La palabra se escuchó varias veces durante la presentación oficial de la programación del 21° Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici), y ahora aparece en casi todos textos introductorios de las primeras páginas de su catálogo. La edición que arrancará esta noche con la proyección de Claudia, de Sebastián de Caro, y culminará el domingo 14 con la exhibición del documental Santiago, de Nanni Moretti, estará signada por lo que sus responsables políticos preanuncian como una “renovación”. Una renovación que tiene su rasgo más visible en la mudanza del epicentro de funciones y actividades especiales al barrio de Belgrano, después de seis años en la zona de Recoleta, que se suma a reducción tanto del parque estable de salas como de la cantidad de películas, que pasará de las 365 del año pasado a las 315 de éste. Lo que no se renueva es la voluntad del Bafici de funcionar como un registro de aquellas aristas del mundo audiovisual menos visibles en los circuitos de exhibición establecidos. Será, entonces, una fiesta cinéfila cuya evaluación debe hacerse dentro de doce días, apenas después de que los proyectores emitan sus últimos haces de luz a la sábana blanca.

La mudanza significa el mayor cambio estructural y logístico del Bafici desde que se instaló en Recoleta, luego de sus primeras catorce ediciones en el Abasto. Más allá de los resquemores iniciales, las diez salas del complejo Village y el Centro Cultural Recoleta (CCR) –que ya en 2018 no estuvo disponible debido a sus propias actividades– mostraron una sintonía perfecta con los requisitos del festival. No había motivos visibles que preanunciarán la partida. ¿Por qué cambiar aquello que funcionaba bien? “Pasó algo parecido con el Abasto. Su lógica comercial desde que empezó el festival, en 1999, hasta que se fue, en 2012,  se volvió cada vez más mainstream. Y el Recoleta, que tenía un perfil más cercano a lo que es el Bafici, de alguna manera también entró en eso. Los caminos se van alejando y vas perdiendo sintonía”, justifica ante PáginaI12 el director artístico, Javier Porta Fouz. 

Otra razón para hacer las valijas, siempre según el director, fue la flamante sala 4D: “No nos la iban a dar porque no tenemos películas de ese tipo. Ahí iba a seguir la programación habitual, y no es lo mismo tener la dinámica del Bafici compartida con la de los estrenos comerciales que no tenerla. No era tan conveniente. Y además hay costos, el presupuesto no es infinito”. En ese contexto apareció la posibilidad de las ocho pantallas de los dos complejos de la cadena Multiplex en Belgrano como base de las proyecciones. Otra vez Porta Fouz: “Esas salas sonaban como una buena opción. Hay una flexibilidad mayor en relación a la cantidad de butacas. En Recoleta era mucho más homogénea, iba de alrededor de 130 a 260. Acá hay salas de 80 o 100 y otras de más de 400. Eso nos permite programar distinto: la Competencia Argentina va a ir a la más grande, mientras que las películas que sabemos que van a tener menos repercusión irán a las más chicas”. A raíz de esta mudanza, las oficinas operativas y las actividades especiales serán en el Museo de Arte Español Enrique Larreta, ubicado a un par de cuadras de los Múltiplex.

Durante la presentación ante la prensa también se dijo que el Bafici tendrá un total de 37 sedes distribuidas por toda la Ciudad. Si bien la cifra es cierta, muchas de ellas son centros culturales o espacios habilitados específicamente para funciones ocasionales o los fines de semana. Esto significa que habrá menos salas que el año pasado (12 contra 16) con proyecciones diarias: 8 en los Multiplex Belgrano, dos en el Gaumont, la de Alianza Francesa y la Sala Leopoldo Lugones. “El Centro Cultural San Martín es de la Ciudad: si queríamos usar esas salas, estaban. Pero planteamos todo en función de la cantidad de películas que teníamos. Además, la del año pasado fue la edición 20, por lo que hubo proyecciones relacionadas con ese aniversario que hicieron que la programación fuera un poco más grande”, afirma Porta Fouz. 

