Cuando parecía que nada nuevo podía llegar a ocurrir en la telenovela de amor-odio protagonizada por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood y el gigante del streaming, Netflix, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos vino a meter la cola. En un escueto comunicado enviado a Dawn Hudson, directora ejecutiva de la Academia, el organismo del estado le advierte a la organización –encargada de entregar año tras año los famosos premios Oscar– su preocupación respecto de un posible cambio en las reglas de juego. Con la firma de Makan Delrahim, jefe de la División Antimonopolio del Departamento de Justicia, la misiva informa que una alteración en la manera en la cual son elegidos los largometrajes que compiten por los premios cinematográficos más famosos del mundo –un cambio cuya letra chica esté diseñada para restringir el acceso de Netflix y otras plataformas de contenido “a la carta” a la posibilidad de que sus producciones sean elegibles– podría “tender a suprimir la posibilidad de la competencia”. Si bien el texto no fue pensado como declaración pública, el medio especializado Variety pudo acceder al mismo y publicó ayer martes su contenido en una nota que viene a ponerle más pimienta a una guerra sorda que ya tiene varias batallas libradas pero, por el momento, ninguna víctima fatal.
La línea más fuerte de la carta, aquella que puede ser vista como una nada velada advertencia, le comunica a la casi centenaria institución que “en el caso de que la Academia –una asociación que incluye entre sus miembros múltiples competidores– establezca ciertos requerimientos de elegibilidad para los Oscars que eliminen a la competencia sin justificativos pro competitivos, tal conducta podría generar preocupaciones antimonopólicas”. La culpa de todo parece tenerla Roma, la película de Alfonso Cuarón producida por Netflix que ocupó una buena parte de la noche de los Oscar algunas semanas atrás. Uno de los miembros más reputados de la Academia de Hollywood, el cineasta Steven Spielberg, se transformó en el vocero más activo a la hora de plantear un límite a la posibilidad de que película con lanzamientos simultáneos en plataformas vod y salas de cine puedan ser elegidas para participar en los premios. Curiosamente, hace apenas algunos días, el propio Spielberg apareció en una pantalla gigante en pleno lanzamiento de Apple TV+, sistema de streaming de inminente puesta en marcha que se sumará a la fuerte competencia entre Netflix, Amazon Prime Video y Hulu, tres de los más grandes jugadores del negocio, a los cuales en breve también deberá agregarse a Disney+. Spielberg no le pondrá el sello a una producción de largo metraje sino al regreso de la serie Cuentos asombrosos, por lo cual no puede acusárselo, por el momento, de borrar con el codo lo que escribió con la mano.
Mientras se desarrolla este capítulo de una historia que apenas ha comenzado a escribirse –la de los enormes cambios en las formas de producir, distribuir y consumir películas en el nuevo siglo– en el continente europeo tiene lugar un relato paralelo que tiene como principal protagonista, además de Netflix y otros sistemas de cine online, al Festival de Cannes. El año pasado, la negativa del evento cinematográfico más prestigioso del mundo –apoyado fuertemente por los exhibidores de salas de cine– de incluir en su programación producciones que tuvieran lanzamiento simultáneo en sistemas de streaming dejó afuera a pesos pesados como la reconstrucción de la película inacabada de Orson Welles, Al otro lado del viento, y a la mismísima Roma. Ambos films tuvieron su lanzamiento internacional más tarde, en el Festival de Venecia, pocas semanas antes de su puesta en órbita en Netflix, y el film de Cuarón terminó llevándose el premio principal del evento, el León de Oro. Si bien se supo que hace algunas semanas los más altos directivos de Cannes, por un lado, y los del gigante de la N roja, por el otro, se reunieron durante una cena con el objetivo de limar asperezas, nada indica por el momento que se haya llegado a un acuerdo, por lo que seguramente una de las grandes apuestas de Netflix para la temporada 2019, el nuevo largometraje de Martin Scorsese, The Irishman, no desembarcará en la Costa Azul cuando el festival descorra sus cortinados dentro de poco más de un mes.
En Los Ángeles, mientras tanto, las estrellas comenzaban a alinearse para seguir los pasos de sus pares franceses cuando llegó el cartero con la advertencia. “Si la Academia adopta una nueva regla que excluya a cierto tipo de films, como aquellos distribuidos por sistemas online de streaming, de su elegibilidad para los premios Oscar, y si esa exclusión tiende a disminuir las ventas de esas películas, esa regla podría por lo tanto violar la Sección 1 del Acto de Sherman”. La cita a la Ley Sherman Antitrust de 1890, la primera medida del Gobierno estadounidense para ponerle un límite a la posibilidad de los monopolios, no es casual ni, mucho menos, inocente: se trata del ABC, de la letra primigenia a la hora de regular las prácticas abusivas de los monopolios y los carteles empresariales. La misma letra que fue citada en 1948, cuando el famoso caso Estados Unidos versus Paramount Pictures inició la caída del castillo de naipes férreamente construido por los estudios de Hollywood, hasta ese momento dueños absolutos del negocio, con prácticas como la compra en bloque y a ciegas de paquetes de películas y la integración vertical absoluta de la producción, distribución y exhibición de sus productos.