Son las Nuevas crónicas del naufragio. Así llamó Sandra Russo a las notas que publicó en los últimos cuatro años, cada quince días, en la contratapa de este diario. Es “un solo texto tejido sin red”, define la periodista en    el prólogo de este libro que PáginaI12 presenta con su edición de mañana. Un pensamiento que se fue hilvanando al calor de lo que ocurría, con la urgencia que imponían esos sucesos, y al tiempo con la intención de detenerse en el análisis, de desarmar lo que aparece como dado. De intentar mirar un poco más allá, o mirar lo que está ante los ojos de todos “y de tan descarnado, preferimos no ver”, advierte la escritora.  

Los relatos de Russo son periodísticos pero también literarios, escritos con belleza en la prosa y precisión en las palabras. Tienen el tono y el ritmo de una escritura que avanza mientras ocurre ese naufragio, y su lectura es un repaso por la historia reciente. Lejos está la actitud de una flaneur que pasaba por ahí. Russo se mete con el cuerpo en esa realidad, escribe desde adentro, se enoja, se escandaliza, denuncia, interpela. Y termina armando lo que, tan en serio como en broma, no duda en definir como “un decálogo antimacrista”. Desfilan personajes (Macri, su gabinete, Hebe, Milagro, Cristina, el Papa); hechos (las represiones, los tarifazos, la desaparición de Santiago Maldonado y lo que siguió, el Pro y su idioma). Momentos televisivos, notas de los grandes medios y los alternativos, instantes captados en las redes, movileros, panelistas. También citas, escritores, referencias: Roland Barthes, Clarice Lispector, Manuel Scorza, Orwell, la feminista Kate Millet, Mauricio Kartun.

“El intento siempre es evitar la avenida principal por donde corren los temas de la semana, para hallar otra calle, lateral, que nos lleve hacia ese mismo tema pero para pensarlo más amplia y claramente. Para encontrar una voz que logre perforar los mitos que nos rodean”, define Russo en el prólogo. Y advierte sobre su propia experiencia: “Estas notas, en este diario, fueron el hilo que me permitió en cuatro años mantenerme cerca del periodismo. La censura, que antes parecía que le interesaba a todo el mundo, no le importó a mucha gente que consintió, la eliminación o los aprietes a todos los medios opositores”.

–¿Por qué decís que estas notas forman “un solo texto tejido sin red”?

–Cuando junto las contratapas y las vuelvo a leer, me resulta sorprendente –porque no lo hago conscientemente– que siempre hay una idea que continúa en la siguiente. Me queda en el aire esos días, hasta la contratapa siguiente, la voy reforzando, dándole matices y vueltas, para proseguirla en la siguiente. Con lo cual hay un pensamiento intermitente, pero es uno mismo. Hablo de “un solo texto tejido sin red” porque están escritas en el momento en que las cosas ocurren, pero leídas retrospectivamente siguen teniendo un hilo conductor. Se puede leer una atrás de la otra y aparece una perspectiva y un temario. 

–¿Por ejemplo?

–El uso que hace el Pro del lenguaje. Yo sostuve desde un primer momento, y esas ideas las fui desarrollando en diferentes contratapas a lo largo de estos años, que el Pro no tiene lenguaje. Es una formación de empresarios y eso lo diferencia de un partido político, que tiene que anclar en el lenguaje para la comunicación. Es una unidad de negocios, no está anclado en el lenguaje sino en libros contables –o en todo caso en cuentas offshore–, no tienen ningún vínculo con la palabra. Por eso da lo mismo que prometan, que digan o no digan, da lo mismo las palabras que usen porque no están interiorizadas. No tienen idea siquiera de lo que significan, por eso hablan de “atractividades”, “esa te la debo”, por eso Gabriela Michetti, que es inentendible adentro del lenguaje. 

–¿Y de qué modo está anclado en el lenguaje, por ejemplo, el kirchnerismo?

