Hace algunos años, la Semana de cine portugués      –imperdible evento anual que viene teniendo lugar en Buenos Aires y en otras ciudades latinoamericanas desde su primera edición en 2013– ofreció como uno de sus más evidentes atractivos la exhibición de las dos primeras películas del realizador Paulo Rocha (1935-2012), Os anos verdes y Mudar de vida, obras insoslayables de la renovación del cine luso de los años 60 y los primeros pilares en la construcción de una poética radicalmente personal. Rocha continuaría filmando a lo largo de toda su vida, no sin problemas a la hora de conseguir financiamiento para sus proyectos, en muchas ocasiones acompañado delante de la cámara por la actriz Isabel Ruth, protagonista femenina de aquellas dos películas. El Bafici vuelve a exhibirlas, pero ya no en forma solitaria: el Foco Ruth y Rocha, una de las secciones retrospectivas más fuertes de esta edición, reúne la totalidad de las colaboraciones entre intérprete y cineasta, diez películas que reflejan una simbiosis cinematográfica que logró dar frutos extraordinarios a lo largo de más de cinco décadas de existencia. Isabel Ruth está de visita en Buenos Aires con la doble excusa de presentar estas películas al público porteño y formar parte del jurado oficial de la Competencia Internacional.

En un breve texto republicado en el catálogo del festival, referido a su ópera prima –la historia del encuentro entre un muchacho del interior y una joven lisbonense–, el realizador Paulo Rocha escribe que “mis películas de los años 60 tienen más que ver con el ambiente general de la ciudad (el fin del salazarismo, la cultura de las avenidas nuevas), que con el otro cine que se hacía. Yo admiraba mucho a Fernando Lopes, pero mis referentes artísticos eran otros. Os verdes anos contiene muchos homenajes subliminales al cine japonés”. Resulta difícil saber qué películas de ese origen pudo haber visto Rocha en aquellos tiempos, además de los títulos más resonantes de un Akira Kurosawa o un Kenji Mizoguchi. Pero –más allá de un almanaque con un dibujo típicamente nipón, colgado en una pared en la casa del tío del protagonista– si a algún film japonés recuerda esta película seminal del Nuevo cine portugués es a otro debut cinematográfico, Kuchizuke (1957), con el cual Yasuzo Masumura iniciaba su carrera como realizador. Los protagonistas del film de Masumura también se conocen al comienzo de la historia (en una cárcel, mientras visitan a sus respectivos padres) y, a pesar de las enormes diferencias de temas y estilos respecto del film de Rocha –además de las edades de los jóvenes–, ambos relatos le dedican un espacio sustancial a los recorridos de las respectivas parejas por las ciudades que habitan, transformándolas en un personaje más, casi tan importante como ellos mismos.

Lisboa es para Rocha un ente vivo y vibrante y así también lo siente el joven inexperto del interior (un “pajuerano”, en términos despectivos locales) que llega a la gran ciudad para comenzar una nueva vida como aprendiz de zapatero. La escena en la cual el chico conoce a la chica, en el hall del edificio donde trabaja como empleada doméstica de unos “señores”, anticipa otras torpezas y tropezones, y es el inicio de una relación signada por las diferencias y la incomprensión. Os anos verdes, que se exhibe en una copia puntillosamente restaurada, con sus magníficas secuencias de paseo por varios puntos de la ciudad –y una aún más estupenda escena en un salón de baile, comienzo de los malentendidos y desaires entre ambos– muestra a un director novel en pleno control del acto creativo. El resultado es una película tan entrañable y, por momentos, amable, como amarga en su regusto final. Tres años más tarde, Rocha entregaría otra obra maestra, Mudar de vida (1966), centrada en el regreso de un soldado portugués al terruño, en la zona costera de Furadouro  –un lugar que parece está muriendo lenta, pero inexorablemente– luego de pasar una temporada en Angola.

El brasileño Geraldo Del Rey (“el Alain Delon brasileño”, que venía de acatar las órdenes de otro Rocha, su coterráneo Glauber) es Manuel, un joven que, a poco de volver a casa, encuentra que su mundo está dado vuelta. En más de un sentido, comenzando por las traiciones sentimentales. Más tarde encontrará en Albertina (Ruth, desde luego), una muchacha pobre de la región, a una nueva compañera, aunque la relación no derivará hacia un sendero de previsible sanación emocional. Rocha entrelaza los apuntes semi documentales con el retrato generacional y crea en Adelino una suerte de angry young man lusitano, a la vez espejo y catalizador de las angustias, los miedos y los enojos de un país que comenzaba a dar indicios de un cambio explosivo. Los habitués más cinéfilos del Bafici hicieron peregrinación a la Sala Lugones para asistir a la proyección, en una copia de archivo en 35mm, de O Dese- jado, cuyo protagonista –un hombre que parece irradiar una irresistible atracción hacia todo ser humano que se le acerque, no sólo a las mujeres– está basado libremente en Genji monogatari, el clásico de la literatura japonesa escrito por la autora Shikibu Murasaki a comienzos del siglo XI. De esta película, que vuelve a evidenciar la conexión luso-nipona, Rocha dijo que “de un encuadre al otro hay un continuo cruce de temas y de grupos opuestos que se diseñan en el espacio y en el tiempo como una figura geométrica”.

Los cambios que comienzan a darse en el estilo de Rocha se hacen evidentes a partir de A Pousada das Chagas, cortometraje por encargo que el cineasta dirige en 1972. Allí comienza a tener lugar algo que el propio realizador define como “collage dentro del plano secuencia”, concepto que puede apreciarse en todo su esplendor en su largo O Rio do Ouro (1999), que también se exhibe por estos días en las diversas sedes del Bafici en una copia digital primorosa, que recoge y reproduce las tonalidades primarias y contrastadas del formato analógico original. En una de las escenas más inolvidables de la película –cuyo relato gira alrededor de las pasiones y odios de dos hombres y dos mujeres, una de ellas interpretada con furia ladymacbethiana por Isabel Ruth–, una fiesta nocturna al borde del río pone en escena diversas líneas narrativas que venían ocurriendo en paralelo, logrando al mismo tiempo una elegante plasticidad fotográfica. A esa altura de su carrera, que comenzaba el tercer y último acto, Rocha había abandonado el semi naturalismo de sus primeros largometrajes        –naturalismo que siempre fue engañoso, falso incluso o, por lo menos, contaminado con otras fuerzas creativas– para abrazar por completo una mixtura de intereses literarios, cualidad fabulesca y realismo extrañado que lo confirmarían como uno de los realizadores esenciales del cine portugués de su generación.

El Bafici también exhibe, entre otros títulos imprescindibles, su creación póstuma, Se Eu Fosse Ladrão, Roubava, estrenada poco después de su muerte en 2013, A Raiz do Coração, película que regresa a una Lisboa completamente diferente a la del salazarismo tardío, y Máscara de Aço contra Abismo Azul, ficción con pinceladas documentales (o viceversa) realizada para la televisión portuguesa y centrada en la obra del artista plástico modernista Amadeo de Souza-Cardoso.

n Los días y horarios de exhibición del Foco Ruth y Rocha puede consultarse en el sitio web oficial del festival, http://festivales.buenosaires.gob.ar/2019/bafici