“-¿Qué te pareció el documental sobre Maicol? 

-No lo pienso ni ver. Dicen que es demoledor. Que lo que se sospechó siempre aparece sin vueltas: fue un pedófilo, un abusador de niños. No voy a poder defenderlo, para eso, ni miro.” 

Lo más inquietante de “Leaving Neverland” sucede por fuera de lo que cuenta el documental. Para empezar, esta extraña reacción de una gran mayoría: negarse a verlo. Los (no) espectadores se refugian en el pudor que el documental efectivamente arrasa. Prefieren quedarse con la imagen de cuando se podía dudar. Bajan los brazos, no evalúan la posibilidad de que el mismo material pudiera dar lugar a dudas, mostrar una cara más compleja de lo que llamamos abuso, o dar margen para salir a defender la inocencia del ídolo como está haciendo, por ejemplo, su biógrafo, que señala incongruencias entre los testimonios y los datos, y como hace su familia que argumenta: “Ninguna de las acusaciones lograron ser probadas ante la justicia. El principal denunciante, poco después de la muerte del cantante salió a declarar que había inventado todo empujado por su padre, quien a su vez se suicidó a los pocos días de aquella desmentida.”

El “no querer ver” no es un dato ajeno al asunto de este documental, es un sino que ronda la práctica del abuso, y que excede a quienes se supone son sus únicos protagonistas. El documental consigue demostrar esto tanto en su retórica y en este efecto expulsivo.

 En la otra punta del espectro de este ahogo de los sentidos, ahora se suma el mandato de “no escucharás”. Diversas emisoras de radio en el mundo dejarán de emitir su música y en las redes sociales se propone dejar de escuchar en plataformas como YouTube o Spotify a Michael Jackson hoy equiparado con Heiddeger cuyo filonazismo lo impugna en las bibliografías que a su vez necesitan de sus textospara hilvanar un pensamiento por fuera de los autoritarismos. ¿Un castigo de y para la posteridad? ¿Música, coreografía y danza que nos hicieron felices y locas, vehiculizan las marcas de un abusador serial? De ser así, ¿acaso no es cierto que esa misma música fue escuchada en su momento con ese fantasma rondando desde la primera acusación pública? ¿No será escuchada a partir de ahora siempre con esa marca? Y algo más: hasa qué punto la sospecha que rondó siempre al Rey del pop, no venía anclada en su monstruosidad de base, negro blanqueado, cirugías contra natura, su lucha contra la adultez y su indefinición de género. El no ver lo que pasaba, el mantenimiento en suspenso de la sospecha fue también un ocultamiento de estas marcas y una decisión de confiar en que la justicia -siempre lenta y fácil de sobornar- lo protegiera. 

Merece una sospecha esa acción purificadora que implica retirarle el oído.La determinación de borramiento purificador, que hoy ejecutan muchas instituciones cuando detectan (nunca por sí mismas) un abusador en su staff, reproduce la tachadura, calma chicha que habilita a no pensar en el asunto y en las responsabilidades que van más allá de los actores. Además implica una glorificación de la autoría. Como si las producciones no tuvieran la facultad de trascender a quien las forma y tener una vida por fuera de la figura del Autor (en masculino y mayúscula) Este documental, propone ir más allá. Si bien, sobre todo, quienes no se han tomado el trabajo de soportar las 4 soporíferas horas que dura, reducen la trama a “las escalofrantes pruebas” , en estas confesiones a dúo, se produce un derrumbe de el esquema y la lógica en que todo esto fue posible: la familia tipo, el star system y sus licencias,  el amor romántico. El abuso, asociado al secreto, pero también al intercambio de deseos y de sentimientos amorosos, a la cohesión de las mejores familias, fue un punto ciego en el amplio arco de relaciones entre niñes y adultos hasta hoy.

