Cuando se le pregunta si hay en el horizonte nuevas canciones, responde que sí, que continúa componiendo temas en inglés y en ruso, pero pronto hace cierta aclaración: “No me gusta la palabra álbum, es un concepto de la industria del entretenimiento capitalista”. Es claro que ella, Nadya Tolokonnikova, una de las ideólogas y caras más visibles del icónico colectivo punk-rock Pussy Riot, usa los términos a conciencia, como mejor le calzan. “Llamo a mis videos short music films porque están más cercanos a la idea de arte, y a mis conciertos, political art o performances”, concede esta damisela siberiana (Norilsk, 1989) que en breve desembarcará por primera vez en Argentina con otras compañeras del legendario grupo Pussy Riot, amén de brindar dos shows punk-guerrilla donde la constante serán los lyrics potentes, las visuales fulminantes y, claro está, los ya míticos pasamontañas. “No somos una banda: somos un movimiento político”, se encargan de aclarar las muchachas rusas que conjugan electropop, metal, funk, hip-hop, punk, incluso canciones de cuna, y piezas de videoarte en propuestas explosivas que –ante todo, indeclinablemente– privilegian el mensaje. Un mensaje antisistema, sobra aclarar a esta altura de la fama internacional, que carga contra la misoginia recalcitrante, el autoritarismo, la homofobia, la desigualdad financiera, la censura, las pésimas condiciones carcelarias, la brutalidad policíaca, la falta de conciencia ecológica. Contra Putin y Trump, por supuesto; contra todos los de su clase. Alcanza con escuchar/ver Make America Great Again, Track About Good Cop o Straight Outta Vagina para hacerse una idea de la naturaleza inquieta e inconformista del artivismo de las Pussy Riot. 

“Curiosamente nos metieron en la cárcel por la peor de todas nuestras actuaciones”, bromea hoy quien fuera arrestada en 2012 por la muy citada acción que convirtió a las Pussy en símbolo global feminista. Harto sabido: haber irrumpido en el altar mayor de la catedral de Cristo Salvador aquel febrero con su “punk prayer” para denunciar la corrupción de la Iglesia ortodoxa y su apoyo al ejecutivo Vladimir. Sonada performance ¡de apenas 40 segundos! por la que las integrantes Masha Alyokhina y la susodicha Tolokonnikova debieron cumplir una condena demencial de 22 meses, signada por tratos inhumanos, degradantes (en el caso de Nadya, para más inri, en el campo de trabajo forzado de Mordovia); en tanto la –represora– excusa oficial tildó al hecho de “vandalismo motivado por odio religioso”. A NT no se le escapa la ironía de que aquel “lugar sacro” se pueda rentar para congresos, que en una zona subterránea bajo el altar haya una marisquería y hasta un lavadero de coches; también hay una tienda de souvenirs. 

“¿Qué nos arrestaran? Sí. ¿Ir a prisión? No, eso no lo imaginamos jamás”, reconoce Tolokonnikova en su libro Pussy Riot. De la alegría subversiva a la acción directa, recientemente editado en español, cruce entre la autobiografía y el manual para la revolución. Son 256 páginas divididas en diez capítulos (cada capítulo, una regla, desde “Hazte pirata” hasta “Delinque con arte”) que llaman a “no rendirse ante tanta mierda”, dan perspectivas del mañana, claves para la insurrección. Y refieren a la necesidad y urgencia de accionar frente a un sistema “recontra podrido”. Nótese, de hecho, cómo se despide Nadya: “Da igual a qué dediques tus actos de desobediencia civil, ya sean mítines, ocupaciones, pinturas, canciones o liberar animales del zoo: lo que importa es que lo hagas, y romper así las redes de la sumisión en pedazos”.

“No fui criada en el bosque para crecer y temerle a los búhos”, anota la arrojada artivista, que tras salir de la cárcel fundó Zona Prava (una ONG que lucha por asegurar condiciones humanas para gente privada de su liberad) y MediaZona (medio independiente que esquiva la censura oficial y tiene base operativa en Moscú). Ya luego, documentales sobre las Pussy, más y más charlas (en prestigiosos museos como el MoMA, con figuras como Marina Abramoviæ), más entrevistas, más denuncias. Un concierto en Dismaland, versión distópica de Disneyworld pergeñada por el graffitero Bansky. Línea de ropa propia. Otras performances (por caso, en Glastonbury), un cameo en la tira House of Cards, giras por Estados Unidos y Europa. Colaboración musical con Le Tigre, cofundación de la ONG Refugee Response Foundation con el dúo artístico The Connor Brothers. Y más, mucho más. También, claro, seguir resistiendo ante la rancia persecución de las fuerzas de seguridad rusas (que, por ejemplo, las reprimieron a látigo y gas lacrimógeno en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi cuando intentaban cantar su canción “Putin te enseñará cómo amar a la patria”).  

Las Pussy, como todo movimiento, tienen distintas formaciones, distintas expresiones, distintas aristas. Ni Nadya ni Masha, por ejemplo, participaron de la muy comentada, muy arriesgada irrupción en la final de la última Copa del Mundo, pero sí estaban al tanto de una acción que buscaba denunciar el estado represivo que se vive en Rusia. Sí participó Peter Verzilov, padre de la hija de Tolokonnikova y parte del colectivo, que meses más tarde sería noticia por ser víctima de un atentado: lo envenenaron y perdió el habla, la vista, la movilidad, sufrió convulsiones; afortunadamente se recuperó. 

Por lo demás, en su primera visita al país, las Pussy Riot inauguran su cruzada por huestes locales en Capital Federal -más específicamente, en Niceto Club, el domingo 14 a las 20- en el marco de una gira sudamericana por Argentina, Perú, Uruguay, Chile y Brasil. El martes 16 harán lo propio en Córdoba abriendo una nueva edición de GRL PWR, festival donde mujeres e identidades disidentes tienen absoluto protagonismo. La grilla -soñada- habla por sí misma: She Devils, Ana Tijoux, Miss Bolivia, Sara Hebe, Marilina Bertoldi, Kumbia Queers, Ms Nina, Mi$$il, La Femme D’Argent, Ibiza Pareo; algunas de las bandas/solistas del line-up. Además de clases de defensa personal, muralismo, serigrafía, twerk; charlas sobre feminismo, “femiferia” (objetos, arte, literatura feminista); zona de deporte (skate, roller derby); talleres en vivo a cargo de Srta Bimbo, La Cope, Barbi Recanati… Lo que se dice una verdadera fiesta, pura alegría subversiva.