Tocar un 24 de marzo, de forma sin querer coincidente, es algo que tanto Liliana Herrero como Juan Falú celebran. “Es la primera vez que lo vamos a hacer. Mirá qué extraña situación. No imaginé que íbamos a estar tocando un 24 de marzo juntos. Hace tanto tiempo que tocamos, pero nunca nos pasó. Supongo que intentaremos ir a la marcha primero y luego rápidamente nos iremos a probar sonido para el concierto. Es muy emocionante”, dice la cantante sobre el recital que esta noche a las 21 tendrá lugar en Complejo Cultural Atlas (Mitre 645).

“Me parece hermoso que suceda, porque nuestra relación trasciende lo artístico, está completamente teñida por la ideología, la historia y una memoria generacional, que es una memoria que tiene mucho que ver con haber vivido el antes, el durante y el después del 24 de marzo”, agrega Falú. Importa recordar que los restos de su hermano, Luis Eduardo Falú, desaparecido en 1976 a los 23 años de edad, fueron identificados en 2016. “En estos casos prefiero que sea la guitarra quien hable sobre mi hermano y sobre todos los caídos y los que no están. Ése es el fundamento de uno como artista. El sonido de uno es también el sonido de lo vivido, y lo vivido por uno es lo vivido por muchos. Prefiero que sea el encuentro musical la metáfora más cercana a la perfección para hablar de esta fecha y de los dolores. Pero por supuesto que no puedo negar que Lucho está presente en esta jornada”, refiere el músico.

Con dos discos en su hermandad musical -Leguizamón/Castilla (2000) y Falú/Dávalos (2004)- la sensibilidad que comparten compositor e intérprete admira. Como si se tratara de un diálogo, de una conversación entre guitarra y voz. “Nosotros estamos inscriptos en una misma tradición, si bien perteneciendo a lugares distintos. Él es un hombre de Tucumán, del noroeste, y yo soy una mujer del litoral. Pero hemos compartido autores, memorias musicales y poéticas, que conocemos bien y en las que nos inscribimos”, señala Herrero. Falú agrega: “Hay una sintonía que trasciende lo musical. Pero si la circunscribimos a lo musical, la música es una condensación de todas esas vivencias. Además, en lo estrictamente artístico, siento que se trata de una conversación de una enorme libertad, con una gran carga de intensidad en el decir. Y no me refiero a pegar un grito, sino también a la intensidad de los silencios. Todo es muy libre y muy conversado. Nos sentimos compinches en el escenario”.

Herrero: -Con Juan también hay algo muy interesante, y es el hecho del repentismo, ese momento en el cual inventamos algo los dos. Pueden estar armados los arreglos o lo que vamos a cantar, pero siempre aparece algo inesperado, y eso nos gusta muchísimo. Juan nunca toca de la misma manera en la que ensayamos, ni yo canto de la misma manera. Siempre se produce algo nuevo en el escenario. Hay una complicidad musical que es muy hermosa. Eso hace que se renueve la música y por lo tanto se renueven también los oídos.

Falú: -Lo disfrutamos los dos. Esa particularidad de improvisar, al menos en mi caso, no la vivo como un mérito sino como una necesidad. Es mi manera de decir, de interpretar, porque no soy un músico abocado al arreglo y al estudio sobre un arreglo, lo hice en una época de mi vida, pero reconozco que es de cierta indolencia. Cuando no estudiaba, mi padre me decía “indolente”, y eso me marcó para toda la vida. Lo que siento a veces es un poco de vergüenza cuando me dicen que soy improvisador, porque es el resultado de mi indolencia (risas). Pero si eso se transforma en un modo artístico y musical de expresarse, bienvenido.

Herrero: -A mí me gusta ese riesgo, esa sorpresa estética. Me parece interesante que se haga, porque hay que romper con la secuencia que impone el mercado. Estos son momentos donde esa sorpresa cultural, esa renovación, debe aparecer. Ojalá pudiéramos crear alguna novedad. Además, esa novedad no es que no tiene territorio, sino que se recuesta en una tradición. Siempre es posible hacer algo inesperado.

-Posible desde la modernidad latente de las mismas canciones que interpretan, sean de Leguizamón o de Dávalos.

Herrero: -Son obras poderosas. Es muy difícil hacerlo sobre obras débiles. Pero una obra que se impone en su poderío estético es posible de ser revisitada. A veces es necesario desde cierta literalidad, y hay que hacer una obra tal como fue tocada. Pero esas obras son tan poderosas que permiten una nueva visita, siempre hay una hendija.

Visitar Rosario, para ambos, es motivo de celebración recurrente. Como refiere Falú, “Liliana se siente en su casa y yo un poco también, porque en mis andanzas y militancia, Rosario fue un lugar central. Un lugar de encuentros, donde tener grandes compañeros. Por nombrar sólo uno, un gran tipo -además de ser uno de los primeros caídos-, quiero recordar al 'Tacuarita' Brandazza”.

Páez según Herrero

El disco más reciente de Liliana Herrero, Canción sobre canción, reinventa la música de Fito Páez y logra lo que el periodista de Página/12, Santiago Giordano, ha denominado “ensayo”. “Creo que la palabra adecuada es ésa, ensayo. Ensayos que están enlazados con una tradición pero al mismo tiempo con la propia vida. Canción sobre canción es sobre la música de alguien a quien conozco desde hace mucho tiempo, y me permití la libertad -algo que permite la obra misma- de intervenirla, de interrogarla, de conversar con ella, de omitir palabras, de cambiar la estructura, de cambiarla armónicamente y rítmicamente. Esas libertades yo me las tomo. Y creo que es ésa la tarea de un intérprete”, distingue la cantante.