YO TE CREO, HERMANO

“Leaving Neverland” es un producto absolutamente actual, impensable dos o tres años atrás.Un auténtico ejemplar de una era que inicia mundialmente la ola feminista con “Ni una menos” y “Me too”. La voz de la víctima por primera vez tiene un valor aunque en parte se repliegue y alrededor se imponga un nuevo silencio. Un “no pensarás” por temor a meter la pata, herir sensibilidades y convertirse en aval de la monstruosidad. Así es como Barbra Streisand, una amiga fiel que además ha sobrepasado esa edad que P.D James caracterizaba como la edad de la franqueza, salió a defender a su amigo sin negar los hechos: “Sus necesidades sexuales eran sus necesidades sexuales, provenientes de la infancia que tuvo o del ADN que tenga”, dijo en una entrevista en The Times. “Se puede decir que fueron abusados, pero esos niños, como les escuché decir, estaban encantados de estar allí. Ambos se casaron y tienen hijos, así que eso no los mató”. 

¡La Streisand, que tanto lo amaba y que por supuesto debió salir a pedir disculpas públicas, se atrevió a mirarlo! ¡Hay que verlo! Este trabajo da unos cuantos pasos más allá del “Caso Maicol” y sobre todo, más allá del escrache. En esta historia, el monstruo es bueno, es adorable, irradia bien. Las víctimas fueron felices, lo recuerdan con emocióny en tiempo presente. Entre ellas y el abusador hay más actores no menos enajenados: hablan las madres con la misma fascinación que expresan sus hijos frente a todo lo bueno que Michael les ofreció. Los sacó de la triste y oscura realidad. De sus deberes, de su rutina. Sus familias, sus historias mediocres, fueron elegidas por el astro. ¿Consideraban entonces la iniciación sexual de los niños como algo bueno? ¡Jamás! Hicieron la vista gorda en una era en que eso era posible. No hay víctima y victimario a la antigua, uno en cada punta y caso terminado. (Eso sí, los padres, brillan por su ausencia, arrastrados por la decisión de sus esposas o directamente colapsados por el derrumbe de su autoridad, no dan la cara). Quien vaya en busca de punición, se encontrará con una primera hora de documental donde se exponen sentimientos muy bien vistos: admiración, entusiasmo, ansias de progreso, pasión, amor, amistad, familia unida. De ese velo trata el documental, un velo que aporta adrenalina y bienestar.

DECILO ASÍ, QUE ASÍ TE CREO

A las víctimas ahora se les cree. Punto. Pero, ¿qué narrativas se les impone para lograr esa verosimilitud? 

Los dos testimonios están evidentemente dirigidos, guionados, ensayados, recortados. Son dos personas que narran una historia prácticamente en los mismos términos, en parte porque se intenta demostrar el carácter serial del abuso que sufrieron. Ambos muestran, en justa medida, su emoción, propia de alguien que recuerda un momento de amor  y otro de horror. Es la misma artificiosidad que se notó en el relato de Thelma Fardín en el momento de denunciar la violación de Juan Darthés. Fue una escena evidentemente producida, con una cama de hotel que recordaba a los espectadores la que aparecía en su relato, con lágrimas y con el dato concreto (mi abuela diría, innecesario) del shorcito corrido para la penetración. Este documental, con mayor tiempo y mayor presupuesto, lleva esa narrativa a 4 horas de duración y se afirma con todo en el  territorio de lo pornográfico. Cuando por fin, luego de una hora de hablar de amor, los testimonios van “a los papeles”, ejercitan un novedoso género, el porno testimonio. Música incidental sosa, afrenta a la creatividad de Michael Jackson, voz monocorde e íntima para relatar una por una todas las acciones. Surge aquí una brutal gramática de la verosimilitud, que busca el clímax en el relato progresivo y minucioso de las maniobras sexuales, que se demoran, con el suspenso morboso hasta llegar al misterio morboso de si hubo o no hubo penetración anal.

Qué preguntas hay que dar por sobreentendidas y responderlas antes de que aparezcan. ¿Por qué ahora? Porque ambos han sido padres y ha surgido la pregunta sobre la responsabilidad. ¿Por qué duró años la relación? Porque lo amaban. ¿Por qué no se defendieron? Porque no vieron hasta hoy que hubiera algo de qué defenderse. ¿Por qué sus familias fueron cómplices? Porque así las familias suelen tratar a sus hijos, como estorbo o como potencial de cambio. Hay una pregunta que el documental en ningún momento formula: si pudieran volver atrás, ¿volverían a vivir tal cual fue su historia con Michael Jackson? Hay muchos indicios para conjeturar que la respuesta sería “sí”. Así como también queda claro que jamás permitirían que sus hijos pasaran por eso.