“Mal comienzo”, “Llegada accidentada”, así retrató la prensa extranjera el desafortunado episodio que vivieron los reyes de España al llegar al país. Para otros fue directamente un papelón. El rey Felipe VI y la reina Letizia aterrizaron en Aeroparque ayer a las 21 y no había escalera disponible para que pudieran bajar del avión. Tuvieron que esperar una hora hasta que llegó el único empleado del aeropuerto que tenía acceso al lugar donde se guardan las escaleras.  

Finalmente, a las 22, después de esperar una hora, los reyes pudieron bajar del avión. Fueron recibidos por el canciller Jorge Faurie y los embajadores Ramón Puerta y Javier Sandomingo, y luego fueron trasladados hasta el hotel Four Seasons, donde se alojarán durante su visita oficial.

Desde el Gobierno intentaron minimizar el episodio y responsabilizaron a la empresa Intercargo, que había sido contratada por el gobierno español. Dijeron que Intercargo “falló y le erró al tamaño de la escalera por lo que tuvieron que buscar de urgencia la escalera del T04”. Para el Gobierno ese error no tuvo que ver con la logística del protocolo ya que la bajada del avión del Rey de España era responsabilidad de la empresa Intercargo.

Los diarios españoles El País y El Mundo retrataron el episodio con incredulidad: “una situación que nadie parecía controlar”, describieron. La falta de escalera también dejó perpleja a la comitiva española que esperaba en el aeropuerto. Las autoridades argentinas decidieron que el Airbus 310 de la Fuerza Aérea Española llegara a Aeroparque, en lugar de al aeropuerto internacional de Ezeiza, para estar más cerca del hotel. Pero nadie se encargó de verificar que estuviera la escalera para un avión de ese tamaño, bastante más grande de los que llegan a diario a Aeroparque.

El mal momento vivido por Felipe VI y Letizia recordó al ocurrido meses atrás con la llegada del presidente de Francia, Emmanuel Macron, para participar de la cumbre del G20. En esa oportunidad, Macron bajó del avión junto a su esposa y no había nadie en la pista para recibirlo. El único que le tendió la mano fue un trabajador aeronáutico que como si se tratara de un chiste tenía puesto un chaleco amarillo, el símbolo de las manifestaciones masivas en contra del gobierno francés.

La accidentada bienvenida del presidente francés concluyó con una ocurrencia de la vicepresidenta Gabriela Michetti, quien llegó a las corridas a interceptar al mandatario. Para hacerse la simpática, Michetti ensayó unas palabras en un francés incomprensible. “Très bon reunión, a très bon nivel”, dijo en un idioma que intentó ser francés para resaltar la importancia del encuentro de los máximos líderes globales.