PáginaI12 en Brasil

Desde Brasilia

“Yo amo a Israel”. Al desembarcar en el Aeropuerto Ben Gurión, de Tel Aviv,  el presidente Jair Bolsonaro pronunció esa frase en hebreo para poner de manifiesto su empeño en establecer una relación preferencial con el gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu, un capítulo más del alineamiento automático con Donald Trump.

Tomando como referencia a Trump que abrió la embajada en Jerusalén, ayer Bolsonaro anunció la instalación de una “oficina de promoción de negocios” en esa ciudad sagrada para judíos, musulmanes y cristianos.

La decisión de crear una representación, a pesar de la reprobación de la comunidad internacional y especialmente de los países árabes, había sido anticipada por el mandatario sudamericano hace dos semanas en la Casa Blanca.

“Israelíes y brasileños comparten valores y tradiciones culturales como el aprecio a la libertad y la democracia, juntas nuestras naciones pueden alcanzar grandes logros”, destacó Bolsonaro a poco de iniciar su visita.

“Obrigado”, respondió Netanyahu en portugués. “Voy a contar un secreto, espero que este sea el primer paso para que algún día llegue la embajada de Brasil a Jerusalén (...) estamos haciendo historia”.

El líder del derechista partido Likud, que dentro de ocho días buscará su reelección, aseguró que “esta es la más grande delegación” brasileña que ha visitado su país.

En la misión están el canciller Ernesto Araújo, el general Augusto Heleno, ministro de Gabinete de Seguridad Institucional, el almirante Bento Albuquerque titular de Minas Y Energía y el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, brigadier Raúl Botelho.

Luego del primer encuentro en el aeropuerto de Tel Aviv los líderes mantuvieron otros en Jerusalén donde firmaron varios convenios con acento en las áreas de defensa y seguridad cibernética. Israel informó que la petrolera estatal Petrobras participará en licitaciones para explotar gas y petróleo. Al final del día estaba prevista una cena ofrecida por Netanyahu y su esposa.

“Mi amigo Netanyahu y yo queremos aproximar nuestros pueblos, nuestros militares”, señaló el capitán retirado del Ejército que asumió la presidencia en enero último. En la ceremonia de toma de posesión estuvieron Netanyahu y el secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo.

Establecer un vínculo tan tempranamente, y de tal intensidad, con Israel significa arrojar al canasto una tradición diplomática forjada por varios gobiernos. Durante décadas el Palacio Itamaraty (Cancillería) estableció una delicada equidistancia entre israelíes y árabes. Hace nueve años, en el último de sus dos mandatos particularmente activos en Medio Oriente, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva reconoció formalmente el estado de Palestina y antes de ello había dado estatus de embajada a su oficina en Brasilia.

“Apreciado hermano Netanyahu es una honra volver a Israel, tuvimos un breve momento de distanciamiento pero Dios sabe lo que hace”, dijo Bolsonaro en probable alusión a la tensión diplomática ocurrida 2014 cuando la ex presidenta Dilma Rousseff convocó al embajador en Tel Aviv en protesta por los bombardeos en la Franja de Gaza.

La semana pasada Bolsonaro no respondió el convite del embajador en Brasilia, Ibrahim Alzebem, para que durante su estancia en Israel se reúna con miembros de la Autoridad Nacional Palestina en Ramalá.

Ayer Anna Ashrawi, miembro de la dirección de la Organización para la Liberación de Palestina, consideró “inaceptable” que el jefe de Estado brasileño visite hoy “Jerusalén Oriental” dado que se trata de un “territorio palestino ocupado” por Israel.

Establecer una oficina con la bandera verde-amarilla en Jerusalén, aunque no sea la de una embajada, es una decisión que carece del respaldo de algunos miembros de la coalición cívico militar que llegó al poder en Brasil hace exactamente tres meses.

La pata castrense desaprueba ese paso temerario como lo afirmaron recientemente los generales Hamilton Mourao, que es el vicepresidente, y Augusto Heleno, ministro de Seguridad Institucional. Optar por Israel como socio excluyente en Medio Oriente, dicen los generales junto a algunos diplomáticos –éstos hablando desde el anonimato– tiene potenciales consecuencias en materia de seguridad y causará perjuicios económicos ya que los países árabes boicotearán las importaciones de alimentos brasileños. Igual de alarmados están los empresarios del agronegocio y la ministra de Agricultura Tereza Cristina da Costa Dias.

Ayer, a poco de aterrizar en Tel Aviv el general retirado Heleno dijo a periodistas que aún no estaba confirmado el anuncio de la mentada oficina en Jerusalén, pero minutos después Bolsonaro lo desmintió. Ese comentario informal es otro indicio de las divergencias que hay sobre la relación con Israel y también con Estados Unidos, entre la cúpula castrense y el “bolsonarismo” intenso.

Dentro de ese grupo de extrema derecha político-confesional están el mandatario, sus hijos, algunos ministros y el escritor brasileño Olavo de Carvalho, radicado en el estado norteamericano de Virgina. 

Posiblemente el principal enlace en Estados Unidos sea Steve Bannon quien ve a Trump y Bolsonaro como la vanguardia de un “populismo de derecha” de proyección global. Otro de los fiadores sería el secretario de Estado Mike Pompeo ligado a los cristianos sionistas. Pompeo fue una de las primeras personalidades extranjeras que telefoneó a Bolsonaro tras su victoria en el ballottage del 28 de ocubre del año pasado. Junto a los anuncios sobre acuerdos bilaterales, Bolsonaro citó, en uno de sus discursos de ayer, haber sido bautizado en 2016 por un pastor evangélico en el río Jordan. El recuerdo pudo haber sido un gesto hacia el sionismo evangélico estadounidense tanto como hacia a su electorado neo-pentecostal, al cual le debe buena parte de la victoria en las elecciones de octubre del año pasado frente al candidato Fernando Haddad, del PT.