Rosa Aragone tiene 99 años. Es artista plástica. Produce desde hace siete décadas. Y sin embargo, con toda esa experiencia, ante la pregunta por la esencia del arte, contesta que responderá a los cien.

Con ese humor estuvo de pie (y de rosa; un rosa suave) para las fotos y los abrazos el viernes pasado en la galería Subsuelo (Balcarce 238), en una de cuyas salas se exponen obras suyas que fueron pintadas entre 1973 y 1981 y que nunca antes se mostraron al público.

Estaban guardadas en una carpeta. Resistieron el paso del tiempo, tanto en lo material como en lo estético. Son algo más de diez composiciones en planos de color, con bordes netos. La impecable ejecución (la pintura es acrílico; las pinceladas son imperceptibles) logra que parezcan serigrafías. Allí la frontera entre abstracción y figuración, tan fieramente custodiada por críticos y pintores en el siglo veinte, se diluye en el juego de las formas. ¿Abstracción biomórfica o flora y fauna estilizadas? ¿Importa eso ahora? "Las imágenes aluden a elementos de la naturaleza: flores, pájaros, plantas; cielos, mares, agua que fluye", escribe la curadora, Eladia Acevedo. "Es una referencia sutil que se percibe particularmente en aquellas representaciones donde predominan las formas orgánicas". 

Produce desde hace siete décadas. Sin embargo, con toda esa experiencia, ante la pregunta por la esencia del arte contesta que responderá a los cien.

"Delicada complicidad", el título que le puso Eladia Acevedo a esta muestra de Rosa Aragone, es un guiño para entendidos que acaso espera ser leído como una referencia a la obra de la curadora. También las piezas escultóricas de Eladia podrían ser o no representaciones de formas de diversos reinos de la naturaleza. También lucen una factura impecable que borra sus propias huellas, hechura tanto más insistente y obsesiva cuanto más ocupada en lograr no aparecer a simple vista.

En estas obras de Aragone, el dibujo manda; las decisiones se toman desde la línea. Las rectas delimitan bordes y subdivisiones o vertebran la estructura del plano, mientras que las curvas envuelven esos trazos y despliegan sus bellas arborescencias que luego se llenan de color. Es como una danza o un jardín. Hay bordes, sectores, tutores, crecimientos y también una simultaneidad de acontecimientos en el espacio que lo ocupan armoniosamente, complementándose.

Lo que primero asombra como recurso formal es la transparencia, ejecutada como ficción de veladura en una superposición de los planos creados por esas líneas. Hay muchos otros recursos más, que la curadora indica en su texto: repeticiones, desplazamientos, simetrías. El color, siempre en paletas de estudiada armonía, "interactúa con las formas en minuciosa complicidad", escribe Eladia.

¿Por qué estas obras permanecieron ocultas? ¿Qué llevó a su autora a tenerlas cuarenta años guardadas en una carpeta? En su brevísimo discurso inaugural, dijo que pueden no gustarles a todo el mundo. También comentó que su obra "es muy distinta" a la de Eduardo Serón. Serón, pintor modernista, por la época en que Aragone comenzó a producir, se había instalado firmemente como el principal representante local de la abstracción geométrica en pintura. La estética modernista y sus ortodoxias resultan impensables hoy en día. A mediados del siglo pasado, un muro de Berlín dividía al estilo dominante que se imponía desde Nueva York y Europa, que allá se llamaba abstracción y en Argentina era nombrado como "arte concreto", de la figuración o representación. "Un poema no debe significar, sino ser", escribía por entonces un poeta estadounidense, y lo mismo se podía decir de una pintura. Las de Rosa, si bien su lógica compositiva responde a los planteos formales de la abstracción geométrica, sugieren o evocan formas de la naturaleza, o incluso letras. El peor insulto que le podía decir un pintor a otro, todavía en 1980, era "decorativo". Y elaborar un motivo floral, marino o tipográfico para repetirlo como patrón en el plano implicaba, lamentablemente, exponerse a aquella deshonrosa posibilidad.

Aragone nació en Rosario en 1929. Es profesora de dibujo egresada de la Universidad Nacional del Litoral. Profundizó sus estudios tomando clases de pintura con Carlos Uriarte y de grabado con Juan Grela, integrantes ambos del Grupo Litoral. Expone desde 1963 y ha publicado una antología de reproducciones de sus obras desde 1952 a 2012. Está realizando una serie nueva de dibujos que prometen muy pronto dejar de ser inéditos. Entre sus exposiciones recientes, se cuentan una de tapices en Subsuelo el año pasado con curaduría de Adriana Armando y una muestra temática de óleos curada por Rubén Echagüe para el Museo Estevez en 2017. "Delicada complicidad" puede visitarse hasta el 23 de abril, de martes a viernes de 16 a 20 y los sábados de 10 a 13.