La reducción del parque de exhibición, sumado a un volumen menor de títulos y a la ausencia de un invitado estelar ante la baja a último momento del director Brian de Palma –“le surgió la posibilidad de un rodaje para abril, no es que no vino por una cuestión presupuestaria”– invita a pensar en un Bafici recortado. Nada extraño en un contexto recesivo y de devaluación constante, un factor fundamental para un evento con una buena parte de sus costos (pasajes, derechos de exhibición) dolarizados. Pero Porta Fouz asegura que la reducción del número de películas no es consecuencia de la economía, sino de una “decisión artística”: “Ya en noviembre le dije al equipo de producción que estábamos invitando películas a un ritmo menor que otros años y avisé que no creía que fuéramos a llegar al número de 2018. A no ser que encontráramos muchas cosas en Rotterdam, Berlín y entre las inscriptas, sabíamos que iba a bajar. Yo pensaba en un 30 por ciento menos, pero al final no fue tanto. El año pasado hubo más mediometrajes y éste hay menos pero más cortos. Largos hay alrededor de 50 menos. Eso tiene que ver con un año de cine que es distinto. Que se caiga un invitado importante y haya menos películas suena a achicamiento, pero no nos quedamos sin material por no poder pagarlo. Tenemos las películas que quisimos tener”.

Claudia, de Sebastián de Caro, con Dolores Fonzi, es el film de apertura.

El cine argentino

Nuevo barrios pero mismas costumbres. La oferta audiovisual del 21° Bafici incluirá títulos de todo tipo y formato, procedentes de aquí y de todos los “allá” que uno pueda imaginarse, siempre con el objetivo de dar cuenta del estado de situación del cine contemporáneo. El puntapié lo dará esta noche la proyección simultánea de Claudia, de Sebastián de Caro, en el Cine Gaumont (sólo para acreditados e invitados) y en el Parque Centenario (para el público general), en lo que será la segunda edición consecutiva inaugurada por una comedia argentina luego de Las Vegas, de Juan Villegas. El eje de la selección estará puesto en premieres latinoamericanas y mundiales: según afirma el director artístico, el 84 por ciento de los títulos –sin contar los de focos y rescates– se verá por primera vez en Latinoamérica, y el 37 por ciento por primera vez en el mundo. Se mantiene una estructura de programación articulada alrededor de las seis Competencias (Internacional, Argentina, Cortos nacionales, Vanguardia y género, Latinoamericana y Derechos Humanos) y los apartados paralelos (panoramas, focos temáticos, retrospectivas y homenajes). 

El cine argentino será, como siempre, el gran protagonista, con más de un centenar de títulos distribuidos en todas las secciones. Una curiosidad es que por primera vez en muchos años no habrá una producción enteramente nacional entre las 15 participantes de la Competencia Internacional. Sí tres coproducciones minoritarias: la colombiana Monos -que tiene como guionista a Alexis Dos Santos, ganador de la Competencia Argentina de 2006 con Glue-, la uruguaya Los tiburones y Noemí Gold, financiada principalmente con fondos mexicanos y estadounidenses. Otra vez Porta Fouz: “Lo más sencillo era poner alguna de la Competencia Argentina en la Internacional, pero nos parecía que estaba mejor así. Cualquiera de las que hubiéramos podido ´mudar´ no iba a hacer sistema porque nos quedó una Competencia Internacional de alto perfil. Películas de otro aplomo, de otra lógica, que no cuadraban tanto con las opciones que había en la Argentina”.

Sí habrá títulos locales en el resto de los apartados con premios. En el marco de la siempre atendible Competencia de Derechos Humanos estarán el drama psicológico Vigilia en agosto, del cordobés Luis María Mercado, y el documental ¿Quién mató a mi hermano?, de Ana Fraile y Lucas Scavino, que indaga en la complicidad del Estado en la desaparición de Luciano Arruga. La Latinoamericana también tendrá doble representación nacional, otra vez con una ficción y un documental. La primera es Cartero, de Emiliano Serra, que transcurre en los años 90 y sigue a un joven que consigue un trabajo en el Correo Central. El segundo lleva como título Gran orquesta y es el debut en el largometraje de la tucumana Peri Azar, quien a partir del hallazgo de dos mil partituras de las big band Héctor y su Gran Orquesta de Jazz inicia un largo recorrido para reconstruir su historia. En Vanguardia y género estarán Ojo de mar, de Pavel Tavares y Benjamín Garay, y El diablo blanco, ópera prima del actor Ignacio Rogers. Entre los cortos, aunque programado fuera de competencia, se destaca Shakti, de Martín Rejtman.

