William Cody aprendió a montar antes que a caminar, a los nueve años era hábil en el manejo del rifle. A los once ya había matado a un par de indios. A los doce se unió a un grupo de tramperos que iban detrás de los cueros de nutria, luego se internó en las Montañas Rocosas en búsqueda de oro, pero regresó sin una sola pepita. Finalmente, tentó fortuna en el ejército, ahí aceptó una apuesta difícil, para ganarla era preciso tener valor y puntería: había que pararse frente a la embestida de una manada de búfalos salvajes y bajar uno a uno a tiro de  fusil. Triunfaba quien con menos disparos mataba a más animales. El rival de William Cody a duras penas pudo voltear a cuarenta y seis búfalos. William Cody mató a sesenta y nueve y se ganó el apodo que lo acompañaría a lo largo de su vida: Buffalo Bill. 

Esta masacre sucedió en 1870, en el fuerte McPherson, en Nebraska. En aquella época, matar búfalos era tan natural y frecuente como matar sioux, por lo cual todo hacía suponer que la “hazaña” de William Cody serviría para romper el tedio de algunas noches de vigilia y luego se perdería para siempre. No fue así. Ned Buntline, un escritor newyorkino que había viajado hasta el fuerte para buscar historias del lejano oeste, supo de esa matanza y la registró en la novela: Buffalo Bill, el rey de la frontera. Las hazañas del cazador desmedido se multiplicaron en otros libros de Ned Buntline.

Alberto Manguel siempre estuvo cerca de los libros, aunque con una vida menos riesgosa: trabajaba en una librería porteña cuando conoció a Borges y aceptó gustoso ir a su departamento de la calle Maipú a leerle textos clásicos y modernos. A lo largo de cuatro años, cumplió con esa tarea. Luego anduvo por diferentes sitios de Europa trabajando como lector en distintas editoriales, con mayor y menor fortuna escribió un vasto número de libros y obtuvo numerosos premios, incluso fue cuestionado por María Kodama, aunque esto no es meritorio, ya que, como bien se sabe, María Kodama es una cuestionadora serial. 

En 2016 el gobierno de Mauricio Macri lo conchabó como director de la Biblioteca Nacional. Su temperamento de viajero incurable lo llevó a ciertos conflictos con ese organismo: en sólo cinco meses de gestión gastó más de cuatrocientos mil pesos de viáticos para sus viajes alrededor del mundo. El tropiezo no pasó a mayores porque paralelamente se mostró fiel a la política macrista: hizo circular un comunicado interno dirigido a aquellos empleados que habían denunciado esas irregularidades: “Tienen dos opciones –anunciaba–: o se dejan de entorpecer nuestras tareas comunes por medio de alarmas y acusaciones repetidas sin fundamento o buscan trabajo en otra parte”. Un buen número de empleados tuvieron que buscar trabajo en otra parte, porque sin más vueltas fueron despedidos. 

En 2018 Manguel pronunció el discurso de apertura para la 42a Feria del Libro de Buenos Aires. Esa tarde los empleados despedidos deambularon por la sala donde se desarrollaba el acto, caminaban en silencio pero exhibían punzantes pancartas que denunciaban el atropello. Pocos después de su discurso, ante la pregunta de un periodista acerca de esas pancartas, Manguel construyó un gesto de sorpresa y dijo que no los había visto, que desde el estrado era imposible verlos. En 2013 me tocó abrir la 39a Feria del Libro de Buenos Aires, doy fe que desde el estrado se ve todo, absolutamente todo. En descargo de Manguel podría argumentarse que su condición de lector abusivo pudo afectarle la vista. Meses después de esa repentina ceguera, renunció a la dirección de la Biblioteca Nacional y partió hacia la patria de Buffalo Bill. Aquí es donde, mágicamente, se mezclan los destinos del hombre de las letras y del hombre de las praderas. 

En el año 1883, Buffalo Bill fundó el “Buffalo Bill’s Wild West”, un circo en el que escenificaba todas sus proezas. Gracias al Boletín Informativo Digital Nº 98, marzo 2019, de la Academia Argentina de Letras, nos enteramos que Alberto Manguel, académico de número, en sociedad con la empresa García Fernández Turismo, estará al frente de un lujoso crucero literario por el Mediterráneo. “Un libro por puerto y mil historias para compartir”, prometen los organizadores. El próximo 15 de mayo el buque partirá desde Roma y a lo largo de diez días tocará los puertos de Sorrento, Capri, Catania, Ravena y Venecia, en Italia, La Valeta, en Malta, Corfú, en Grecia, Kotor, en Montenegro, Split y Rijena, en Croacia. En esta ocasión, el incomparable placer de conocer estos sitios tendrá un valor agregado: Mangel les revelará a los ávidos participantes del crucero cuáles son las novelas que aluden a los puertos tocados. Tennessee Williams, Andrea Camillieri, Lawrence Durrell, Henry James y Dino Buzzati, serán algunos de los autores convocados. 

A lo largo de veinte años el “Buffalo Bill’s Wild West” se presentó en América del Norte y en diversos países de Europa, ignoro cuánto se pagaba para presenciar el espectáculo. El privilegio de viajar en el crucero literario cuesta algo más de seis mil dólares, el precio incluye, además de las lecciones y de los honorarios de Alberto Manguel, un confortable camarote y “comidas en restaurantes especializados, servicio de spa y chocolate belga”. Se trata del viaje inaugural, imposible saber si persistirá tanto como el circo de Buffalo Bill.