–El kirchnerismo tiene un problema de comunicación completamente distinto, aunque esté anclado en el lenguaje y en la historia. Viene de la Patagonia, donde cada uno está muy alejado del otro, donde la comunicación es difícil, nunca le dieron en el clavo y creo que la desprecian. Por un lado está bien despreciar a los despreciables, pero la comunicación en sí misma nunca fue cultivada con su debida importancia. Sobre todo cuando se enfrenta a un aparato que no necesita del lenguaje porque tiene todo el poder, no importa lo que diga ni lo que haga porque siempre va a tener comunicación a favor. Si tuviéramos paridad de medios para analizar y paridad de analistas, el panorama sería otro. Pero como no hay libertad de expresión desde hace cuatro años, los medios opositores están contados con los dedos de media mano, y además hay muy poca elaboración conceptual, el Pro se vuelve un aparato peligrosísimo. 

–¿Cómo responder a ese “no lenguaje” sin transformarse en un aparato artificioso?

–Yo me reservo PáginaI12 para ser educada, como me voy a reservar mi página web, que voy a trabajar desde el periodismo. No quiere decir que tengas que ser boca sucia, pero sí disruptivo. Yo veo que hay demasiada ficción todavía que las respuestas de la oposición, en el campo nacional y  popular, por llamarlo de algún modo. Hemos sido demasiado respetuosos de lo que se supone que es y no de lo que es. Se supone que esto es una democracia, entonces actuamos democráticamente, cuando la realidad indica que no estamos en una democracia, porque no hay garantías constitucionales, hay presos políticos, no hay libertad de prensa, porque está bien visto matar por la espalda, por la red de espionaje ilegal, porque algunos tienen que estar a derecho y otros no. Y salvo contadas excepciones, ese campo nacional y popular sigue manteniendo un lustre de corrección política, cuando esto ya nos desbordó. Por eso yo celebro a veces las puteadas en la televisión, los gritos, que alguien sea capaz de romper el clima de un programa.  

–¿Decís que a la comunicación le falta sangre, le falta indignarse?

–Le falta periodismo. Hay periodistas que están pintados, son floreros, parece que no supieran ninguna cifra de la realidad. Les dicen mentiras en sus caras y miran como si fueran robots japoneses, como si no supieran en qué país viven. Al periodismo independiente le falta dar cuenta de la realidad en los debates televisivos, por eso los debates no sirven para nada. No los conducen periodistas sino moderadores, que no intervienen: ponen a uno el Pro y a un opositor, y dejan que se maten entre ellos. Y da lo mismo que uno u otro diga cualquier barbaridad. Cuando veo a un periodista que sabe de lo que está hablando hacer una repregunta, con algún dato objetivo, yo experimento un alborozo. Salvo honrosas excepciones, es muy difícil encontrar gente formada. 

–¿Sería sólo responsabilidad de los periodistas?

–Claro que no. Los políticos me siguen decepcionando, en su mayoría, porque están poroteando. Parece que no estuvieran conscientes de la situación límite que estamos viviendo, siguen sin ver en Cristina a la mayor perseguida política de este país, siguen discutiendo si va a las Paso o no va a las Paso.

–¿Cómo definirías esa “sensación de irrealidad” de la que hablás? 

–Es un concepto que vengo desarrollando, y es lo que creo que hay que romper. Han generado a través de mentiras, y de periodistas que, por ineptitud o conveniencia, las reproducen, esa sensación de irrealidad. Es la muerte del periodismo, y es un golpe tan grande que todavía no tomamos dimensión de lo que significa. Estamos viviendo en una suerte de jungla donde no se sabe qué es verdad y qué es mentira. No es sólo que no hay libertad de expresión: no hay periodismo. Con honrosas excepciones, claro. Así inocularon un odio que fue efectivo, en sectores pequeños, pero efectivo. Porque existen quienes prefieren estar mal antes de que los negros vuelvan a sacar la cabeza.    

–¿Hubo algo que te sorprendió en el repaso?