En la Competencia Argentina habrá 14 títulos, uno menos que en 2018. Catalogado por Porta Fouz como “más estimulante que el de otros años”, el apartado no tiene la habitual mezcla de nombres consagrados con otros nóveles, sino que los segundos son mayoría. Los veteranos tienen carnet vitalicio: José Celestino Campusano y Raúl Perrone presentarán Hombre de piel dura e ITUZAINGO V3RIT4, respectivamente, mientras que Santiago Loza hará lo propio con Breve historia del planeta verde. Otros experimentados son Jorge Leandro Colas, que luego de excursionar por la ficción con Barrefondo regresa al terreno del documental de observación con La visita, y Liliana Paolinelli, de quien se verá Margen de error. 

Edgardo Castro incendió la Competencia Internacional un par de años atrás con La noche, y ahora está de regreso con su segundo largometraje como director, Familia. Y si se habla de segundas películas, bien vale mencionar a Badur hogar, punto final del parate de 18 años de Rodrigo Moscoso luego de lejana Modelo 73. La Competencia se completa con Método Livingston, de Sofía Mora; Fin de siglo, de Lucio Castro; Ínsula, de María Onis; La creciente, de Franco González y Demián Santander; La excusa del sueño americano, de Florencia de Mugica y Laura Mara Tablón; La vida en común, de Ezequiel Yanco, y Las facultades, de Eloísa Solaas.

Breve historia del planeta verde, de Santiago Loza.

Todo lo demás

El Bafici había apostado fuerte a la visita de Brian de Palma: ya estaba confirmada una retrospectiva con una docena de películas, además de un libro alusivo que recorrería su obra. Caído el director de Scarface y Carlito’s Way, los invitados dejan gusto a poco. La nómina de visitantes extranjeros estará compuesta por el británico Julien Temple, realizador de videoclips de leyendas del rock inglés como David Bowie y Sex Pistols; la actriz portuguesa Isabel Ruth, habitual colaboradora del cineasta Paulo Rocha, a quien se le dedicará una sección; su colega sueca Christina Lindberg, referente del cine erótico y de exploitation, y la realizadora y fotógrafa austríaca Friedl vom Gröller, cuya obra completa podrá verse en la Sala Lugones. Los secciones dedicadas a la historia del cine se completan con un foco de la inglesa Muriel Box y la clásica sección Rescates, copada este año por títulos mainstream como Alien, el octavo pasajero, Duro de matar y Cuando Harry conoció a Sally.

La oferta del festival se completa con la sección infantil Baficito, una muestra de cine argentino y los apartados no competitivos habituales (Hacerse grande, Lugares, Música, Artistas en acción, Nocturna, Artistas en acción, Personas y personajes). Uno de esos apartados es Trayectorias, en donde se agrupan los últimos trabajos de directores y directoras de amplia reputación. ¿Ejemplos? Kenneth Branagh (All is True), Sebastián Lelio (Gloria Bell), Alex Ross Perry (Her Smell), Paolo Sorrentino (Loro), Mia Hansen-Løve (Maya), Werner Herzog (Meeting Gorbachev), Abdellatif Kechiche (Mektoub, My Love: Canto uno), Carlos Reygadas (Nuestro tiempo), Peter Bogdanovich (The Great Buster: A Celebration), Lars von Trier (The House that Jack Built) y Peter Jackson (They Shall Not Grow Old). Se recomienda hurgar en el catálogo y que cada quien decida su propio recorrido. En Belgrano, Recoleta o en Abasto, abril sigue siendo sinónimo de Bafici.