan dos bajas resignadas por el oficialismo. En todo caso, ambos quedaron comprometidos por sus propias acciones: el espía D’Alessio y el fiscal Stornelli. Aunque salven la prueba no infectada en la causa de los cuadernos, una causa muy debilitada, habrá una tercera baja en un plano más simbólico. Entre la crisis económica y este escándalo de espionaje ilegal para alimentar causas judiciales, el lawfare o guerra jurídica, una práctica muy usada por el macrismo para reemplazar a la política, perdió credibilidad.

Hay políticos que nunca hablaron de derechos humanos, que no mostraron nunca una mirada social o económica y que en general, nunca ofrecieron un proyecto de país. Solamente se los conoce por las denuncias sistemáticas y exageradas contra sus adversarios y porque también las usan en las internas de sus alianzas. Sin esas denuncias no existen. Si el lawfare pierde credibilidad, se deslegitima, también baja su convocatoria electoral.

Elisa Carrió es el exponente más claro de esta forma de hacer política. Y su reacción tan desquiciada con relación a esta investigación del juez Ramos Padilla obedece también a que pone en tela de juicio su capital político. Los antiperonistas más sensatos del 55 fueron abandonando sus posturas más recalcitrantes cuando se vieron reflejados en un personaje desquiciado como el Capitán Ghandi. Es probable que esta sea también una de las consecuencias de la investigación de Ramos Padilla.

Desde que comenzaron, al cumplirse 20 años del golpe del 76, los actos por el 24 de Marzo se fueron convirtiendo en una especie de asamblea popular donde repercute con gran amplificación el proceso político. Ya sea por su naturaleza como reafirmación de la vigencia de los derechos humanos y el repudio a las dictaduras, o por la consigna que los organismos le asignan en cada ocasión, cada uno de estos actos de masas se convierte en una especie de vocero y amplificador del sector de la sociedad que reconoce la importancia de los derechos humanos.

El gobierno de Cambiemos habló del “curro” de los derechos humanos, desfinanció los centros de la memoria, intentó liberar a los torturadores y represores presos con el 2x1. Además, tiene un discurso a favor de la represión con mano dura y en contra del respeto a las garantías individuales establecidas en la Constitución, lo que ha costado la vida de luchadores sociales y la existencia de presos políticos.

En ese sentido este acto del 24 de marzo es doblemente crítico, por su convocatoria original que son los derechos humanos y por una de sus consignas: “contra la miseria planificada”. Se trata de la miseria que han generado las medidas económicas de este gobierno así como su impericia.

La crisis alimenta la convocatoria del acto. Este gobierno ha logrado que se disparen índices que tendrían que neutralizarse entre sí. El macrismo logró que el dólar se dispare con tasas mortíferas de más del 60 por ciento que lo tendrían que haber bajado.Y ha logrado índices de inflación altísimas al mismo tiempo que la actividad económica está planchada. La inflación nunca ha sido tan alta desde la híper. Pero además, la caída de la industria supera también esos récords, igual que la caída del consumo.

Macri es un candidato muy desgastado para la reelección, pero desde esa caída busca elegir el interlocutor, el adversario que lo enfrente o lo suceda. Su famoso discurso “estoy caliente” no iba dirigido a Cristina Kirchner, sino a Roberto Lavagna. Quiere que sea su contracara. Cristina Kirchner regresó ayer de Cuba y mantiene el hermetismo aunque ya hay dos candidatos en campaña.