Desde Córdoba
La gran expectativa se diluyó cuando apareció en una pantalla Marcos Mundstock. Nadie avisó que uno de los integrantes de Les Luthiers no estaría en vivo y en directo, en el escenario del Teatro Del Libertador San Martín, para presentar su ponencia en el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española, que termina hoy. El actor y humorista no pudo viajar a la ciudad de Córdoba por un problema de salud. El periodista español Álex Grijelmo presentó a Mundstock con una suerte de inventario desmesurado de la cantidad de carcajadas que contribuyó a provocar; un cálculo que estimó llegaría a unos 4.300 millones de risas en las 7563 presentaciones que el grupo musical y humorístico realizó durante más de cincuenta años de trayectoria. A ese arsenal humorístico deben sumarse “las carcajadas que provoca en la vida cotidiana a quienes les conocemos y tenemos la oportunidad de conversar con él de vez en cuando”, agregó el periodista español. “Los chistes se le caen de los bolsillos”, aseguró Grijelmo en su rol de testigo privilegiado de ese derrame humorístico.

 Grijelmo comentó que cuando publicó su primera novela, El cazador de estilemas, Mundstock le mandó un mensaje de whatsapp: “¡Enhorabuena por la novela, después de tantos libros de ensayo te habrá salido bien por fin!”. El periodista español confesó que cada vez que se encuentra con el creador del músico ficticio Johann Sebastian Mastropiero -una mezcla de los nombres de Bach con un personaje que inventó Mundstock, llamado Fredy Mastropiero- debería llevar un bolígrafo y libreta para anotar las ocurrencias del miembro de Les Luthiers. “No es justo que esos chispazos sean tan efímeros que se pierdan”, reconoció el ex presidente de la agencia de noticias Efe y actual director de la Escuela de Periodismo UAM-El País. “Algunos juegos del lenguaje se basan en aparente dobletes inventados. Por ejemplo: el monólogo se produce cuando habla uno solo; cuando hablan dos deberíamos llamarlo biólogo”, ejemplificó el periodista español. “Las palabras nos sirven para entendernos, comunicar nuestros conocimientos, pero también para reír”, destacó Grijelmo.

 “Propongo que ‘en lo que canta un gallo’ equivalga a ‘dos santiamenes’ y ‘cuatro periquetes’ y un ‘me pareció un siglo’ sea la ‘cuarta parte de la eternidad’”, subrayó Mundstock desde la pantalla. “Pero si ya nos referimos a aquellas cosas de poca importancia, cuando alguien diga ‘me importa un comino’ -¿en qué estará pensando?-, más o menos querrá decir que le importa ‘tres pepinos’ o ‘medio pimiento’”, planteó el Les Luthiers para detenerse en la palabra “bledo”, interrogarla y continuar el juego. “La expresión ‘me importa un bledo’ no tiene igual: ¿alguien sabe lo que es un bledo? Algún día un ejército de bledos se lanzará sobre los hispanohablantes para vengarse de tantos siglos de ninguneo”. Lo lúdico se prolongó cuando promovió “formas más directas” con expresiones como “donde manda capitán no manda marinero”, que ha sugerido cambiar por “el más explícito ‘donde manda capitán hay que ir’, o que en vez de “una golondrina no hace verano” usar “expresiones más vulgares” como “una golondrina no hace un carajo”, “con perdón de Gustavo Adolfo Bécquer”.

 Mundstock aprovechó la oleada de críticas contra los organizadores del CILE, especialmente la Real Academia Española (RAE) y el Instituto Cervantes, para solicitar “controlar la proliferación” de libros de autoayuda que “de literarios tienen muy poco”. “Les propongo aprobar el desarrollo de los libros de autoayuda de última generación: libros de autolectura que se leen solos, uno los compra, los deja en la biblioteca y se leen solos. Es lo que hacemos todos al fin y al cabo”, ironizó el actor y humorista y confesó que él mismo escribió un libro de autoayuda: Manual para el automóvil club y que firmó un título voluntarista ¿Qué ganas con seguir durmiendo?, que refutó con ¡Qué ganas de seguir durmiendo!, además de Monte su propio Shakespeare, exhibido en la sección “equitación” de las librerías. “Conozco el caso de un joven aspirante a escritor que llevó un libro a que lo arreglaran en el taller”, contó el Les Luthiers y enseguida admitió que recibió críticas de su incursión en el mundo de la literatura. “Un crítico dijo de mí que llamaba la atención ‘su atrevida prosa’. ‘¿Pero cómo se atreve a escribir?’”, concluyó.