–Yo me acuerdo de todo. Hay notas que saqué porque quería que hubiera una tanza, ese eje que un libro tiene que tener, aunque sea una recopilación. Y quería que el eje fuera una mirada sobre el macrismo. Entonces, sacrifiqué algunas notas que me gustaban mucho, pero que se iban del eje. Me conmueve volver sobre las primeras indignaciones. Para mí tiene mucho valor recordar cómo fue mi propio escándalo interno cuando desapareció Santiago Maldonado. Cómo lo sentí en ese momento, no cómo lo siento ahora. Las cosas que dije eran sin red. Leyéndolas ahora, sabiendo todo lo que pasó, vuelvo a reivindicar aquella mirada. Sabemos mucho más de lo que creemos que sabemos sobre la realidad, pero no nos hacemos cargo, seguimos fingiendo lo que nos dicen los medios. Tenemos más de treinta personas presas sin presunción de inocencia. La escena es tan descarnada que hasta cuesta verla. Pero yo no tengo más remedio que verla por mi propia naturaleza. Para mí, lo esencial es visible a los ojos. Y vivo espantada hace cuatro años.

–Y todo ese escándalo se fue vertiendo en las notas...

–Sí, pero me parece que no transmiten el espanto, sino la tranquilidad del acompañamiento en la mirada. Que no estás loco ni solo cuando ves que esto es una locura. Cuando te das cuenta de que ellos son engendros monstruosos. No me refiero solo a Macri y sus secuaces: me refiero a Bolsonaro, Macron, Guaidó, Trump... Esta nueva derecha que en realidad es un mismo pulso latiendo sobre la humanidad para retroceder cinco siglos. Macri es un eslabón, se va a ir él y va a venir otro, si no somos conscientes de dónde estamos parados. A los buitres del mundo, a los Paul Singer, les da lo mismo sacrificar un millón, dos o tres de personas. La vida para ellos no vale nada. Tenemos que ser conscientes de eso, para actuar con la fuerza necesaria para preservar la vida. Todos los pueblos están dando sus resistencias, según cómo puede y según su historia. ¡Mirá los franceses! ¡Andá a decirles que no merecen comer queso gruyere! A esa cultura no lo vas a convencer de que tiene que aceptar que su vida sea una mierda, eso sí tiene que ver con la autoestima. Hay que aprovechar las simientes de la década pasada, que son simientes de autoestima, para volver sobre eso. Me parece que hay un egoísmo enorme en muchos dirigentes, a los que seguramente votaremos, en no reconocer esas simientes que surgieron en la década pasada, y que no habían surgido desde la proscripción del peronismo. 

–¿Qué significa para vos la publicación de estas contratapas reunidas? 

–Yo estoy muy agradecida, porque durante estos cuatro años de censura fue lo único que me mantuvo unida al periodismo profesional. Por eso este libro celebra la resistencia. El mantener la lucidez frente al abatimiento de un teléfono que no suena, porque no te llaman los enemigos ni los amigos. Tenés que tener entereza para seguir pensando la realidad con lucidez en lugar de llenarte de resentimiento. Yo amo la comunicación, y me niego a abandonar ese nido. Me gusta muchísimo mi laburo, lo que hago en el diario, en Radio Hache. Pero no haciendo cualquier cosa: si no puedo hacer eso que amo, prefiero dedicarme a otra cosa. Me han llamado de programas como Intratables, o de algunos de debates de C5N, y la verdad es que soy yo la que se niega. Porque tomé la posición de que si estoy censurada para trabajar, no quiero trabajar de invitada gratis. Para mí el periodismo que vale la pena es el que hago. Si no puedo hacer más, prefiero hacer lo que hago: escribir ensayos, dar clases, clínicas de escritura por todo el país, transmitir lo que sé y tratar de tomar lo que otro me puede aportar. 

–¿Qué te gustaría que provoque la lectura?

–Que aporte a la ruptura de la sensación de irrealidad. Que ayude a darnos cuenta que siempre estuvo todo delante de nuestros ojos, y lo sigue estando. Hay que romper el hechizo para poder mirar.